jueves, 9 de julio de 2015

Bélgica: Bruselas y Autoworld.

Hemos dedicado la mañana a la zona del Parque del Cincuentenario, llamado así para celebrar el quincuagésimo aniversario de la independencia de Bélgica. 



Además del enorme parque, aquí están ubicados los edificios de varios museos: el Museo del Ejército, el Museo de la Aviación, el Real Museo de Arte e Historia y Autoworld, el Museo del automóvil.



No sabíamos muy bien que hacer y al final hemos decidido entrar en Autoworld. Y me ha alegrado mucho porque realmente merece la pena. Es una pasada la colección de coches antiguos y de todas las épocas que tienen. 



A mí los que más me ha llamado la atención han sido los primeros modelos de finales del siglo XIX y los de principios del siglo XX, así como los automóviles que salían en las películas de cine negro americano de los años 30 y 40, esos negros que siempre usaban los gansters.



Pero la muestra es tan extensa que incluye autocaravanas, ambulancias, coches de bomberos, de policía... ¡Había incluso una funeraria que parecía salida de una película de vampiros!.




También hay motos de todas las épocas, desde curiosísimos modelos antiguos a las más modernas. 





En definitiva, una de las mejores colecciones de coches y otros vehículos del mundo, con más de trescientos modelos de todas las épocas. 




Al final y a lo tonto hemos estado muchísimo tiempo por allí dando vueltas y viendo modelos para todos los gustos, desde antiguas ambulancias a una autocaravana que era una pasada, de principios del siglo XX. Tenían incluso un coche de carreras, un Renault.




Habíamos llegado hasta aquí en metro hasta la parada de Merode, pero hemos vuelto por la de Schumann que está al final del parque y al lado de los edificios de la zona de Europa.
Esta última estación estaba en obras y era un desastre. No encontramos las máquinas para comprar el ticket de vuelta y tampoco había máquinas para fichar, así que al final hemos llegado a los andenes sin ticket ni validación y ya pasábamos de volver a subir las escaleras para buscar, así que nos hemos colado en el metro al más puro estilo turista.

El metro en Bruselas es relativamente moderno pero está sucio y muy descuidado. La verdad es que no da una impresión muy buena cuando te montas en los vagones.

El aeropuerto, por lo menos la zona en la que hemos tenido que estar esperando nosotros, está muy bien y es muy moderna. También había alguna obra, pero bueno, la verdad es que en conjunto es cómodo.

miércoles, 8 de julio de 2015

Bélgica: Bruselas

Hoy nos hemos permitido el lujo de levantarnos más tarde porque nos quedábamos en Bruselas, no teníamos que desplazarnos a ninguna ciudad de los alrededores. Hemos desayunado tranquilamente y en torno a las diez de la mañana salimos hacia el centro de la ciudad.


En primer lugar pasamos por el Palacio Real, que se empezó a construir en el siglo XIX y es de estilo neoclásico. Está al sur del Parque Real, en la Place des Palais y en la actualidad no es la residencia de los reyes, que viven en el Castillo de Laeken.


Seguimos bajando por la Rue Royal hasta la cercana Place Royale, donde hay un montón de museos y en la que destaca la fachada neoclásica de la iglesia de Saint Jacques sur Coudenberg.


Notre Dame du Sablón es una preciosa iglesia gótica. La leyenda cuenta que el actual templo se construyó después de que una joven llevara una imagen de la Virgen, a consecuencia de una visión, desde Amberes a Bruselas, dónde se la entregó a los arqueros. Se cree que la iglesia que sustituye a la primera capilla empieza a construirse en el siglo XV. Pero la famosa estatua de la Virgen fue destruida por los calvinistas a finales del siglo XVI.


El interior es sencillo y sobrecogedor al tiempo. Está dividido en cinco naves iluminadas por grandes ventanales decorados con vidrieras que también circundan e iluminan el altar mayor. Destacan un púlpito tallado en madera y varios trípticos flamencos, así como las capillas barrocas de Saint Marcou y de Santa Úrsula.



Bajando por la Rue de la Règence ya podemos ver al fondo el enorme edificio del Palacio de Justicia. Se trata de un inmenso edificio neoclásico diseñado por el arquitecto Poelaert y construido a finales del siglo XIX. Para ello fue necesario demoler en torno a tres mil casas, lo que nos da una idea del tamaño descomunal que tiene.


Su interior, en el que es posible entrar gratis de lunes a viernes, tiene un vestíbulo abierto de más de cien metros de altura.


Detrás del Palacio de Justicia, hay una terraza con vistas sobre Bruselas que no son nada de otro mundo, pero desde allí se se tiene acceso a un ascensor que te baja a la calle de abajo gratis.


Me recordaba un poco al de Santa Justa en Lisboa pero simplemente porque comunica una calle con otras bastante más abajo. Éste es un ascensor moderno y bastante feo.


El barrio de abajo, que se le llama Les Marolles, es uno de los barrios más típicos de Bruselas y dónde aún se habla el brusseleir, un dialecto mezcla de holandés y valón. Hay muchas casas antiguas y otras simplemente descuidadas, pero vale la pena dar un paseo.



Encontramos un mercadillo de antigüedades y cosas viejas en la Place du Jeu de Balle. Toda clase de objetos, algunos, la mayor parte, no valían absolutamente para nada, pero había algunas cosas curiosas y algún mueble que incluso me gustó.



Hemos deambulado un poco por el barrio hasta llegar a Notre Dame de la Chapelle, una iglesia cuyos orígenes se remontan al siglo XIII pero cuya torre y naves son góticas.


En su interior frescos, trípticos de De Clerk y dos órganos espectaculares que siguen usándose hoy en día para celebraciones y conciertos de música sacra.


Seguimos camino encontrando a nuestro paso varios de los famosos murales que reproducen conocidos cómics por el centro de Bruselas.



Y llegamos al Manneken Pis, el símbolo de la ciudad de Bruselas. Es una fuente barroca adornada por la estatuilla de un niño orinando dentro de la pila. Hay varias leyendas que cuentan el origen de la escultura y en el Museo de la ciudad de Bruselas se guardan más de ochocientos trajes con los que se le engalana de vez en cuando.


La Grand Place es una de las más famosas de Europa y con razón. Los distintos edificios componen un conjunto armónico y muy bello. Además ha sido escenario de importantes hechos históricos y forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.


El lado este está ocupado por el Palacio de los Duques de Brabante, del siglo XVIII, y estilo neoclásico en el que destaca un gran frontón con un relieve que representa "la Abundancia".



En el lado norte destaca La Maison du Roi, un edificio gótico del siglo XV que fue reconstruido en el siglo XIX en neogótico y en el que actualmente podemos encontrar el Museo de la Ciudad de Bruselas.


Y justo enfrente encontramos el Hôtel de la Ville, el Ayuntamiento, uno de los monumentos góticos más famosos de Europa. Su majestuosa torre no está en el centro del edificio, entre otras cosas porque las dos partes son de diferentes épocas, pero esta asimetría dio lugar a una leyenda según la cual el arquitecto se suicidó tirándose desde lo alto de la torre cuando se dio cuenta del "error".


Como comenzaba a llover nos dirigimos a las Galerías Saint Hubert, constuídas en 1847 y que fueron las predecesoras de las que se fueron construyendo en las ciudades más importantes de Europa en el siglo XIX.  Están divididas en tres: la Galería del Rey, la Galería de la Reina y la Galería del Príncipe.


En la Galería de la Reina paramos en una chocolatería y tomamos un chocolate que creo que podría considerarse entre los mejores que he tomado en mi vida. Lo sirvieron en una chocolaterita que tenía aproximadamente dos tazas y media de capacidad. Aparte nos pusieron una jarrita con leche y otra con nata montada.


En un platito aparte, un surtido de dulces, pastitas y bombones para acompañar. Desde luego todo estaba delicioso. Además el local era pequeño y muy coqueto.


Salimos de las galerías a la Rue des Bouchers, que está absolutamente llena de restaurantes, y desde esta calle y al fondo de un callejón, se puede ver la Jeanneke Pis, mucho más moderna que él Manneken Pis al que da la réplica en femenino. Parece ser que la colocó en una hornacina un empresario que quería así aumentar su negocio de hostelería.


Aquí nos pararon unas españolas que nos preguntaron si sabíamos cómo se iba desde allí al Museo del Cómic y estuvimos buscándolo en el mapa un momento.  Pasamos por delante del Teatro Real de la Moneda, la Ópera de Bruselas.



Nosotros nos dirigíamos a la Église Saint-Jean-Baptiste-au-Beguinage cuya fachada barroca es considerada como una de las más bellas de Bélgica. Formaba parte del beaterio de Notre Dame de la Vigne de Bruselas, hoy desaparecido.




Muy cerca, la Tour Noire, la Torre Negra, una torre medieval que formaba parte de la primera muralla de la ciudad, y la Iglesia de Sainte Catherine en la plaza del mismo nombre, uno de los mercados más antiguos de Bruselas.



Por último decidimos que ya era hora de ver la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula por dentro y hacia allí encaminamos nuestros pasos. Las distancias en Bruselas son cortas y tampoco hace falta andar mucho de un lugar de interés a otro.


De estilo gótico francés, el edificio actual empezó a construirse en el siglo XIII y se terminó en el XV. Su interior tiene tres naves divididas por pilares circulares a los cuales se encuentran adosadas grandes esculturas de los Apóstoles.


La catedral está en lo alto de una escalinata y tiene dos enormes torres en su fachada. El interior gótico está decorado con unas hermosas vidrieras.


Cómo estábamos en Bruselas y nos podíamos permitir el lujo de ir a descansar un rato al hotel, eso fue lo que hicimos, y dormimos un ratito de siesta que nos dejó fenomenal, como nuevos.


Porque por la tarde queríamos aprovechar que estaba un poquito más despejado para ir hasta el Atomium, un monumento sin el cual no se entiende hoy en día Bruselas, y que se construyó con ocasión de la exposición universal de 1958. Representa una molécula de hierro ampliada ciento sesenta y cinco mil millones de veces y tiene 102 metros de altura.


Se puede subir, pero nos dijeron que tampoco es que mereciera la pena, así que paseamos por abajo y cogimos para regresar la línea 6 de metro en la estación Heysel, frente al estadio del mismo nombre, y nos dejó prácticamente a la puerta del hotel.