jueves, 4 de junio de 2015

La Playa de las Catedrales, Cudillero, Luarca...


Uno de los principales motivos de esta escapada era, sin duda, conocer la famosa Playa de las Catedrales que se encuentra cerca de Ribadeo.


El día amaneció soleado y nos permitió tomar un magnífico desayuno en el jardín. Después teniendo en cuenta que lo mejor de esta playa es verla con la marea baja, cuando puedes pasear entre los arcos y meterte a explorar las cuevas donde rompe el oleaje produciendo un ruido tremendo, no nos demoramos porque la bajamar era hacia las once de la mañana. 


Al llegar al aparcamiento nos temimos lo peor porque, aparte de unos cuantos coches, había tres autobuses. Todos nuestros temores se confirmaron cuando desde el acantilado vimos que la playa estaba literalmente tomada por hordas de adolescentes gritando a pleno pulmón.


Dimos un paseo por el sendero que recorre la parte de arriba del acantilado ofreciendo preciosas vistas de la playa y con el secreto deseo de que los niños se cansaran y se fueran a dar la lata a otra parte. Pero no hubo suerte, así que decidimos que teníamos que bajar ya a la playa, porque la marea estaba empezando a subir.


Para acceder a la playa primero hay que bajar unas escaleras, pasar una pequeña extensión de arena y subir por unas piedras para cruzar a la playa. No hay otra forma si no quieres meterte en el agua pero este paso estaba totalmente bloqueado por los adolescentes que subían de uno en uno haciendo prácticamente imposible que pudiéramos cruzar antes de que la marea subiera y no nos dejara pasar a la playa.


Al final pasé yo sola y por un lugar que, ciertamente, no era el más adecuado. Podía haberme roto una pierna en un resbalón pero no podía esperar más, ya estaba subiendo y la arena, aunque parecía seca, cuando la pisabas se te hundían los pies en ella hasta más arriba del tobillo.


Pude aún así recorrer deprisa y corriendo playa, lo cual fue una pena porque ese lugar es para disfrutar tranquilamente y a ser posible sin gente. Habrá que probar en otra época del año y a otra hora.


Desde la Playa de las Catedrales cogimos la Autovía del Cantábrico hasta Cudillero, un pueblo pesquero asturiano, conocidísimo, con las casas pintadas en coloridos tonos pastel en forma de anfiteatro terminando en un pequeño puerto.


Se puede subir a varios miradores. El más famoso es la Garita de la Atalaya. Nosotros nos tomamos un rato de relax en la terraza de un pequeño bar que había pasadas las primeras calles de el pueblo y en el que, como ya era mediodía, nos pedimos un ración de pastel de cabracho y otra de calamares a la romana con unas cervezas fresquitas. Todo muy rico.


Estando en la terraza con nuestro cafetito y en plan relax fue cuando empezaron a caer las primeras gotas, que hicieron que nos levantáramos rápidamente para ir al puerto, donde teníamos el coche.


Yendo por la autovía en dirección a Galicia nos paramos en Luarca, otro típico pueblo marinero de la costa occidental de Asturias que cuenta con cerca de cinco mil habitantes que hace años se dedicaban sobre todo a la pesca. 


El pueblo cuenta con bonitos edificios como el del Ayuntamiento, varios palacios de indianos o el Palacio del Marqués de Ferrera. Un lugar muy curioso y que dejaremos para otra vez es el Cepesma, museo dedicado a los calamares gigantes de hasta trece metros, entre otras muchas especies marinas.


El cementerio de Luarca es uno de esos que hay por tierras del norte encaramados a un acantilado, en la Atalaya, y con fabulosas vistas. Desde luego un lugar privilegiado para descansar, aunque sea eternamente. A lado está el faro de Luarca, en la Punta Focicón.


En Luarca ya empezó a llover de verdad y en la carretera nos cayó una tromba de agua de esas que no te dejan ver y que te hacen cruzar los dedos para que no pase nada. Cuando llegamos al Faro Ortiguera, en Navia, no había dejado de llover, pero ya no era con la misma fuerza. Aún así estuvimos allí un rato esperando a ver si despejaba un poquito. 


Pero no paró del todo, así que dimos un paseo desde el aparcamiento hasta los faros, el nuevo construido en los años setenta y el antiguo, que aún se conserva, de mediados del siglo pasado y que tiene una campana de hierro fundido al lado. Y nos volvimos hacia el coche poniendo rumbo hacia Tapia de Casariego uno de los últimos puertos asturianos antes de llegar Galicia y a la provincia de Lugo.


Ribadeo es un pueblo con poco más de diez mil habitantes y una historia muy rica hasta su decadencia a mediados del siglo XIX. Hoy en día vive del comercio y la hostelería lo que, junto con su privilegiada situación geográfica, hace que sea el centro comercial de una extensa área de la zona de la Mariña Lucense y de gran parte de la costa occidental de Asturias.


Nos llamó la atención el Palacio de los Morenos, en la Plaza de España, una casona de indianos típica de la zona, construida en un estilo que podría ser modernista pero en no muy buen estado de conservación.


Ya de vuelta paramos otra vez en la Playa de las Catedrales, a ver si teníamos suerte y despejaba un poquito el cielo para poder ver la puesta de sol desde allí. No pudo ser, pero por lo menos nos deleitamos con unas maravillosas vistas de la playa en completa soledad, sin gente y con el fantástico sonido de las olas del mar rompiendo en el interior de las numerosas cuevas que se forman en el acantilado de la playa. 


A esas horas no había más que algún solitario paseante y algunos caballos pastando en los cercanos prados. 


Estuvimos allí mucho tiempo, simplemente escuchando el sonido del mar y el viento, contemplando como rompían las olas contra las paredes del gran arco que se adentra en el agua desafiando al mar. Solo nos faltó la música de fondo del gaitero que por la mañana tocaba en una de las cuevas. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jo! qué morriña me entra...