Los aeropuertos, en general me gustan. Me resulta muy entretenido contemplar el ir y venir de tanta gente diferente, escuchar hablar en un montón de idiomas, algunos reconocibles, otros que suenan a chino. Tal vez sea chino...
Normalmente no llevo mucho tiempo y siempre voy pillada, pero cuando tengo un rato de tranquilidad me gusta sentarme a contemplar a la gente, como visten o como se comportan y tratar de adivinar su nacionalidad. Con algunos es muy fácil, bien porque entiendes su idioma o bien por esas costumbres que tenemos... Por ejemplo, si ves a un grupo de gente muy gritona y haciendo aspavientos seguro que son españoles o griegos. Pero también he visto franceses así, los estereotipos a veces fallan.
Esta última vez asistí a una divertida discusión que mantenía una pareja sobre quién tenía la culpa del exceso de equipaje. Tan tópica... La mujer decía que él llevaba ropa de más y el hombre que ella más de seis quilos de compras. Me quedé con la curiosidad de saber qué había comprado, pero todos nos enteramos de lo que se habían gastado en cafés, de cuantos cinturones llevaba él en la maleta, de que tenían problemas con el dinero y las tarjetas de crédito... y todo a grito pelado, como si estuvieran solos o nadie pudiera entenderlos en la sala de espera atestada de gente del aeropuerto de Atenas.
Me fijo mucho también cómo va vestida la gente, desde el típico guiri con gorra visera, bermudas, sandalias y calcetines, a esas chicas con tacones imposibles, agujas de más de diez centímetros de altura, y modelitos de pasarela que te hacen sentir poco menos que zarrapastrosa con tus vaqueros y tus cómodos botines.
Claro que hay veces que fallo estrepitosamente y eso me hace plantearme mis dotes como adivina. Hoy sin ir más lejos, la chica que estaba sentada a mi lado en el avión iba vestida con unos vaqueros viejos, una camiseta normal y corriente y unos botines bastante usados y nada glamurosos. Llevaba una melenita corta con aspecto de habérsela secado al aire según salía de la ducha y un bolso de lona de esos que se pueden encontrar en cualquier cadena de ropa. Así que yo deduje que se debía tratarse de una estudiante o como mucho de una becaria a la que había tocado viajar con su jefe (al parecer conocía a un señor que estaba sentado en el lado del pasillo). Empecé a darme cuenta de que me había equivocado cuando la vi sacar de la bolsa un portátil monísimo de apple y mirar ecocardiografías. Después coincidimos en el metro y empezamos a hablar y descubrí que era una cardióloga que iba a un congreso... Encantadora, por cierto.
Lo de las tiendas del aeropuerto mosquea un poco. No sé si habéis entrado alguna vez en el Zara o en el Mango de la T4, pero tienen poco que ver con las tiendas de estas cadenas que podemos ver en nuestros centros comerciales. Tienen ... como diría yo ... Como más clase, son más elegantes, no se, pero son diferentes.
Este vídeo pone un punto de humor a los controles...
Este vídeo pone un punto de humor a los controles...
Lo de los controles policiales es un mundo aparte. He terminado acostumbrándome pero, de verdad que lo de tener que descalzarme, quitarme el cinto, quitarme la chaqueta, quitarme el pañuelo, el reloj, las pulseras... Y que aún así la maldita maquinita pite cuando paso y aparezca una señorita de seguridad muy amable (o no) que me somete a un sobeteo en toda regla, por delante y por detrás, con los brazos en cruz y las piernas abiertas... eso cuando no te piden amablemente que les acompañes a un cuartucho y tú les sigues muerta de miedo (o de risa, porque ya me resulta tan tópico...), porque no tienes ni la más remota idea de qué puede ser lo que has hecho mal. O cuando te hacen abrir la maleta porque han descubierto un bulto "sospechoso" que resultan ser las planchas del pelo, el taco de jamón o la tortilla de patata del Mercadona (hay quien todavía no sabe que mi alabada tortilla es prefabricada...).
Los más modernos de todos los que he sufrido en esto del control son los rusos, que se saltan todas las convenciones a la torera y te pasan por un escáner que te hace la radiografía de cuerpo entero, te guste o no. La ventaja es que no te dejan en manos de los marimachos que tienen por allí, unas tíarronas con cara de muy pocos amigos que parecen extrabajadoras de la KGB con ganas de repartir mamporros.
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Solucionado este problema empieza la lucha con el del asiento de delante, el asiento de detrás y el del asiento de al lado. Uno porque reclina su asiento para atrás en cuanto sube, el otro porque se empeña en clavarte las rodillas durante todo el trayecto y el de al lado porque nada más entrar aposenta sus codos en los reposabrazos compartido de manera que ya no te puedas ni rebullir en todo el camino. Y eso si no tienes la suerte de que haya un niño salvaje cerca o el típico charlatán que se empeña en contarte toda su vida cuando tu lo que quieres es dormir un ratito tranquilamente. En estos espacios tan pequeños es donde realmente se ve la educación de la gente y nunca dejo de sorprenderme, para bien o para mal. Tengo que reconocer que también he conocido gente estupenda.
Y mejor acostumbrarse a ir al servicio en el aeropuerto antes de embarcar, porque en el baño del avión siempre hay cola, y es tan pequeño y está siempre tan lleno de salpicaduras por todas partes que, a no ser una emergencia, no se puede ir ni de broma.
Otra cosa que siempre me pregunto es porqué en el control te retiran cualquier objeto metálico que pueda tener corte, tijeras, navajas y cualquier cosa por el estilo y luego, cuando tienes la suerte de que te sirvan una comida abordo, te ponen un set de cubiertos metálico y que incluye un cuchillo y un tenedor. Y la botellita de vino en su envase de cristal. Absurdo.
Y habría muchas más cosas de que hablar: las huelgas, los retrasos sin explicación, los dichosos autobuses que te llevan hasta el avión cuando la compañía no tiene ganas de pagar finger, las turbulencias...
Y habría muchas más cosas de que hablar: las huelgas, los retrasos sin explicación, los dichosos autobuses que te llevan hasta el avión cuando la compañía no tiene ganas de pagar finger, las turbulencias...
Y qué decir de los que aplauden cuando al fin aterrizamos...