Un día precioso para ver una ciudad de cuento: despejado y con una brisa fresquita que mitigaba el calor. Además hemos tenido mucha suerte en la estación al coger el billete, porque al marcar ida y vuelta me salió "tarifa weekend". Yo no me fiaba mucho, sobre todo porque hoy es lunes y no quería problemas con el revisor, así que he preguntado y me han confirmado que, por ser verano o algo así, hoy lunes aplicaban esa rebaja. Genial porque dos billetes de día y vuelta a Brujas desde Bruselas nos han salido por 30,40€.
En poco más de una hora llegábamos a la estación de Brujas y salíamos hacia el Parque Minnewater, el Lago del Amor, un bello lugar lleno de leyendas que está casi al lado. Una de las vistas más bonitas se tienen desde la Torre de la Pólvora o Poedertoren y el puente que tiene al lado.
Sería un lugar tranquilo y muy romántico si no fuera por la cantidad de grupos de todas las nacionalidades que había. Hemos estado un ratito y nos hemos dirigido al Beaterio o Begijnhof ten Wijngaarde.
Yo ya conocía el de Amsterdam y éste es un poco más sencillo, pero igualmente transmite una sensación de tranquilidad y sosiego que te hace envidiar a las mujeres que pueden permitirse el lujo de vivir aquí, junto a un canal y un precioso parque.
Fue habitado por beguinas desde el siglo XII al XIV y ahora hay allí una comunidad de benedictinas. Está separado de la ciudad por una muralla y un foso, pero lo que más me gustó fue el patio rodeado de las casitas blancas de las beguinas y con altos árboles en el medio, un remanso de paz en medio del bullicio de una ciudad tan turística.
Casi seguido, porque aquí todo está muy cerca, está el Hospital de San Juan, Sint Janshospitaal, fundado hace ocho siglos para cuidar enfermos, peregrinos o viajeros y que albergaba una exposición de Picasso. También se pueden visitar la antigua farmacia y la iglesia.
Seguimos paseando y cada vez había más gente. Una pasada, las colas para los paseos en barco por los canales eran enormes a pesar de que se juntaban casi unos embarcaderos con otros. Y gente, gente y más gente hablando en todos los idiomas. Resultaba realmente difícil hacer una foto sin que saliera una multitud haciendo lo propio.
Reconozco que ha habido un momento en que me he sentido muy agobiada. La sensación que tenía era la de estar en un parque temático, no en una maravillosa ciudad medieval. Así que hemos hecho un cambio de planes.
Hemos decidido seguir la pintoresca calle Potterierei, la orilla oriental del canal Spiegelrei, hacia el norte, hasta el embarcadero del Lammegoedzak, un barquito que recuerda a los vapores que surcaban el Mississippi y que hace varios viajes diarios al cercano pueblo de Damme.
El Damse Vaart o Canal de Damme es un canal mandado construir por Napoleón para facilitar el transporte de sus tropas. Une Brujas con el Escalda en Suis y hoy día el canal es usado por barcos de recreo y por el barco turístico.
Hemos estado a punto de perder el barco a pesar de ir con tiempo de sobra, porque el puente por el que teníamos que cruzar el canal Handelskom estaba subido. Había ya gente esperando para pasar y un hombre nos ha dicho que tardaría por lo menos media hora en bajar el puente, así que hemos descansado en un restaurante que hay muy cerca y en la terraza nos hemos tomado tranquilamente unas cervezas.
El caso es que cuando hemos salido el puente seguía subido y los barcos venga a pasar. Había cola, y yo mirando el reloj porque, aunque estábamos muy cerca del embarcadero, ya no había tiempo, era la hora de salir el barco y nosotros seguíamos allí esperando. Solamente si el barco se retrasaba podíamos cogerlo y eso en el caso de que bajara el puente de una vez.
En el momento en que al fin se ha cerrado el puente hemos salido pitando, y cuando hemos visto que el barco estaba todavía allí nos hemos echado una carrera. Llegábamos diez minutos tarde pero debieron darse cuenta de que todo el mundo llegaba con retraso y han esperado un poco.
Tras acomodarnos en el barco ha empezado la travesía muy, muy despacio ya que nos adelantaban hasta las bicicletas que iban por una senda que discurre paralela al río. El paisaje es precioso y el paseo de verdad que merece la pena. Hemos podido ver hasta algún molino.
Damme es un pueblo de algo más de diez mil habitantes muy coqueto. En el siglo XIII era el puerto de Brujas por su situación estratégica entre la ciudad y el Mar del Norte.
En el centro de la ciudad está la Plaza Mayor con el antiguo ayuntamiento gótico del siglo XI y una estatua del poeta Jacob Van Maerlant. Para ser una ciudad tan pequeña tiene un patrimonio envidiable y bien cuidado.
Se recorre en un momento. Hemos llegado hasta el cementerio que tiene una iglesia sorprendente, la de Nuestra Señora. Se podía subir al campanario por un par de euros y disfrutar de unas vistas únicas pero, si queríamos coger el siguiente barco, no nos daba tiempo.
El viaje de vuelta ha sido igual de relajado, poco mas de media hora para recorrer unos pocos kilómetros y disfrutar de la tranquilidad del recorrido.
El regreso hacia el centro de Brujas lo hemos hecho por la calle Langerei, situada en la orilla occidental del canal Spiegelrei. La mayoría de los edificios tienen dos o tres pisos, son viviendas o locales comerciales y fueron construidos desde el siglo XV al XX.
El trayecto es tranquilo porque aquí no llegan los circuitos organizados y sin embargo los pequeños edificios de ambos lados del canal reflejados en sus aguas han hecho que nos hayamos entretenido más de lo debido. Porque también hemos parado en Sint Gilliskerk, una iglesia gótica de ladrillo, construcción típica de esta zona, aunque fue reconstruida en neogótico en el siglo XIX.
Seguimos por la calle Spiegelrei hasta la Jan Van Eyckplein, la plaza de Jan Van Eyck. En la plaza se encuentran la Poortersloge, la Logia de los Burgueses y la Tolhuis o Casa de Peaje.
Seguimos por la calle Spiegelrei hasta la Jan Van Eyckplein, la plaza de Jan Van Eyck. En la plaza se encuentran la Poortersloge, la Logia de los Burgueses y la Tolhuis o Casa de Peaje.
Por fin llegamos a Grote Markt, la famosa plaza y centro neurálgico de Brujas, para subir al Belfort. En la guía ponía que cerraban a las cinco de la tarde y como eran las cuatro treinta... Pues cerrado. Resulta que el último ticket lo vendían a las cuatro y cuarto. Me ha parecido fatal, pero no hay nada que hacer salvo pasear por la Plaza e imaginar las vistas.
La plaza es preciosa pero me llamó la atención que no fuera peatonal y se permitiera el trafico por uno de sus laterales, porque el constante trasiego de autobuses molestaba bastante.
Además del Belfort, el campanario del siglo XII que domina toda la plaza, y del magnífico edificio del antiguo mercado cubierto o Hallen que tiene debajo, destacan los edificios que rodean la plaza, casi todos antiguos, y en especial el Landhuis o Palacio de la Provincia, construido en estilo neogótico.
El lado norte de la plaza es menos monumental pero las bonitas casas rematadas con frontones, todos diferentes, están llenas de terrazas y cafeterías en las que se puede descansar y contemplar la plaza tranquilamente.
El Burg es la otra famosa plaza de Brujas, situada a una corta distancia de Grote Markt y unida a ella por la calle Breidelstraat. Aquí se encuentran el palacio barroco Proosdij, el Gerechtshof o Palacio de Justicia del siglo XVIII y la Civiele Griffie o Cancillería del Franc, renacentista del siclo XVI.
También en esta plaza está el Stadhuis, el ayuntamiento más antiguo de Bélgica, construido en estilo gótico y muy adornado con relieves y estatuas que representan los doce meses del año y los cuatro elementos. En su interior lo más importante es la Sala Gótica, de 1402, y en la cual se celebraban los Estados Generales de los Países Bajos.
Finalmente la basílica Heilig Bloed o de la Santa Sangre, en realidad compuesta por dos iglesias superpuestas, ya que en la parte inferior está la iglesia románica de Sint Basilius.
La plaza es preciosa pero me llamó la atención que no fuera peatonal y se permitiera el trafico por uno de sus laterales, porque el constante trasiego de autobuses molestaba bastante.
Además del Belfort, el campanario del siglo XII que domina toda la plaza, y del magnífico edificio del antiguo mercado cubierto o Hallen que tiene debajo, destacan los edificios que rodean la plaza, casi todos antiguos, y en especial el Landhuis o Palacio de la Provincia, construido en estilo neogótico.
El lado norte de la plaza es menos monumental pero las bonitas casas rematadas con frontones, todos diferentes, están llenas de terrazas y cafeterías en las que se puede descansar y contemplar la plaza tranquilamente.
El Burg es la otra famosa plaza de Brujas, situada a una corta distancia de Grote Markt y unida a ella por la calle Breidelstraat. Aquí se encuentran el palacio barroco Proosdij, el Gerechtshof o Palacio de Justicia del siglo XVIII y la Civiele Griffie o Cancillería del Franc, renacentista del siclo XVI.
También en esta plaza está el Stadhuis, el ayuntamiento más antiguo de Bélgica, construido en estilo gótico y muy adornado con relieves y estatuas que representan los doce meses del año y los cuatro elementos. En su interior lo más importante es la Sala Gótica, de 1402, y en la cual se celebraban los Estados Generales de los Países Bajos.
Finalmente la basílica Heilig Bloed o de la Santa Sangre, en realidad compuesta por dos iglesias superpuestas, ya que en la parte inferior está la iglesia románica de Sint Basilius.
Pero todo estaba ya cerrado. Nunca entenderé esa manía de cerrar los monumentos en pleno verano, que es de día hasta las diez, a las cuatro o cinco de la tarde. No te da tiempo a nada, aunque no pares ni a comer.
Aunque con una torre románica del siglo XII, la Catedral de Sint Salvators es la primera iglesia gótica de ladrillo que se construyó en Bélgica. Su interior tampoco pudimos verlo, así que tras comprar unos chocolates y unos bombones en Leónidas (donde por cierto había unos españoles pesadísimos que querían probar todos los bombones antes de comprarlos) caminamos en dirección a la estación.
Aunque con una torre románica del siglo XII, la Catedral de Sint Salvators es la primera iglesia gótica de ladrillo que se construyó en Bélgica. Su interior tampoco pudimos verlo, así que tras comprar unos chocolates y unos bombones en Leónidas (donde por cierto había unos españoles pesadísimos que querían probar todos los bombones antes de comprarlos) caminamos en dirección a la estación.
El tren que hemos cogido ha tenido una avería antes de Gante y hemos pasado al menos una hora parados en la vía, oliendo a goma quemada y sin aire acondicionado. Una pesadilla. Menos mal que habíamos comprado unos bocadillos y unos botellines de Leffe y hemos aprovechado para cenar en el vagón, porque he terminado tan cansada que creí que no llegaba al hotel.
1 comentario:
Aiss...suspiro. El lago del Amor, cuánto amor siento dentro de mí...
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