sábado, 21 de abril de 2018

Castillos de Valladolid. Valles del Esgueva y del Duero

Valladolid no sólo es el centro geográfico de Castilla y León sino que es la provincia de España que cuenta con un número mayor de castillos. Tiene tantos que los han agrupado en cuatro rutas diferentes. Desde luego no todos están bien conservados. Hay algunos que son poco más que un montón de piedras. Pero aún así creo que todo puede mejorarse y más en pueblos perdidos que podrían, sino vivir del turismo, si ver sus ingresos aumentados o por lo menos conservar parte de la  población, la historia y el arte de sus lugares.


Saliendo de Valladolid al primer castillo que vamos es eso, poco más que un montón de piedras sobre un pequeño cerro a la entrada del pueblo. De hecho yo no sabía ni que existía. Pero quería ver la cara y la cruz de los castillos de la provincia. Se trata de el castillo de San Martín  de Valvení, que data del siglo XIII. En el siglo XV perteneció a los Zúñiga y posteriormente a los Alburquerque, Guzmán, Portocarrero y Camarasa. Fue precisamente el marqués de Camarasa el que, a mediados del siglo XX, mandó desmontar y acarrear los sillares del castillo para construir una pesquera y otras dependencias  en la granja de Quiñones, abajo junto al Pisuerga. 



Del resto se ocuparon los vecinos del pueblo, que enterraron buena parte de los muros  supervivientes como firme de sus calles.  Una verdadera lástima que prácticamente se haya perdido un castillo  en el que, por ejemplo, descansó el emperador Carlos V durante uno de sus viajes. Hoy el pueblo son poco más de una docena de casas arracimadas y por sus calles no se escucha nada más que el balido de las ovejas, el ladrido de los perros, algún gallo con su kikiriki y los pájaros. Desde luego, un remanso de paz en un bonito entorno.



A pesar de ser un sábado por la mañana no me he cruzado con ni una sola persona en todo el pueblo. Los únicos que me han recibido ladrando alegremente han sido un perro pastor y un galgo que andaban en las cercanías del castillo con unas ovejas.



Y ya hemos ido hacia el Valle del Esgueva. Es una zona de páramos al norte de la provincia de Valladolid que en esta época están del color verde brillante de los cereales que aún no han empezado a secarse. Las carreteras son buenas y muy tranquilas, casi no se ven coches, sólo algún tractor.




Villafuerte de Esgueva se encuentra en un altozano sobre el valle del río. Es un pueblo pequeño, no llega a los 100 habitantes. Su castillo, el de los Garci Franco de Toledo, es del siglo XV, gótico, de corte señorial y sigue el patrón de la denominada Escuela de Valladolid. Tiene planta cuadrada de piedra de sillería, torres cilíndricas con matacanes en tres de sus esquinas y una gran torre del homenaje ocupando la cuarta, adornada con torrecillas semicirculares. Se halla rodeado por lo que podrían ser restos de una muralla. 



Perteneció, como indican los escudos de armas, a Garci Franco de Toledo, de linaje converso y contador del reino que intervino en las intrigas palaciegas de finales del siglo XV junto al Conde de Benavente. Precisamente las trazas del castillo, que imita al de Portillo, se deben posiblemente al arquitecto del conde, García de Labe. 




El castillo, alguna de cuyas dependencias permanecerán abiertas hasta el siglo XX, fue adquirido en 1983 por la Asociación de Amigos de los Castillos. Desde entonces se encuentra en proceso de restauración y está abierto a las visitas públicas. Pero tuve la mala suerte de que el día que llegué, por la mañana estaba cerrado. Preguntamos en el pueblo pero nos dijeron que estaban de excursión. No sé qué querrá decir eso exactamente pero lo cierto es que en el castillo no había nadie y no pudimos verlo por dentro. Pero desde luego por fuera es espectacular.




Canillas de Esgueva tuvo un castillo. O eso parece. Hoy en día los torreones que se divisan desde la distancia resultan un poco un poco anacrónicos. Porque no son torreones, en realidad son los cubos cilíndricos, muy altos y muy delgados que hasta 1970 sujetaban un lienzo de la torre del castillo, en todo lo alto de un cerro horadado de bodegas.



Las ruinas que podemos contemplar corresponden a una edificación de finales del siglo XV y principios del XVI y quizá de la escuela de Valladolid, que defendía la población como parte de la línea estratégica levantada a lo largo del valle. Pudo haber una primera edificación de finales del siglo IX, cuando se inicia la expansión del Condado de Castilla.




Casi al lado de Canillas de Esgueva se encuentra Encinas de Esgueva, algo mayor que los dos pueblos anteriores, ya que este casi llega a los 300 habitantes. 
Desde fuera su castillo parece que está perfecto, pero por dentro dicen que es decepcionante. Tampoco estaba abierto.



El castillo de los Aguilar fue mandado a construir a finales del siglo XIV por don Diego López de Estúñiga, Justicia Mayor del Rey. De planta aparentemente cuadrada consta de torre del homenaje y tres falsas torres formadas por la elevación de los muros almenados, barbacana y foso de piedra. Un puente sobre un arco de medio punto serviría de acceso. 



Enrique III el Doliente pasó largas temporadas aquí durante los primeros años de su enfermedad. En 1571 lo adquirió don Pedro del Río Aguilar. Construyó en su interior un patio renacentista y colocó su escudo en las esquinas sur y oeste. Aquí murió Isabel de Cascales, su mujer. En 1709, Antonio Aguilar Zuazo, nieto de los anteriores, obtuvo el título de Conde de Encinas. 



En 1850 estaba habitado y era propiedad del Marqués de Lorca. Alrededor de 1950 su propietario, Cándido Moyano, lo vendió al Ministerio de Agricultura
Entre 1958 y 1960 fue restaurado y posteriormente convertido en silo. Actualmente sirve de centro para actividades sociales y culturales del municipio.



Dejamos el páramo y el valle  del  Esgueva para bajar hacia Curiel que ya está en plena Ribera del Duero. Lo que más sorprende de este pequeño pueblo es que no tienen uno sino dos castillos. El más conocido está en lo alto de una roca al estilo del vecino de Peñafiel y el otro está abajo, en el pueblo. 



De este último apenas queda poco más que una majestuosa fachada de piedra. Se trata de el Palacio-fortaleza de Don Diego López de Zúñiga, uno de los personajes más destacados de la segunda mitad del siglo XIV y las primeras décadas del XV. Fue descendiente de Iñigo Arista, primer rey de Navarra, camarero del rey Juán I, Justicia Mayor de Castilla con Enrique III y Consejero de la Regencia de Fernando de Antequera durante la minoría de edad de Juan II. 



Aunque los Zúñiga fueron sus señores hasta el siglo XVII, la vida de esta construcción ha sido muy azarosa ya que pasó por la casa de Béjar y la de Osuna. En 1862 Mariano Téllez de Girón, doceavo Duque de Osuna, vendió el palacio al letrado liberal Indalecio Martínez Alcubilla, quien a su vez vende sus propiedades a Rafael Yagüe. Uno de sus hijos, Agustín Yagüe, en 1919 manda desmontarlo casi por completo dispersando buena parte de sus elementos decorativos, yeserías, muebles, carpinterías, etcétera por toda España e incluso Estados Unidos. 



El edificio es el característico ejemplo de palacio fortificado propio del final de la Edad Media, de planta cuadrada con torres en las esquinas. El interior se organizaba en torno a un patio porticado de planta cuadrada distribuyéndose a su alrededor una serie de estancias decoradas con ricas yeserías de factura mudéjar y techumbres cubiertas con artesonados pintados.


El otro castillo, que se ve a muchos kilómetros de distancia, es el más antiguo y el que está a mayor altura de la provincia. Se piensa que ya fue fortificación en tiempos de los romanos, pero la mampostería es del siglo IX y conserva restos de un importante recinto amurallado. Fue propiedad de varios reyes castellano-leoneses: Alfonso VII, Alfonso VIII, Alfonso IX, Fernando III el Santo, Alfonso X el Sabio, Sancho IV el Bravo, Alfonso XI, Pedro I el Cruel, Enrique II de Trastámara... Además constituyó dote matrimonial de la reina Leonor de Plantagenet, de la infanta Estefanía, de doña Berenguela de Castilla, de doña Violante, etcétera. 



Durante 200 años fue prisión de nobles y reyes. Entre sus muros estuvieron presos Jaime IV de Mallorca, el infante Don Juan, el Conde  Pembroke y Diego de Castilla, hijo de Pedro I y prisionero en Curiel durante 54 años, desde los 11 a los 64 en que fue liberado y trasladado a Coca. 
Las piedras de este castillo han sido testigos presenciales de la reconquista al Islam y la repoblación del valle del Duero de los siglos IX al XI.


Hoy se puede subir cómodamente en coche porque el castillo está restaurado y se ha instalado un hotel en él. Pero la verdad es que está situado en un cerro a 927 metros de altura y era prácticamente inexpugnable así que cuesta trabajo pensar como pudieron construirlo en ese lugar con los medios que en aquella época había.




Y finalmente llegamos a Peñafiel. Y qué puedo decir de su castillo, sí me parece uno de los más bonitos que he visto. Ahí en lo alto vigilando todo el valle. Por su forma muchas veces se le ha comparado con un barco de piedra.



Pues eso, que es considerado como uno de los castillos  más bellos de la Edad Media española, el típico castillo roquero. Fue edificado entre los siglos IX y X  siendo pieza importante durante la conquista definitiva de la plaza por el conde castellano Sancho García en el año 1013. Posteriormente fue reedificado en la época del infante don Juan Manuel, señor de la villa y poeta famoso. La fisonomía actual del castillo corresponde a las reformas realizadas en el siglo XV.


La primera vez que lo vi no estaba restaurado y estaba vacío por dentro. El lado más grande era simplemente un patio y el más pequeño tenía un aljibe y mucha vegetación. Solamente se conservaba en buen estado la torre y aún así estaba vacía. Cómo esta vez no he entrado no puedo decir nada de cómo está ahora pero supongo que habrá cambiado mucho mucho desde que instalaron en él el Museo del Vino. Y prometo que la próxima vez que venga, que será pronto, entraré.



Antiguamente hubo otro castillo en Peñafiel, el Alcázar de Alfonso X, que se encontraba donde hoy en día está el Convento de San Pablo que se construyó en el siglo XIII, junto al río Duratón. Y durante XIV se convirtió en monasterio. Lo único que queda del Alcázar es la base de un antiguo torreón que hoy sujeta la espadaña de piedra de dos cuerpos, y el patio de armas, que actualmente es el claustro del convento. Al lado del altar mayor se conservan en una urna de piedra los restos del infante don Juan Manuel junto a una urna de madera que contiene los restos de Juana de Aza, madre de Santo Domingo de Guzmán.



Y no puedo olvidarme de uno de los lugares más emblemáticos de Peñafiel, la medieval Plaza del Coso, dónde siguen celebrándose festejos taurinos cada año en agosto y desde la Edad Media. Están documentados festejos taurinos ya en 1433, lo que hace que sea una de las plazas de toros más antiguas de España.



Está formada por 48 casas y se accede a ella por dos lugares diferentes, por una calle y por un pasadizo. Los balcones de la plaza están adintelados y son de los siglos XVIII y XIX, de madera y decorados con arabescos. La función de estos balcones desde su origen hasta hoy es la de servir de lugar para presenciar los espectáculos y son uno de los pocos ejemplos que perduran del "derecho de vistas", según el cual las familias poseen y heredan el derecho a disfrutar de ellos durante los espectáculos que se celebren aunque no se posea la propiedad de la casa.


Por supuesto en todos los pueblos que hemos recorrido hoy hay muchas más cosas que ver, sobre todo imponentes iglesias y monasterios. Pero hoy se trataba de castillos...  y ya toca volver hacia Valladolid.