viernes, 27 de octubre de 2017

Aragón: Sos del Rey Católico, Sádaba, Layana y Uncastillo

Ya de noche llegamos a Sos del Rey Católico. El gps nos mandó por la peor opción posible, una carretera, la A-1601, que pasaba un puerto y por la que pocas veces podíamos circular a más de 20 kilómetros por hora. Lo bueno, que hemos pasado por un par de pueblos que nunca hubiésemos visto de otra forma.





Salimos a cenar y a pasear por el pueblo. Es como estar en la Edad Media. Las calles solitarias, silenciosas y tenuemente iluminadas. Una maravilla. Aunque a veces teníamos que alumbrarnos con el móvil para no caer por las escaleras.





Por la mañana hemos caminado por la judería, con calles como "Sal si puedes" o la Plaza de la Sartén. La comunidad judía se estableció aquí partir del siglo XII, en el conocido actualmente como "barrio alto". Eran unas 30 casas en torno a una calle principal desde la cual surgen calles que nos llevan a las arterias principales de Sos y a callejones sin salida, como la calle Sal si puedes.



Uno de los pocos abiertos del barrio judío es la Plaza de la Sartén. Agricultores, artesanos y prestamistas, los judíos fueron aproximadamente un 10% de la población de Sos. La comunidad judía desaparece de la villa en 1492 cuando los Reyes Católicos firman el decreto de expulsión y parece que la mayoría optaron por mantener su religión y marchar al vecino reino de Navarra.


Muy cerca se encuentra el Palacio de Sada, el lugar de nacimiento del Rey Fernando El Católico porque su madre, la reina Juana, quería que naciera en el reino de Aragón. Hoy es la Oficina de Turismo y organizan visitas guiadas por el pueblo.
Pasamos por la Plaza de la Villa, el centro de Sos y el lugar desde el que arrancan las calles principales. Lo más antiguo de la plaza es el soportal donde se realizaba el mercado en la Edad Media. En el punto de unión de los arcos interiores se conserva la hendidura de la vara aragonesa o vara jaquesa, la medida de longitud utilizada en esta zona hasta el siglo XIX.



El edificio clave del conjunto de la plaza es el Ayuntamiento renacentista del siglo XVI, sobre cuya puerta de acceso encontramos el escudo de la villa. Junto al ayuntamiento, en la calle que sube hacia el castillo, se halla la Lonja medieval, el lugar de reunión del Consejo hasta la construcción del Ayuntamiento y el espacio donde realizar mercados mayores. Por último, y también en la plaza, el colegio Isidoro Gil de Jaz del siglo XVIII.



Subimos a la Iglesia de San Esteban, situada junto al Castillo, cuya cripta de Santa María del Perdón data del siglo XI y conserva unas preciosas pinturas góticas. La portada de la iglesia es románica, del siglo XII y está algo deteriorada por la acción del viento y la lluvia. Y el interior de la iglesia románica es una maravilla de tres naves rematadas en tres ábsides semicirculares.




No pudimos hacer fotos del interior donde, además. se conservan la pila bautismal del siglo VIII donde fue bautizado Fermando el Católico, el románico Cristo del Perdón, la sillería del coro del XVI y el órgano rococó.  Se encarga de enseñar el conjunto un vecino del pueblo, Sotero Lara, un hombre encantador y enamorado de su iglesia y que, aunque es autodidacta, conoce cada detalle de la historia y del arte que atesora San Esteban.



El castillo de Sos está en la cima de la Peña Feliciana, el punto más alto de la villa. En este lugar, en el siglo X, el reino de Pamplona construyó una fortificación principalmente de madera para frenar el avance musulmán que sería el germen de la actual villa. Junto a ella se construyó la iglesia de San Esteban del siglo XI, y en torno a ese conjunto irá creciendo Sos. El castillo fue una plaza estratégica fronteriza durante toda la Edad Media, primero entre cristianos y musulmanes, y desde el siglo XI entre los reinos de Aragón y Navarra. En la actualidad se conserva el último reducto amurallado y la Torre del Homenaje del siglo XII.



Volvimos al coche paseando por las calles en dónde se han rodado series como La Catedral del Mar o películas como La Vaquilla y que se adornan con las esculturas en bronce de sillas con los nombres de los actores que participaron en la película de Berlanga. En total son doce sillas mas la escultura del director, a la entrada del túnel de la cripta de San Esteban.


Pasamos por Castiliscar y paramos solamente un momento para ver el castillo del siglo XII situado sobre un cerro en lo más alto del pueblo. Y seguimos hacia otra de las Cinco Villas, Sádaba. El castillo de Sádaba fue construido, tal como lo conocemos hoy, en época del rey Sancho VII de Navarra, en la primera mitad del siglo XIII. Este imponente monumento levantado en piedra sillar domina toda la villa, y presenta una planta rectangular de 1000 metros cuadrados. 



De sus siete torres almenadas sobresale en el muro suroeste la Torre del Rey. En el interior se encuentra el aljibe, en el centro del patio de armas, y la capilla  cisterciense. El adarve o paseo de ronda permite la vigilancia de todo el perímetro del edificio. Tras varios siglos de abandono, el castillo ha sido restaurado para devolver al edificio su esplendor medieval.



Junto al castillo, orientado hacia el norte, se encuentra un antiguo nevero o pozo de hielo que permitía el almacenamiento y la conservación del mismo para su consumo en verano. La nieve compactada se alternaba con paja para facilitar su conservación y posterior troceado. Estos ejemplos de arquitectura popular comienzan a principios del siglo XVI y dejan de utilizarse al principios del siglo XX, cuando aparece la fabricación artificial de hielo.



La Iglesia de Santa María, de estilo gótico levantino, destaca por su torre de tres cuerpos. Lamentablemente estaba cerrada. Un vecino nos contó que antes estaba siempre abierta pero que tras unos cuantos robos decidieron que unas mujeres del pueblo se quedarían cuidándola. Pero cuando no pueden, pues está cerrada. Una pena.


También nos enseñó un precioso balcón decorado con piñas y nos contó lo difícil que resulta mantener y restaurar las casas antiguas sin ayuda... Tal vez por eso y por la despoblación había muchas casonas en ruina y otras modernas que afeaban lo que adivinaba que  podía haber sido un bonito casco antiguo, ya que historia no le falta a este pueblo que fue conquistado a los musulmanes por Alfonso I el Batallador en 1091.




Layana es un pequeno pueblo de  poco más de cien habitantes. A sus casas de piedra  y a la iglesia románica Santo Tomás se añade el Torreón de Layana, gótico del siglo XIII y que en sus veinte metros de altura y tres plantas alberga un museo dedicado a la agricultura. Muy cerca del pueblo está el yacimiento arqueológico de Los Bañales, con unas termas y los restos de un acueducto, pero lo dejamos para otra vez.





Llegamos a Uncastillo a mediodía. También forma parte de las Cinco Villas y es uno de los conjuntos histórico artísticos más importantes de Aragón. Aunque parece que hubo asentamientos humanos desde la prehistoria y se sabe que la villa cambió de manos varias veces entre musulmanes y cristianos entre los años 713 y 971, las primeras referencias documentales son del siglo X, cuando se reconstruyó el castillo en lo alto de la Peña Ayllón, en la confluencia de los ríos Riguel y Cadenas sobre una primera fortaleza musulmana.






Sin embargo su momento de máximo esplendor fue el siglo XII, durante el cual se construyeron hasta ocho iglesias románicas y se dio forma a su casco urbano. Quizá la iglesia más importante de Uncastillo sea la de Santa María la Mayor, de una nave cubierta con bóveda de cañón, una espectacular portada meridional y una torre gótica.





Uncastillo reúne además unas cuantas casonas de piedra que pertenecieron a las familias nobles afincadas en la villa, con escudos en las fachadas y portalones. Y el Ayuntamiento renacentista, con una fachada de tres alturas ricamente decorada con las virtudes, grutescos y medallones con bustos.




Pensábamos comer en un restaurante que hay cerca del ayuntamiento pero, a pesar de ser fin de semana, estaba cerrado. Preguntamos a una señora que volvía de hacer la compra y nos habló de un bar a las afueras del pueblo en el que ponían menús sencillos y baratos. "Comida de madre", nos dijo. Y así fue. Unos macarrones y una ternera guisada y tras tomar un café bien cargado para que no me diera sueño conduciendo, salimos para Tarazona.

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