miércoles, 18 de mayo de 2016

Costa Rica: Parque Nacional Manuel Antonio

Hoy tenemos contratada una visita guiada por el Parque Nacional Manuel Antonio. Han venido a buscarnos a las 8 de la mañana y hemos tardado muy poco en llegar a la entrada del parque, porque está muy cerca del hotel. El precio de la entrada para los extranjeros es de 16$ (unos 14€).




El parque tiene muchos senderos, pero el que hemos hecho con el guía es el Sendero Perezoso, ancho, bastante llano, vamos que sin ninguna dificultad. Decir que estaba petado es poco. Parecía el metro de Madrid en hora punta.



Lo bueno es que los guías se iban pasando información acerca de los bichos y así hemos podido localizar unos cuantos. Y lo mejor de llevar guía es que van armados de prismáticos y telescopios y, una vez localizado el animalillo, pues se ve genial.



Hemos podido ver un venado de cola blanca, un cangrejo de tierra de preciosos colores, un perezoso de dos dedos, monos congos o aulladores, una araña que, no se de que especie sería, pero que lucía unos dibujos y unos colores espectaculares, plantas, orugas, iguanas, varias clases de mariposas...




El paraje está localizado en la costa del Pacífico costarricense, hacia la mitad y fue el hogar de los indios Quepoa, que dieron su nombre a la ciudad de Quepos. Las tierras pertenecieron a la United Fruit Company hasta que en 1972, y gracias a la presión del pueblo, fue adquirido por el Estado y se creó el parque.



El Sendero Perezoso termina en un cruce desde el que hemos bajado a la Playa Manuel Antonio, calificada en 2013 como la mejor playa de Centroamérica, según Tripadvisor.  Allí había bastante gente bañándose, pero nosotros hemos seguido hasta el final de la playa.



Allí hay un mirador llamado La Trampa de Pesca, en un lugar donde los indios Quepoa, antiguos habitantes de la zona, construyeron un estanque con palos y piedras del que aún quedan restos. Con la subida de la marea se llenaba de agua y peces y ya no tenían más que recoger sus presas.



Justo ahí salen dos senderos: el que va a Punta Catedral y el que va a la Playa Espadilla Sur. Nosotros hemos encontrado unos mapaches, bastante comunes en el parque y que han aprendido a no asustarse con los humanos. Comen de todo, desde ranas a frutos y no le hacen ningún asco a nuestros alimentos.




Está prohibido entrar al parque con comida y hemos podido comprobar la razón: los mapaches han descubierto unas chocolatinas entre las pertenencias de unos bañistas y, en un visto y no visto, se las han llevado. Y parece ser que con este tipo de comidas tienen problemas de malformaciones en la gestación.



De vuelta a la entrada del parque hemos visto un basilisco, más monos capuchinos y sapos (uno de ellos era un gigantesco sapo toro).



Y yo he decidido que, aunque la visita guiada terminara, era demasiado pronto y había muchos sitios que ver todavía, así que me he despedido del guía y nosotros hemos seguido por nuestra cuenta.


Primero nos hemos internado por el Sendero de la Catarata, 678 metros de ida de dificultad media, con bastantes rampas y escalones. De los que hemos hecho es el que menos merece la pena.



Es bonito pero la catarata es cuestión es un chorrillo. Lo más destacado ha sido que hemos encontrado una Rana Flecha verde y negra. Es una rana venenosa que tiene tiene las glándulas del veneno ubicadas en toda la superficie del cuerpo. Los indios extraían el veneno para colocarlo en sus flechas.


El siguiente sendero que hemos seguido es quizá el más duro del parque. Es el Sendero del Mirador, casi un kilómetro de ida, de dificultad media-alta, con muchas rampas y cientos de escaleras. Pero creo que éste sí que merece la pena el esfuerzo.




Por el camino se ve muchísima mas fauna: familias enteras de monos, montones de cangrejos de tierra, orugas de colores, hormigas cortadoras que cargan con grandes trozos de hojas a sus espaldas que usan para cultivar unos hongos de los que se alimentan y que construyen hormigueros del tamaño de una cancha de baloncesto y cinco metros de profundidad... Y casi sin gente, escuchando sólo los sonidos del bosque.



Las vistas del Mirador que hay al final son increíbles. Se ve la Punta Serrucho, llamada así por su forma quebrada e irregular, consecuencia de haber surgido en una falla tectónica.
Es un lugar perfecto, sólo faltaban unas bebidas frescas. Se nos había acabado el agua y la sed apretaba.



Hemos descansado un rato, nos hemos relajado y, aunque daba mucha pena dejar un lugar así, nos hemos puesto de nuevo en ruta enlazando por el Sendero los Congos con el Sendero de las Playas Gemelas.



Es una playa dividida en dos por una formación rocosa. Sigue cambiando con el tiempo a causa de los vientos, las corrientes marinas y los movimientos de placas tectónicas y estaba desierta. Bueno, no exactamente. Había una iguana al sol. Daban muchas ganas de quedarse allí tumbados en la arena a la sombra de los árboles y escuchando los sonidos del mar y la selva.



Seguimos el Sendero de Puerto Escondido, casi 400 metros de dificultad media de ida que a estas alturas ya pesan mucho. Y no se si decir que merece le pena o no. Quizá es que ya estaba muy cansada pero ya no me ha gustado tanto, a pesar  de que también es muy bonito.



Además ha empezado a nublarse y a escucharse truenos y hemos salido pitando. Bueno, es un decir, porque hay que volver sobre nuestros pasos hasta las Playas Gemelas y luego enlazar hasta la Playa Manuel Antonio. Desde allí de nuevo por el Sendero Perezoso. Hemos salido del parque hechos fosfatina, pero ha merecido la pena. Lo único que siento es que me han quedado un par de senderos...


Hemos cenado en el restaurante del hotel. Si hubiéramos tenido que salir creo que no hubiésemos tomado nada. Pero la comida estaba muy buena y los camareros muy majos... Aunque por ser el último día nos hemos relajado demasiado en el comedor terraza y los mosquitos no han perdonado.


Cuando íbamos a acostarnos, pronto porque mañana a las ocho nos recogen para ir al aeropuerto de San José y nos vamos a pasar todo el día de viaje de vuelta, encontré una cucaracha en el baño, tamaño XXL como no podía ser menos, y hemos estado de cacería. Seguro que los vecinos han podido oir nuestros gritos y risas. Para despedirnos de Costa Rica.

martes, 17 de mayo de 2016

Costa Rica: Del Volcán Arenal a Manuel Antonio

Esta mañana seguía todo mojado, la camiseta, los pantalones, los calcetines... He tenido que empaquetarlo en bolsas de plástico y a la maleta. Un desastre. Como ayer, ha amanecido con una niebla densa y caliente, como una sauna. Y por supuesto el volcán Arenal no se veía...


Nos ha recogido a las 7:30 un minibus que va parando por toda la zona de Arenal y el pueblo de La Fortuna, muchas veces en lo que parecen casas particulares que alquilan habitaciones. El conductor nos ha dicho que el trayecto es de aproximadamente 5 horas y que haremos una parada en el camino para comer.


Pero nuevamente la descoordinación de las agencias y los errores en las reservas nos la han jugado y a unos 15 kilómetros de La Fortuna hemos tenido que parar a esperar a tres personas a las que tenían que haber recogido y no lo habían hecho. El conductor se ha disculpado y dicho que podíamos presentar una queja... No lo sé, pero desde luego y hasta ahora todos los días hemos tenido incidentes parecidos: retrasos, olvidos, confusiones...


Tras casi cuatro horas de viaje por carreteras de montaña atravesando paisajes preciosos llegamos a Punta Arenas, donde paran dos chicas norteamericanas.



Punta Arenas es uno de los puertos marítimos más importantes del país, tiene importantes industrias y es una de las zonas más turísticas de Costa Rica por sus playas y por ser parada de cruceros. Su playa tiene tres kilómetros de longitud y su arena es oscura y con palmeras, cocoteros, ficus...



Aprovechamos para bajar, estirar un poco las piernas y hacer las primeras fotos del Pacífico. En la playa apenas había gente, pero en los alrededores vimos tipos curiosos, como uno que estaba comiendo y llevaba a su perro en un carrito de bebé.


Poco después, bajando por la Carretera Pacífica Fernández Oreamuno (yo no tengo la culpa del nombre) paramos en un restaurante típico con tienda de recuerdos llamado El Jardín. Está bastante bien y la tienda de regalos es de las mejores que he visto en Costa Rica.




Unos kilómetros más adelante, en el puente sobre el río Tárcoles, paramos unos minutos a ver una colonia de cocodrilos de al menos cuatro o cinco metros. Incluso desde lo alto del puente parecían enormes.



Este río es parte del habitat del Cocodrilo Americano y en sus inmediaciones es fácil ver, además, caimanes, basiliscos o cherepos e iguanas. Y al lado de los cocodrilos había unos zopilotes o buitres negros amaricanos.



Seguimos la carretera Costanera Sur hasta Jacó, un pueblo turístico del Pacífico muy popular, sobre todo entre los habitantes de San José, con una playa de mas de tres kilómetros, donde ha bajado otra pareja. Esto es como un autobús de línea. Después hemos parado a dejar gente en Quepos y finalmente llegamos a Manuel Antonio. Nuestro hotel era el último. Siete horas de viaje.


Tras dejar las cosas en la habitación, que está frente a la piscina y guardada por una gran iguana, hemos bajado a la playa Espadilla y paseado hasta el límite del Parque Nacional Manuel Antonio.




Todavía nos ha dado tiempo de ver atardecer en el mar. De vuelta al hotel el alboroto que montaban nos ha avisado para poder hacer unas fotos a unos monitos titís en los arboles tomándose su cena. Creo que eran mangos.