domingo, 4 de agosto de 2013

Camboya: Despedida de Angkor: La magia de las ruinas en la jungla.

Hoy es nuestro último día en Camboya. Qué pena me da, no me importaría quedarme más. Me ha encantado y no sólo por Angkor sino por la gente, el paisaje, todo. Bueno, menos el clima.
Para sentir la magia de un lugar hay que tomárselo con calma, sentarse en un sitio que no esté muy concurrido y dejarse llevar por la historia, la naturaleza, los sonidos y todo aquello que nos haga formar parte de ello.

Mebon  Oriental
Hoy ha habido un momento muy especial. Era el último templo que visitábamos, nuestra despedida de la antigua ciudad,  el Mebon  Oriental. Por el camino ya empezó a llover.

Mebon  Oriental
Aún así páramos y subimos la escalera de entrada. Al llegar arriba diluviaba. Sin paraguas ni chubasquero, al principio me refugié de la lluvia en una torre que tenía en su interior una imagen de Buda y allí fue donde por fin Angkor se reveló en toda su belleza con una intensidad tan fuerte que no me importó en absoluto mojarme, calarme hasta los huesos.

Mebon  Oriental
No había ni un alma, sólo la jungla, las ruinas y nosotros. Era como si fuésemos las primeras personas que entraban en la ciudad perdida. Incluso me ha costado volver al coche. Ya daba igual estar calada hasta los huesos. Estaba feliz por estar allí, por pasear por esos caminos llenos de barro y por trepar por sus escaleras. La lluvia monzónica de la última hora de la tarde ha sido un broche perfecto. Quién me lo iba a decir.

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Por la mañana había hecho sol y habíamos estado en cuatro templos.

Prasat Kravan
El primero fue el Prasat Kravan, formado por cinco torres de ladrillo de las cuales solamente una se conserva entera. Está dedicado al dios hindú Visnú y en su torre central tiene bajorrelieves del dios.

Pre Rup
El siguiente templo ha sido el Pre Rup, una pirámide de ladrillo dedicada a Shiva y a los ritos funerarios. La subida es empinada y todavía no sé porqué no hemos entrado en el recinto.



Por la carretera hemos parado a ver puestos de dulces de azúcar de caña y artesanía, y a la gente trabajando en los campos de arroz.

Banteay Srei
Así hemos llegado a Banteay Srei, el templo de las mujeres llamado así porque sus descubridores pensaron que los relieves de su decoración eran tan delicados y de tal perfección que sólo podían estar hechos por mujeres.

Banteay Srei
Construido en piedra arenisca rosada consta de varios pabellones, bibliotecas, un santuario...

Banteay Srei
Los dinteles son auténticas joyas y narran en sus escenas historias de la mitología hindú.

Banteay Srei
En este templo había algún policía y uno de ellos se me ha acercado y, muy misteriosamente y en voz muy bajita, me ha ofrecido su placa. Yo le he contestado que no gracias y al preguntarle sobre el tema al guía me ha contado que aquí los policías ganan unos cincuenta dólares al mes y que muchas veces venden sus placas a los turistas ansiosos de tener un recuerdo del lugar.

Banteay Srei
Por el camino hacia Banteay Samre se atraviesa una zona de viviendas tradicionales y se puede ver a la gente trabajando con sus animales o en los campos de arroz.

Banteay Samre
El templo también es conocido como el Angkor Wat en miniatura. Está bastante bien conservado y con menos gente que otros más famosos, sobre todo porque no suele entrar en el recorrido de los grupos.

Banteay Samre
Aún así resulta difícil hacer una foto en condiciones, en la que no salga un chino haciendo el tonto para la posteridad. Son una plaga y no tienen ni puñetera educación. En fin...

Banteay Samre
El templo tiene una bella torre central y frisos con hermosos bajorrelieves que representan a los dioses del panteón hinduísta y del poema épico Ramayama.

Banteay Samre
Aunque en el templo también hay representaciones de Buda y un improvisado altar con ofrendas.

Banteay Samre
Antes de llegar, un montón de niños que hablan todos los idiomas trataban de vendernos sus artículos: postales, pañuelos, móviles, figuritas de papel... Insistentes hasta la extenuación pero graciosos y simpáticos, y encantados de que les hagas fotos. Una monada.



Además se las saben todas. En esta zona, una de las más desarrolladas de Camboya a causa del turismo, la escolarización es cercana al cien por cien. O eso nos contaron. Aún así con carita de pena te decían: "one dólar Madam, no money to go to school". Y se morían de la risa.


Al llegar al hotel nos falta tiempo para darnos otra ducha. Entre el sudor, el barro, el cansancio... Ya vamos por las tres duchas diarias y porque no pasamos más a menudo por la habitación.
Comimos, descansamos un poquito y en marcha de nuevo. Otra tarde de templos esta vez menos conocidos pero tal vez por ello menos restaurados y frecuentados y por eso conservan una magia que los grandes casi han perdido.

Preah Khan
Primero el Preah Khan. Era casi una ciudad y albergaba un monasterio, una universidad... Ocupaba más de cincuenta hectáreas y estaba rodeado de fosos.

Preah Khan
Preah Khan
El templo de la espada sagrada del Rey está poco restaurado y la vegetación lo invade a la manera del Ta Prohm pero está mucho menos concurrido. Merece la pena tomárselo con tranquilidad y tratar de imaginar cómo era vivir allí en sus momentos de máximo apogeo.

Preah Khan
Impresionante. Ahora las ceibas abrazan sus muros y las telarañas cubren sus dinteles. Es cómo hacer un viaje en el tiempo.

Preah Khan
Como la mayor parte de los templos, también tuvo sus bibliotecas. Una de ellas conserva dos pisos con columnas que dan una idea del tamaño que debía tener.

Preah Khan
Protegido entre los muros del templo había un niño dibujando. Me paré a observarle porque no podía creer que las pinturas que allí tenía las hubiera realizado él. Pero el chiquillo siguió tranquilamente, concentrado en lo suyo y sin levantar la cabeza de su trabajo. Me dejó con la boca abierta.

Preah Khan
El Neak Pean o templo de las serpientes enrolladas es otro templo con un entorno increíble, rodeado por una zona inundada de la que emergen fantasmagóricos árboles muertos y pequeña vegetación.

Neak Pean
Es una de las ventajas de verlo en esta época del año. En la estación seca pierde parte de ese encanto.

Neak Pean
Se llega a él atravesando por unas pasarelas de madera. Así se alcanza un pequeño templo en una islita en medio de un estanque al que no se permitirá pasar de la entrada. Genial, así no había problema para hacer fotos sin gente haciéndose el recuerdo del viaje.

Neak Pean
El estanque central es una réplica del lago sagrado Anavatapta, fuente de los cuatro ríos sagrados en la mitología hindú. Los peregrinos acudían hasta aquí para rociarse con el agua sagrada.

Neak Pean
Cuando nos dirigíamos al siguiente templo pasamos por un puente desde dónde se podía ver a la gente pescando metida en el río. Paramos allí un rato. Era un espectáculo curioso de ver.


A la entrada de muchos de los templos hay grupitos tocando música tradicional. Sus componentes son mutilados por las minas que se ganan así el sustento para sus familias.

Neak Pean
Una gran parte del país sigue minado y de vez en cuando un campesino se despista y se sale de los caminos tradicionales...



En el Ta Som siguieron persiguiéndonos las niñas. Yo ya me moría de la risa y ellas se contagiaban pero no desistían de intentar vendernos sus pañuelos.

Ta Som
Éste es un pequeño templo edificado en la misma época del Ta Prohm y en el que lo más destacado es ver la puerta con las caras de Buda estrangulada por las raíces de un enorme baniano o higuera de Bengala.

Ta Som
Aquí empezó a llover. No habíamos cogido los paraguas ni los chubasqueros y la lluvia era tan fuerte que enseguida empezamos a calarnos...

Ta Som
Y así siguió hasta llegar al Mebon Oriental...

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Por la noche hemos cenado en un local en el que ofrecen bufet y bailes tradicionales por doce dólares. Me ha sorprendido agradablemente después del fiasco de la cena kantoke en Chiang Mai.

La cena ha sido muy buena y muy variada y los bailarines mucho mejores que los tailandeses. Éstos si que nos han gustado y ha sido mucho más barato. Lo único malo es que estaba al aire libre y los mosquitos aquí entran a matar. Relec a chorro.

Al llegar al hotel me he dado otra ducha y a dormir. Mañana va a ser un día muy largo. Nuestro avión sale a las ocho de la tarde y a pesar de que hemos intentado negociar con el hotel un check out late, no nos hemos puesto de acuerdo. Nos pedían casi lo mismo que por quedarnos un día más.

Así que supongo que demoraremos al máximo la salida de la habitación y luego nos quedaremos en la zona de recepción que tienen unos sofás muy cómodos y unos músicos tocando todo el día melodías camboyanas muy relajantes.

Después tendremos que coger un avión de Siem Reap a Bangkok y dos horas después otro que nos lleve ya desde Bangkok a Madrid...

Otras trece horitas de nada. Llegaremos en torno a las ocho de la mañana. Supongo que del aeropuerto iré a Chamartín a ver si puedo pillar un Ave prontito, pero todo eso ya es otra historia...

sábado, 3 de agosto de 2013

Camboya: En la capital del Imperio Jemer

Decir que tenemos más de treinta grados de temperatura puede que no impresione mucho, pero si es con un noventa por ciento de humedad se convierte en un infierno. En mi vida he sudado como aquí. Y yo pensaba que lo de Tailandia era calor húmedo. Esto no tiene comparación. A la media hora de salir esta mañana, y no eran más que las ocho y media, ya tenía la ropa pegada al cuerpo y el sudor haciendo hilitos por la espalda, las piernas y los brazos.

Angkor Wat
Pero se consiguen olvidar todas las incomodidades cuando aparece ante tus ojos Angkor Wat. Es inmenso, majestuoso, espectacular, asombroso...  No tengo adjetivos para describirlo.

Angkor Wat
A pesar de que el cielo estaba nublado y de que había cientos de personas paseando por sus patios y pasillos, tener esta maravilla allí delante no es comparable a nada.

Angkor Wat
Angkor Wat, el templo de la cuidad, está dedicado al dios supremo en el hinduísmo, Visnú, y lo mandó construir el rey Suryavarman II en el siglo XII. Sería el templo principal de una ciudad de un millón de habitantes, la más grande del mundo hasta la revolución industrial, y el lugar dónde reposarían sus cenizas.

Angkor Wat
Su torre central representa al monte Meru, centro del universo para esta religión, y alrededor de su muralla exterior discurre un foso que forma un rectángulo de mil quinientos por mil trecientos metros de largo, atravesado por un majestuoso puente que comunica con una calzada de piedra que constituye el eje central del complejo.

Angkor Wat
El templo está construído en laterita, abundante en la región, recubierta de arenisca que deberán traer desde los Montes Kulen, lugar sagrado dónde nacen los dos ríos que nutren de agua a la gran llanura de Angkor, y sin usar argamasa o cemento. Aún así la unión entre los enormes bloques es perfecta.

Angkor Wat
A ambos lados hay edificaciones como las bibliotecas y después unos estanques desde los que se obtienen las vistas más típicas del conjunto.

Angkor Wat
Los muros de las galerías interiores del templo están esculpidos con increíbles bajorrelives muy bien conservados que narran diferentes historias de la mitología hinduísta, del Ramayana y del Mahabharata o escenas de las creencias jemeres y que originalmente estaban recubiertos de oro.

Angkor Wat
En la galería este se pueden observar escenas del "batido del mar de leche". En él dioses y demonios compiten por la inmortalidad tirando de una serpiente o naga enroscada en una montaña en cuyo centro se halla Visnú.  Así hacen girar la montaña y "baten" el elixir de la vida, creando las "apsaras" o bailarinas.  De esta manera se narra la creación del universo según la mitología hindú.

Angkor Wat

Se puede acceder al santuario por unas empinadas escaleras y subir a la torre central, desde donde hay una buena panorámica del conjunto. Además aquí las paredes están decoradas con bajorrelieves de bailarinas o "apsaras".

Angkor Wat
Angkor Wat nunca se abandonó. Siempre hubo algún culto y la gente continuó rezando en su recinto. Todavía hoy se pueden observan monjes budistas con sus llamativas túnicas color naranja en los alrededores.

Puerta Sur
Tras salir del gran templo accedemos a Angkor Thom o la ciudad real atravesando la misteriosa Puerta Sur, un vano de veintitrés metros de alto coronado por cuatro cabezas.

Bayón
En el centro de Angkor Thom nos esperaba el Bayón, la montaña mágica, construído a finales del siglo XIII, bajo el reinado de Jayavarman VII.

Bayón
Lo más característico de este templo son sus treinta y siete torres con caras de Buda en sus cuatro lados que simbolizan las cuatro virtudes de Buda: la simpatía, la piedad, el humor estable y la igualdad.

Bayón
Tiene unos bajorrelieves increíbles en los muros exteriores del primer nivel, con más de diez mil personajes narrando escenas  cotidianas, históricas y mitológicas.

Bayón
El templo da la impresión de ser un laberinto de torres y pasillos, pero sigue un esquema perfectamente medido.

Bayón
Tras salir del Bayon hemos pasado por un templete con una estatua de Buda y llegado al Baphuon. Data del siglo XI y es de los más antiguos.

Baphuon
De estilo piramidal, debió ser un desafío arquitectónico por su tamaño y su altura y quizá por esto acabó derrumbándose en parte.

Baphuon
Un nuevo paseo por la jungla entre árboles, piedras, murallas y raíces, atravesando puertas apuntaladas de viejas murallas, nos conduce frente al Phimeanakas, otro templo pirámide que formaba parte del Palacio Real y que es lo único que se conserva de él porque, curiosamente y como la mayoría de las viviendas de la ciudad, estaba construido en madera.


El Phimeanakas, el palacio celeste, tiene una gran escalera central y está rodeado por un foso. Su aspecto es más salvaje quizá porque había menos gente.

Phimeanakas
Seguimos adelante por el interior de Angkor Thom, la gran ciudad real, el centro del enclave arqueológico. Está rodeada de murallas y fosos y se accede a ella a través de cinco puertas monumentales.


Pasando entre los dos grandes estanques reales de arenisca, uno lleno de plantas acuáticas y el otro un poco más limpio, nos hemos cruzado con unos niños monjes.


 Y, finalmente, nuestros pasos nos han llevado a la Terraza de los Elefantes y a la del Rey Leproso.


El calor es ya insoportable y nuestro paseo por el interior de la ciudad antigua ha hecho que estemos totalmente empapados de sudor y deshidratados.

Terraza de los Elefantes y del Rey Leproso
Por fin hemos parado para comer, pero antes he subido a la habitación a ducharme y cambiarme de ropa. Me sentía realmente sucia e incómoda porque con el sudor, el repelente de los mosquitos y el protector solar se forma una pasta asquerosa.

Después de un par de horas de descanso, por la tarde hemos estado más relajados: visita a un centro artesanal con su respectiva tienda, Artisáns d'Angkor, y el Museo Nacional de Angkor.

En la tienda tenían una gran variedad de objetos realizados artesanalmente por camboyanos, muchos de los cuales tenían alguna deficiencia física. Había, por ejemplo, muchos sordomudos. Sin embargo, y aunque tenían cosas realmente bonitas, era bastante caro.

En el museo, que curiosamente pertenece a una sociedad tailandesa, no sólo no dejan hacer fotografías en su interior, sino que te obligan a dejar el bolso fuera, en una habitación y sobre una estantería. Ni taquilla ni nada, eso sí, hay un chico al cuidado y te ofrecen una bolsita de tela para que guardes las pertenencias más valiosas.
Aun así el museo ofrece una extensa colección de esculturas y arte jemer. Una de las más espectaculares es la "sala de los mil budas"

Por último esta tarde hemos ido a darnos un masaje. Yo creía que era sólo de los pies y el pantalón que llevaba no tenía la pata muy ancha, así que he tenido que cambiarme porque resulta que el masaje era para las piernas enteras. Incluso nos han seguido un poco por la espalda. Ha sido realmente bueno, además mis tobillos comenzaban a estar de nuevo hinchados y ha resultado mano de santo, cuando he llegado al hotel estaban perfectos.