miércoles, 24 de octubre de 2012

La bola de cristal

No puedo decir que me resulten una novedad los precios en Grecia, pero hasta ahora mis compras se habían limitado casi exclusivamente a tiendas de ropa, regalos y cosas por el estilo. 

Hoy he ido a un supermercado para hacer la compra. Nada de otro mundo, lo básico, unos huevos, algo de pollo, leche, bollería, gel de ducha... Y me he quedado de una pieza con los precios. Al principio no me lo podía creer. Pensé que me había confundido, porque no me parecía ni medio normal lo que estaba viendo. Que no era una tienda de delicatessen, sino un supermercado de barrio. Por poner algún ejemplo, la decena de huevos (si, decena, no me he confundido) 2, 89€ o la pechuga de pollo a 11, 90€ el kilo... Y así todo. He recorrido los pasillos casi en estado de trance. Están machacando a esta gente. Con sueldos por debajo de los 500€ y este panorama, no se cómo lo hacen. El iva en los productos básicos es del 13%, en restaurantes, ropa y demás, del 23%. Las gasolineras marcan en torno a los dos euros el litro de combustible, y así todo...


El gobierno griego es incapaz de controlar la escalada de los precios de los productos básicos y ahora ha decidido autorizar la venta de alimentos caducados. Así los que vayan justitos podran comer más barato y los que anden más sobrados seguirán comprando como siempre. O lo que es lo mismo: los pobres podrán comer lo que antes se tiraba a la basura. Eso si, a un precio más reducido. A mi modo de ver esto va a beneficiar principalmente a los supermercados y grandes superficies. Que la lechuga está un poco pocha... Pues no pasa nada, como mucho una diarrea de un par de días. Dieta depurativa.

Así que es ésto lo que nos espera en España. Porque, no nos engañemos, estamos repitiendo punto por punto todo lo que está pasando en Grecia, así que no necesitamos una bola de cristal para ver el futuro. Lo tenemos ante nuestras narices.

martes, 23 de octubre de 2012

Otoño en Atenas

Ayer llegué a Atenas y me recibió un día oscuro y lluvioso pero con una temperatura muy agradable. El avión llegó con algo de retraso porque en Madrid había mucha niebla y, en estos casos, ya se sabe.
Fui directa al metro y he tenido suerte, no lo han vuelto a subir y sigue en los 8 euros. Me parece una pasada, pero más caro sale el taxi...


El apartamento que he alquilado está cerca de la estación de Akrópoli, a unos 10 minutos andando, y en una de las zonas que más me gustan de la ciudad. Y allí he conocido a mi casera, Efi, una arquitecta que está en la treintena y que, en un ejercicio de fe, va a por su tercera niña. Es un regalo que espera para navidades.
Me ha enseñado el piso y es como en las fotos que ya había visto: sencillo, muy moderno, amplio y con mucha luz. Para mi gusto, ideal.


Y nos hemos puesto hablar. Casi dos horas de charla, a pesar de mi mal inglés, en las que hemos dado un buen repaso a la crisis que une a nuestros dos países, a la corrupción que ella opina que es mayor aquí, en Grecia, (pero yo ya no se que pensar) o a la emigración hacia los países ricos de Europa de toda una generación que no ve salida en su tierra.
A ella le preocupa el futuro de sus hijas. Dice que les han ofrecido trabajo en el extranjero, pero que ella no quiere vivir fuera de Grecia, no quiere abandonar. Prefiere seguir luchando día a día y que sus niñas puedan disfrutar de sus familias, de sus abuelos, de sus amiguitos y, porqué no, de la luz y del clima de un país maravilloso. Pero mientras hablaba no había luz en sus ojos sino tristeza.

Se me pasó el tiempo volando y a ella debió pasarle lo mismo, porque solo nos despedimos cuando su marido le llamó para recordarle que las niñas tenían que cenar...
Ya le he dicho que para diciembre vendré otra vez, y hemos quedado en ponernos de acuerdo por email.