Ayer llegué a Atenas y me recibió un día oscuro y lluvioso pero con una temperatura muy agradable. El avión llegó con algo de retraso porque en Madrid había mucha niebla y, en estos casos, ya se sabe.
Fui directa al metro y he tenido suerte, no lo han vuelto a subir y sigue en los 8 euros. Me parece una pasada, pero más caro sale el taxi...
El apartamento que he alquilado está cerca de la estación de Akrópoli, a unos 10 minutos andando, y en una de las zonas que más me gustan de la ciudad. Y allí he conocido a mi casera, Efi, una arquitecta que está en la treintena y que, en un ejercicio de fe, va a por su tercera niña. Es un regalo que espera para navidades.
Me ha enseñado el piso y es como en las fotos que ya había visto: sencillo, muy moderno, amplio y con mucha luz. Para mi gusto, ideal.
Y nos hemos puesto hablar. Casi dos horas de charla, a pesar de mi mal inglés, en las que hemos dado un buen repaso a la crisis que une a nuestros dos países, a la corrupción que ella opina que es mayor aquí, en Grecia, (pero yo ya no se que pensar) o a la emigración hacia los países ricos de Europa de toda una generación que no ve salida en su tierra.
A ella le preocupa el futuro de sus hijas. Dice que les han ofrecido trabajo en el extranjero, pero que ella no quiere vivir fuera de Grecia, no quiere abandonar. Prefiere seguir luchando día a día y que sus niñas puedan disfrutar de sus familias, de sus abuelos, de sus amiguitos y, porqué no, de la luz y del clima de un país maravilloso. Pero mientras hablaba no había luz en sus ojos sino tristeza.
Se me pasó el tiempo volando y a ella debió pasarle lo mismo, porque solo nos despedimos cuando su marido le llamó para recordarle que las niñas tenían que cenar...
Ya le he dicho que para diciembre vendré otra vez, y hemos quedado en ponernos de acuerdo por email.
Fui directa al metro y he tenido suerte, no lo han vuelto a subir y sigue en los 8 euros. Me parece una pasada, pero más caro sale el taxi...
El apartamento que he alquilado está cerca de la estación de Akrópoli, a unos 10 minutos andando, y en una de las zonas que más me gustan de la ciudad. Y allí he conocido a mi casera, Efi, una arquitecta que está en la treintena y que, en un ejercicio de fe, va a por su tercera niña. Es un regalo que espera para navidades.
Me ha enseñado el piso y es como en las fotos que ya había visto: sencillo, muy moderno, amplio y con mucha luz. Para mi gusto, ideal.
Y nos hemos puesto hablar. Casi dos horas de charla, a pesar de mi mal inglés, en las que hemos dado un buen repaso a la crisis que une a nuestros dos países, a la corrupción que ella opina que es mayor aquí, en Grecia, (pero yo ya no se que pensar) o a la emigración hacia los países ricos de Europa de toda una generación que no ve salida en su tierra.
A ella le preocupa el futuro de sus hijas. Dice que les han ofrecido trabajo en el extranjero, pero que ella no quiere vivir fuera de Grecia, no quiere abandonar. Prefiere seguir luchando día a día y que sus niñas puedan disfrutar de sus familias, de sus abuelos, de sus amiguitos y, porqué no, de la luz y del clima de un país maravilloso. Pero mientras hablaba no había luz en sus ojos sino tristeza.
Se me pasó el tiempo volando y a ella debió pasarle lo mismo, porque solo nos despedimos cuando su marido le llamó para recordarle que las niñas tenían que cenar...
Ya le he dicho que para diciembre vendré otra vez, y hemos quedado en ponernos de acuerdo por email.
2 comentarios:
De todas formas, y con el máximo respeto a esta mujer, creo que es una pequeña locura traer niños al mundo en estas condiciones. Uno, pase, dos, será complicado sacarlos adelanta, pero tres... Buf.
Yo creo que la misma locura es uno que tres: el futuro que les espera da miedo. Y por otro lado me admira su valentía por querer seguir adelante pase lo que pase. Pero tienes razón, en estas condiciones...
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