miércoles, 25 de octubre de 2017

Aragón: Loarre, los Mallos de Riglos y San Juan de la Peña

Hoy pensábamos haber ido a Jaca y a la Estación de Canfranc, pero nos quedamos sin entradas para la visita guiada de la estación, así que lo dejamos para ir mañana. Con el cambio, hoy hemos madrugado para poder llegar al Castillo de Loarre a las 10:30.




El Castillo de Loarre es uno de esos lugares que tienen una magia especial. Su emplazamiento, su historia, todo contribuye a hacer que la subida a la fortaleza haga que pierda la noción del tiempo.




El primer recinto defensivo lo manda construir Sancho III el Mayor de Navarra en 1020 a arquitectos lombardos, como defensa de los territorios cristianos y punta de lanza en la conquista del territorio musulmán, ya que desde el promontorio donde está, al final de los Pirineos, se domina todo el llano y el castillo musulmán de Bolea, que protegía el camino a Huesca.




En 1071 es ya el segundo rey de Aragón, Sancho Ramírez, el que ordena su ampliación y reforma para acoger en su interior el monasterio de San Agustín. De esta época data la impresionante iglesia y Capilla Real románica de San Pedro, de una sola nave rematada en un ábside semicircular que está coronado por una gran cúpula. Destaca la decoración de los capiteles con escenas de la Biblia, vegetales o de figuras fantásticas.




Como buen castillo medieval también tiene sus leyendas y sus fantasmas. Una de las historias más conocidas es la del Conde Don Julián, que habría estado preso aquí en el siglo VIII y cuya hija fue raptada por el último rey visigodo, Don Rodrigo, dando origen a la invasión musulmana (complicado porque el castillo es del siglo XI).




Otra leyenda es la de Doña Violante de Luna, sobrina del Papa Benedicto XIII, que dejó su monasterio para ser tenente del castillo y defenderlo de sus enemigos. Se cuenta que nunca pudo encontrarse su tumba y que su fantasma vaga por las almenas del castillo en las noches de luna llena.



La decadencia de Loarre llega pronto, puesto que a la muerte de Sancho Ramírez y ante el avance de la conquista, su hijo Pedro I traslada el centro de poder al Castillo de Montearagón cerca de Huesca.
El moderno centro de Interpretación está muy bien y pudimos ver un audiovisual acerca de la historia del castillo y descansar en la terraza de la cafetería con unas preciosa panorámica de Loarre.




De camino a San Juan de la Peña paramos en Riglos, que parece un pueblo de juguete bajo los altísimos Mallos de Riglos. Allí me la jugó una vez mas el gps y terminé atascada en un camino que era poco mas que una empinada senda, con el agua corriendo por uno de sus lados... mi coche no es un todoterreno, todo lo contrario, y sólo conseguí salir después de mucho rato de maniobras y porque un chico que hacia senderismo con su madre me echó una mano y empujó un poco. Menos mal que en los peores momentos encuentras gente dispuesta a ayudar.



Llegamos a San Juan de la Peña después de comer. Desde luego es otro de los lugares míticos del antiguo Reino de Aragón. Un monasterio románico, panteón de reyes y rodeado de leyendas. Supongo que la más importante es la que lo relaciona con el Santo Grial que hoy en día se conserva en la catedral de Valencia, aunque aquí hay una reproducción.




El origen del Monasterio de San Juan de la Peña se pierden en el tiempo. Puede que empezara siendo refugio de eremitas. Hay datos de un primer monasterio del siglo X, pero es Sancho el Mayor de Navarra el que manda erigir en el siglo XI un monasterio que llegaría a ser el más importante de la zona al convertirse en el favorito de los reyes de Aragón, que tuvieron aquí su panteón real.




La visita comienza en la iglesia prerrománica, con pinturas murales del siglo XII. Y sobre ella, en el piso superior, la iglesia románica, con una nave única y cabecera de tres ábsides. Pero quizá lo que más llama la atención es el claustro románico, cuyos capiteles representan escenas que abarcan desde el Génesis al Nuevo Testamento.





Se pueden hacer varios tipos de visita pero nosotros sólo cogimos la del Monasterio Viejo, guiada, aunque primero tuvimos un tiempo para recorrerlo solos.
Llenamos a Jaca al atardecer tras unos momentos para contemplar la panorámica desde el Mirador de Santa Cruz de la Serós.

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