domingo, 24 de septiembre de 2017

Cantabria. San Vicente de la Barquera y Comillas

Seguimos teniendo un tiempo increíble para finales de septiembre. Creo que está haciendo más calor que en pleno verano. Además el día estaba despejado, perfecto. Como tenemos poco tiempo, hemos ido por la autovía hasta San Vicente de la Barquera. Es una villa marinera cuyos orígenes podrían remontarse a la época romana.



Hemos dado un paseo por el pueblo hasta el casco antiguo, la Puebla Vieja de San Vicente. Está situada en lo alto de un peñón amurallado que vigila las marismas.



En ella destacan el Castillo, edificado en tiempos de Alfonso I y recientemente restaurado, el Ayuntamiento, situado en el antiguo palacio renacentista del inquisidor Corro, o la Torre del Preboste.




Seguimos subiendo y encontramos a la izquierda lo que queda de un hospital de peregrinos y de frente la mole de la iglesia de Santa María de los Ángeles, gótico montañés, que parece una fortaleza y desde la cual se admira un paisaje impresionante con las marismas en un primer plano y los Picos de Europa al fondo.





De vuelta al coche hemos pasado por las arcadas que están llenas de restaurantes y terracitas y que ya olían genial a las comidas que sin tardar mucho empezarían a servir. Pero nosotros hemos preferido seguir hasta Comillas y buscar allí un restaurante.



Eso es lo que hemos hecho en cuanto hemos encontrado un sitio para aparcar y cuando hemos terminado hemos estado paseando por el pueblo.




La Plaza del Corro y sus casonas típicas, el Ayuntamiento Viejo, un edificio porticado del siglo XVII, que preside la bonita Plaza de la Constitución junto con la Iglesia de San Cristóbal... Seguimos hasta el Ayuntamiento Nuevo y llegamos al Parque del Palacio de Sobrellano.



Un sendero sube hasta el Capricho de Gaudí, la Capilla-Panteón de los Sobrellano y el palacio, mandado construir por Antonio López López, un indiano que hizo una gran fortuna en Cuba y al que Alfonso XII concedió el título de Marqués de Comillas.



Enfrente del palacio hay una colina sobre la que se encuentra la enorme mole de la Universidad Pontificia, creada por el marqués y dirigida por los jesuitas, y en la que destaca el edificio modernista del Seminario Mayor de Domenech i Montaner. 




Y antes de irnos hemos hecho una última parada en el Cementerio de Comillas, que sorprende porque está en las ruinas de una antigua iglesia del siglo XV y en el que destaca la enorme figura de un ángel del escultor modernista Llimona.




Hemos entrado y ha habido alguna cosa que nos ha llamado la atención, por ejemplo una zona en la que todos los nichos eran de la primera mitad del siglo XX y en su mayor parte ocupados por niños o por bebés. También había un gran panteón con un ángel.


Por falta de tiempo pasamos de largo en Santillana del Mar. Sólo para una última parada en la Playa de Santa Justa, que sigue pareciéndome extraña desde que la reformaron y la acondicionaron, tirando el antiguo edificio del balneario.

sábado, 23 de septiembre de 2017

Cantabria. Valle de Liébana

He estado varios días mirando las previsiones del tiempo para asegurarme de que me iba a dar un buen día. Y cuando me he levantado por la mañana la pinta no podía ser mejor: un cielo de un azul intenso y sin una sola nube. 
Aún así no las tenía todas conmigo, en la montaña nunca se sabe... Hoy mi objetivo principal era llegar hasta el hasta Fuente Dé y tomar el teleférico hasta la cumbre. Es un lugar tan maravilloso...


Pero antes hemos tenido que cruzar el impresionante Desfiladero de la Hermida. La carretera no es muy antigua, de hecho fue construida en el siglo XIX por la Marina para poder transportar la madera de los valles interiores a la costa y construir barcos.


El recorrido es muy sinuoso y está enmarcado por altos farallones de rocas y por el verde de la vegetación que trepa hasta lugares insospechados. Hay pocos lugares en los que se pueda parar pero uno de los más bonitos es el mirador de La Hermida.



Otro de los lugares imprescindibles es Lebeña, un pueblo montañés en el que se puede visitar la joya prerrománica de Santa María de Lebeña, una pequeña iglesia construida por los Condes de Liébana en el siglo X. Su torre es casi moderna, del siglo XIX y en estilo neomozárabe. Si no nos fijamos muy bien prácticamente ni nos enteramos de que no es de la misma época que la Iglesia.


Nos han contado allí varias cosas curiosas, como el origen de los dos árboles, un olivo y un tejo que hay a la entrada. Resulta que la condesa era del sur y el olivo era su emblema y el tejo era el árbol de los cántabros y emblema de el conde.



Lo malo es que hace unos años el viejo tejo dejó de existir en medio de una tormenta. Alguien tuvo la buena idea de coger una ramita del árbol original, plantarla y cuidarla hasta que se convirtió en un arbolito que han plantado justo en el mismo lugar donde está el tronco del viejo tejo. Así  hoy vuelven a estar juntos el olivo y el tejo.



Ya en el Valle de Liébana hemos seguido la carretera hasta Fuente Dé. Había una cola bastante grande para coger el funicular y como casi era mediodía hemos aprovechado para comprar unos bocadillos y unas bebidas en el bar y comer en la cola para no perder más tiempo.



Una hora después nos subíamos al funicular. La verdad es que es impresionante y yo que tengo algo de vértigo es mejor que no lo piense, porque sinó no lo subiría. Así que yo concentrada en no pensar en que estábamos a 700 metros colgados de un cable y unos niños a mi lado llorando y gritando porque estaban muertos de miedo. La verdad es que no me han ayudado mucho... Pero los pobres supongo que no podían hacer otra cosa. 



Al llegar arriba había un montón de gente haciéndose fotos en el pequeño mirador que se asoma al precipicio y que tiene el suelo de una rejilla metálica a través de la cual se puede ver la tremenda caída de casi 800 metros que hay. 



Hemos seguido la senda que lleva hasta los Puertos de Áliva y allí nos hemos dado la vuelta. Me he quedado con las ganas de seguir bajando hasta el hotel Áliva y luego hasta Espinama o Mogrovejo. La próxima vez seguro que lo hago. 



Esta vez no lo teníamos planeado y habíamos dejado el coche en el aparcamiento de Fuente Dé. Era una pena ver que la mayor parte de los laguitos estaban secos. Me imagino que este año tan poco lluvioso no ha ayudado mucho y además es septiembre. Lo que sí que había era unos caballos un poco famélicos y unos rebaños de ovejas con alguna cabra.



Hemos tenido que hacer cola de nuevo para bajar. Esto me ha sorprendido más porque suele haber cola para la subida pero nunca la había encontrado para regresar. Así que hemos perdido un poco de tiempo y ya hemos ido un poco justos. 



Cuando hemos cogido el coche ya era media tarde. Pero aún así no hemos podido evitar parar en Mogrovejo, declarado conjunto histórico artístico y que cuenta con una torre, una iglesia, varias casonas y un entorno precioso con los Picos al fondo. 



Hemos hablado un poco con unas paisanas que nos han estado alabando la belleza de su pueblo. Yo les he dicho que tenían razón, que no era la primera vez que iba y que me encantaba. Y se han quedado más contentas que unas pascuas.




Es tan bonita toda la zona que me hubiera gustado parar en muchos otros lugares, pero queríamos aprovechar que este año es Año Santo Lebaniego y parar un ratito en Santo Toribio de Liébana. Lo cierto es que había un montón de gente, mucha más que otras veces que he ido.



Aunque tampoco nos hemos quedado mucho rato porque ya eran las siete y queríamos dar un paseo por Potes. Potes llama la atención sobre todo por ser un pueblo muy montañés y por su torreón, el río, los puentes...



Hemos dado un buen paseo haciendo fotos y después hemos descansado en una terraza tomándonos unos cafés calentitos, que ya empezaba a refrescar. Y a la anochecida emprendimos el regreso. Ha sido un día magnífico