viernes, 27 de noviembre de 2015

Cástulo y Baños de la Encina

Cástulo fue una importante ciudad ibera, Capital de la Oretania y citada por Plinio el Viejo  en sus escritos sobre Hispania. Está situada en las cercanías de Linares y se accede siguiendo la JA-4002 en dirección a Torreblascopedro. Hay un moderno centro de interpretación atendido por un personal muy amable.


Cástulo permanece poblada desde del III milenio aC, ligada a la llamada "Cultura de los Silos", hasta el siglo XV, en que se abandona en favor de Linares y Baeza y se ordena la demolición de las murallas y otros restos.


Durante la Edad del Bronce, Cástulo se erige como un destacado centro minero con la explotación de yacimientos de cobre, plomo y plata, formando parte de la cultura tartésica  y atrayendo a comerciantes griegos y fenicios.


En el período ibérico la ciudad es un recinto fortificado u oppidum y  pasa a ser la capital de la Oretania, que extiende sus fronteras desde Ciudad Real, en el norte, a Málaga, en el sur, y desde Cartagena, en el este, a Gibraltar, por el oeste. Acuña moneda propia y se alía con Cartago en la II Guerra Púnica, cuando Aníbal se casa con la princesa ibera Himilce.


Tras la victoria romana, Cástulo, que había abandonado a sus aliados cartagineses en el último momento aliándose con el general romano Escipión, adquiere la condición de ciudad libre e inmune, hasta que, en época imperial, pasa a ser municipio de derecho latino. Se construyen nuevos edificios: un teatro, un anfiteatro, templos, termas...


En época visigoda la decadencia de la ciudad es palpable y muchos de sus edificios son usados como cantera para la construcción de Baeza. Muestra de ello es la fuente de la Plaza del Pópolo, con los leones y la estatua de Himilce.


Con los musulmanes Cástulo prácticamente desaparece, sobre todo a raíz de la fundación de Bury al-Hamma (Baños de la Encina), y, aunque hay un pequeño repunte con la conquista cristiana entre los siglos XI y XIII, de cuya época data el castillo de Santa Eufemia, poco después es abandonada definitivamente y desaparece la que fue una de las ciudades iberorromanas más importantes.


Baños de la Encina es un pueblo que no sé porqué no es más turístico. Tal vez eso sea una ventaja porque se puede visitar con mucha tranquilidad.


Tiene uno de los castillos, el de Burgalimar, más espectaculares de la provincia de Jaén, construido en tapial por los almohades. Su tamaño es considerable, ya que era un castillo que se destinaba para acuartelar tropas y no a vivienda de un señor. Su situación sobre un altozano que domina todas las tierras que lo rodean controlaba los accesos al Valle del Guadalquivir.



Tuvimos la inmensa suerte de que, a pesar de llegar tarde y de que ya había terminado la hora de la visita, la guía, una señora encantadora del pueblo, accedió a enseñárnoslo porque nos dijo que la daba mucha pena que nos fuéramos sin conocer por dentro del castillo de su pueblo.



El Castillo de Burgalimar es una fortaleza omeya mandada construir en el siglo X por el califa de Córdoba Al-Hakam II, con catorce torres originales y una Torre del Homenaje añadida por los cristianos tras su conquista. Es por eso uno de los castillos musulmanes más impresionantes y mejor conservados de España, Monumento Nacional desde 1931.



Durante siglos el castillo pasó de manos musulmanas a cristianas hasta su definitiva conquista por las tropas de Fernando III, que encargó su defensa a la Orden de Santiago. Durante el siglo XIX el castillo sufre los efectos de la invasión napoleónica y posteriormente es utilizado como cementerio municipal.




En su interior se han encontrado restos de un asentamiento de la Edad del Bronce relacionados con la cultura agárica, de un oppidum ibérico y de un mausoleo romano. Además hay un aljibe cubierto por una bóveda de medio cañón.



Desde el castillo se puede ver el río Rumblar que se forma en las cercanías por la unión de los ríos Pinto y Grande o Guadalevín, y en el cual hay un embalse que cubre el yacimiento arqueológico de Peñalosa.




Además del castillo, Baños de la Encina cuenta con un bonito y cuidado casco histórico y con monumentos como la Iglesia de San Mateo, varias ermitas y un molino de viento.


jueves, 26 de noviembre de 2015

Jaén

Jaén no es la ciudad más bonita de Andalucía pero creo  que está injustamente olvidada, porque posee unos cuantos monumentos que, por sí mismos, ya merecen la visita.


Desde lejos se puede divisar el caserío encaramado hacia el Castillo de Santa Catalina. Y nos pareció buena idea empezar precisamente por éste. El Parador está integrado en el conjunto, así que primero nos tomamos un cafetito y después ya fuimos hacia el Alcázar Nuevo.



Creo que la fortaleza no hace mucho que ha abierto, después de una restauración, y la verdad es que la visita me gustó mucho. Primero vimos un audiovisual que cuenta un poco la historia de la edificación y luego ya recorrimos el interior.



Desde el cerro en el que se encuentra el castillo se divisa una preciosa panorámica de la ciudad de Jaén y las montañas, olivares y llanuras que la circundan.


Las vistas son increíbles y nos dan una idea del valor estratégico que tuvo la fortaleza, puesto que podían vigilar si se acercaban ejércitos invasores desde muchos kilómetros a la redonda antes.


El origen de este enclave defensivo parece que está en la época íbera, aunque fue el general cartaginés Aníbal el primero en construir una fortaleza que protegiera la colonia que fundó en la ciudad y que los romanos mantuvieron tras la conquista.


Los musulmanes reconstruyeron y ampliaron el recinto. Madinat Yayyan creció bajo la alcazaba,  en las faldas del cerro de Santa Catalina. Estaba fuertemente amurallada y tenía cuatro manantiales para el abastecimiento de agua. Llegó a tener tres mezquitas y cinco baños públicos. Palacios y edificios oficiales aparecían dispersos por la ciudad rodeados de fértiles huertas.


Hasta la conquista cristiana en el siglo XIII. De esa época data la construcción actual, aunque durante el siglo XV se llevaron a cabo importantes reformas como la que dio lugar a la Torre del Homenaje. En la época cristiana el entramado urbano se mantiene y se abren nuevas calles. La ciudad, que crece por los arrabales de San Ildefonso y de Las Monjas, se organizará en "collaciones", barrios dependientes de una parroquia, con una fuente pública para el abastecimiento del agua. En cada barrio se agrupan los diferentes gremios de artesanos.


En el siglo XIX, con la llegada de las tropas napoleónicas, el castillo sufrió importantes transformaciones. Construyeron un hospital, oficinas, una mazmorra, letrinas... y destruyeron un aljibe. Cuando dejaron la ciudad, los franceses volaron el recinto. Lo acostumbrado.


Desde el castillo hay un caminito que lleva hasta un mirador en el que hay una gran cruz blanca y desde el que se ve la gran catedral de Jaén con una perspectiva única.


Bajamos del cerro de Santa Catalina para ver la ciudad y aparcamos en la calle Circunvalación, cerca del Arco de San Lorenzo. Desde allí bajamos unas escaleras y fuimos hasta el Hospital de San Juan, que vimos por los pelos porque cerraba a las dos de la tarde. Lo que ya no nos dio tiempo a ver fue el Convento de Santo Domingo.


El Hospital de San Juan de Dios pertenece actualmente a la Diputación de Jaén y se construyó en el siglo XV. Estuvo en funcionamiento durante cientos de años, hasta 1980, con lo cual llegó a ser uno de los hospitales más longevos de España. Tras unos años de abandono y ruina, se restauró.


Aunque el edificio es gótico tardío, destaca en él su hermoso patio renacentista que tiene en su interior un jardín y una fuente.


En el cercano Palacio de Villardompardo están los baños árabes más grandes de España y probablemente de Europa, perfectamente conservados.


El palacio, renacentista, fue construido en el siglo XVI. Desde el siglo XVIII hasta 1970 se instaló en sus dependencias el Hospicio de Mujeres.
El patio central tiene dos niveles con arcos de medio punto rebajados sobre columnas de piedra y con una barandilla de madera en la galería superior.


El Centro Cultural Palacio de Villardompardo es sede del Museo Internacional de Arte Naif de Jaén, del Museo de Artes Populares y Costumbres de Jaén y en su sótano están los Baños Árabes.



Realmente te puedes pasar el día entero sin salir de allí si quieres ver todo lo que hay. En la última planta tienen una cafetería y una terraza desde la que se pueden contemplar unas bonitas vistas de la ciudad. Además el acceso al palacio es gratuito.


Los Baños Árabes son los más grandes de España, con una superficie de 450 metros cuadrados. Fueron construidos en 1002 sobre unos baños romanos y se siguieron usando algunos años más tras la conquista cristiana de la ciudad.


Cuando se construye el palacio quedan enterrados y salen a la luz a principios del siglo XX, momento en que son catalogados y, años después, declarados Monumento Nacional.


Constan de un vestíbulo, una sala fría, una gran sala templada y una sala caliente. Su suelo de piedra está sustentado por pilares de ladrillo formando una cámara por la que circulaba el aire caliente procedente de las chimeneas de las calderas donde se calentaba el agua.


No había gente y la luz tamizada de las lucernas en forma de estrellas del techo daban un ambiente íntimo y casi irreal, como suspendido en el tiempo. Realmente son los baños árabes más impresionantes que conozco en España.


Como ya pasaba el mediodía paramos a tomar una caña y un pincho y esta vez no cometimos el error de perder el tiempo comiendo. Porque queríamos ver el Museo de Jaén, antiguo museo arqueológico, sobre todo la parte donde guardan una interesante colección sobre la cultura ibera de la cual se han encontrado muchos yacimientos en la provincia.


Por ejemplo, hay una reproducción de la Cámara de Toya.
Ubicada en las cercanías de Peal de Becerro, en la provincia de Jaén, se descubrió casualmente en la primera década del siglo XX, cuando a un agricultor se le atascó la reja del arado en una piedra.
Descubrió que era una losa que escondía una cavidad debajo, perteneciente a una cámara funeraria del siglo IV aC.
En ella se encontraron diversas piezas de cerámica así como las cenizas de los enterrados.

Además, de la orfebrería ibérica se exponen un conjunto de anillos, fíbulas, agujas, pendientes y broches de cinturón, pertenecientes a los tesoros de Giribaile, la Alameda, Chiclana de Segura...

La cultura ibérica está en las salas 2 - 5. La sala 1 pertenece a la prehistoria.

Las salas 6 y 7 son de hallazgos de época romana y se muestran elementos de la vida y costumbres romanas: mosaicos, objetos de vidrio, de piedra y de metal y una colección de urnas y estelas funerarias con epigrafía.


Las salas 8 y 9 pertenecen a la cultura hispanovisigoda y la 10 a la cultura paleocristiana. Esta pequeña sala nos presenta de forma exclusiva el famoso sarcófago de Martos (s. IV). Está labrado en mármol y fue importado de Roma. Representa siete escenas milagrosas de la vida de Jesús entre pórticos columnados, entre ellas la conversión del agua en vino o la curación del paralítico.


La sala 11 está dedicada a la cultura hispanomusulmana: piezas aparecidas en suelo giennense, como los materiales cerámicos de los alfares de la Plaza de la Constitución de Jaén, los tesoros de dinares de Jimena o de dirhemes de la calle Millán de Priego (Jaén), el tesoro de Charilla (Alcalá la Real)...



Pero creo que lo que más me ha gustado han sido los conjuntos escultóricos de Porcuna y Huelma, de la cultura ibérica. En el edificio de exposiciones temporales, en la planta semisótano, se exhibe el conjunto escultórico de Cerrillo Blanco de Porcuna, que incorpora todas las piezas restauradas.


Cuenta la historia mítica de un linaje aristocrático y se ven las obras en su integridad. Tras una antesala introductoria, las esculturas se han agrupado temáticamente: la metáfora animal, los antepasados, luchas heroicas y grupo de guerreros.


El patio cubierto del edificio principal acoge el monumento ibérico de El Santuario heroico de El Pajarillo (Huelma), que narra el instante en que un héroe inicia el enfrentamiento con un lobo en presencia de dos seres mitológicos.

El museo está un poco viejo pero creo que están a punto de inaugurar uno nuevo muy cerquita. De todas formas es gratuito. Y también estábamos prácticamente nosotros solos. Es verdad que era un jueves por la tarde pero tampoco me parece que sea un día tan raro para ir a un museo. Me gustó mucho, tienen algunas piezas realmente únicas.


Cuando salimos del museo recorrimos el Paseo de la Estación hasta las cercanías de la Catedral de Jaén, que se comenzó en estilo renacentista pero, como se quedaron sin fondos, se continuó años después ya en estilo barroco. Y como ninguno de los dos estilos me gustan mucho pues tampoco tenía un interés muy grande en verla por dentro. Además justo a la puerta tenían la taquilla.
Nos dimos un paseo por la zona de la Catedral y nos decidimos a volver al coche porque realmente había que hacer un ejercicio de mentalización para subir las cuestas y las escaleras que teníamos hasta donde estaba aparcado.


En la ladera arbolada de el castillo había unos chicos que habían sacado a pasear a sus perros y no se les había ocurrido otra cosa que quitarle las correas. Eran perros de presa y se engancharon del cuello en una pelea tremenda. Por un lado las dueñas de uno de los perros no hacían más que llorar y gritar, y por otro, el chico que debía ser el dueño del segundo perro era el único que se atrevía a intentar separarlos a golpes. Después de un buen rato lo lograron y la verdad es que los perros quedaron bastante mal parados. Creo que mucha gente que sigue sin darse cuenta de que hay razas que son peligrosas y que solo puedes tenerlas con unas condiciones muy especiales, o sea, perros perfectamente educados y siempre siempre atados y llevados con su correa.


De Jaén a Úbeda hay una moderna autovía, así que llegamos en poco más de media hora. Y esta vez, como habíamos comido muy ligerito, nos fuimos a cenar a un buen restaurante. Además era nuestra última noche en Úbeda y queríamos celebrarlo.