domingo, 16 de agosto de 2015

Rumanía: La revedere, Bucuresti. (Adios, Bucarest)

Como nuestro vuelo sale a primera hora de la tarde hemos salido por la mañana a dar una vuelta. No mucho porque a las diez de la mañana ya había treinta grados y la verdad es que si no fuera porque era nuestro último día aquí yo me hubiera quedado en la cama.



Hemos ido hasta la cercana Calea Victoriei. Por el camino hemos visto mucha gente durmiendo en la calle. Desde allí pasamos para ver a la luz del día el Pasajul Macca Villacrosse.



Se trata de un pasaje comercial de estilo Art Nouveau. Tiene dos calles unidas por una gran cúpula. A una de ellas le da su nombre el arquitecto catalán Xavier Villacrosse.


Seguimos paseando hasta el edificio del Cercul Militar National, un edificio de corte neoclásico de principios del siglo XX, originalmente concebido para el recreo de los miembros del ejército rumano, pero que hoy día tiene un restaurante abierto al público en su planta baja.


En la Piata Revolutiei están los edificios más emblemáticos de la capital rumana. El Ateneul Román es un auditorio de prestigio internacional construído a imitación de un templo clásico griego o romano y decorado en su interior con mármoles y frescos.



También está en esta plaza el Palatul Regal o Palacio Real, constuído en el siglo XX tras el incendio del anterior. Hoy alberga en su interior el Muzeul National de Arta con verdaderas joyas de la pintura pertenecientes a El Greco, Velázquez, Murillo, Van Eyck, Rubens, Rembrandt, Tintoretto, Monet, Sisley o Delacroix.



Frente al palacio, el edificio de la Biblioteca Centrala Universitara, de finales del siglo XIX y estilo neoclásico. Resultó muy dañada por las bombas incendiarias de la policía en la revolución de 1989. Se perdieron más de millón y medio de libros.


Pasamos al lado de la Biserica Kretzulescu, originaria de 1720 y mandada construir por Safta, la hija del voivoda Constantin Cretulescu.




Dimos un pequeño rodeo por las calles adyacentes y llegamos al Parcul Cismigiu, que por ser domingo por la mañana, estaba muy animado con espectáculos de marionetas, paseos en barca por el lago y gente disfrutando del día.




Y poco más. Una comida rápida y poco más tarde volvíamos al hotel. Teníamos que bajar las maletas y partir al aeropuerto.



sábado, 15 de agosto de 2015

Rumanía: Castillo de Bran, Palacio de Peles en Sinaia y Bucarest

Hoy es el penúltimo día que estamos en Rumanía y el tiempo se me ha pasado volando. Esta noche ya dormiremos en Bucarest, pero antes nos quedan un par de platos fuertes.


A unos 30 km de Brasov  está el Castillo de Bran, una fortaleza del siglo XIV. Aunque hemos llegado poco antes de las nueve de la mañana, la hora de apertura, ya había colas frente a la taquilla.


Se le conoce como el castillo de Drácula, pero en realidad no está documentado que Vlad Dracul viviera aquí, como mucho alguna temporada de paso.


El castillo está construido sobre un promontorio rocoso y está lleno de escaleras empinadas y estrechas, pasadizos y hasta una escalera secreta que comunicaba directamente la primera y la tercera planta.


El interior conserva muebles, enseres y trajes, principalmente la época de la Reina María, que pasaba aquí temporadas sobre todo en verano.


En la primera planta están su dormitorio, la sala gótica y el salón grande, mientras que en la tercera planta se encuentra el dormitorio del Rey Ferdinand, un comedor, un salón...


Continuamos por carretera cruzando los Cárpatos a lo largo del Valle del Prahova, atravesando las ciudades de Predeal y Busteni, dónde hemos encontrado largas colas de coches que salían de la capital para pasar el fin de semana en las montañas.


Tras superar el atasco llegamos a Sinaia, fuera de Transilvania, en la región de Valaquia. Comimos en un restaurante un menú compuesto de sopa de faisán, estofado de ciervo y helado.


En 1866 el rey Carol I decidió que éste era el lugar idóneo para construirse un palacio para residir en verano y así surgieron el Castillo Palacio de Peles, un balneario, hoteles de lujo como el Palace y un casino.


El Palacio de Peles está construido en la ladera de una colina boscosa en estilo alpino y me recuerda a algunos castillos bárbaros.


En el interior destaca sobre todo el trabajo de la madera que cubre las paredes en la mayor parte de las habitaciones.


Desde la entrada, donde nos dieron unas calzas para hacer la visita, se accede a través de una gran escalera al vestíbulo, después a la Sala de Armas, el estudio de Carol I, la preciosa biblioteca, la sala del Consejo, la sala de literatura con vidrieras y muebles de madera de teca, el salón Florentino, la sala veneciana, el saloncito turco... Incluso hay un pequeño teatro.



Mientras estábamos dentro cayó una espectacular tromba de agua, pero tan repentinamente como vino se fue y a la salida ya volvía a lucir el sol. 
Dimos un pequeño paseo por los jardines y volvimos a ponernos en ruta. Nuestro destino ya era Bucarest.


Nada más llegar fuimos al hotel a dejar las maletas y darnos una ducha, antes de cenar. Teníamos una reserva en el restaurante Caru cu bere, uno de los más famosos de la ciudad, situado en la planta baja, abovedada y decorada con pinturas mosaicos, vidrieras y paneles tallados, de un edificio neogótico de la calle Stavropóleos.


Fue fundado en el siglo XIX por una familia procedente de Transilvania cómo cervecería. Tomamos primero una ensalada con zanahoria, remolacha, pimiento y pollo llamada Salata cu piept de pui y luego codillo, con polenta, chucrut, rabanitos picantes rallados y guindillas.


De postre una especie de donuts con crema cuajada y mermelada por encima llamados "papanas". Muy ricos pero contundentes, más tras la cena que habíamos tomado.


Mientras cenábamos hubo actuaciones, bailes típicos y esas cosas. Demasiado turístico, pero estuvo ameno.

Para finalizar nos fuimos a tomar unas copas en una de las terrazas que había en el Pasajul Macca Villacrosse, una galería comercial decimonónica cubierta que consta de dos ramas en forma de herradura, que se unen bajo una bóveda de cristal amarillo y verde, y cuya entrada está en la calle Victoriei, a la que unen con la calle Lispcani.

El gin tonic fue, probablemente, el peor que he tomado en mi vida. Es la primera vez que me lo sirven sin hielo, ¡y con el calor que hacía!. Pero el lugar era bonito y era nuestra última noche en Rumanía.

viernes, 14 de agosto de 2015

Rumanía: Targu Mures, Sighisoara y Brasov.

Dejamos Bistrita para conocer Sighisoara, pero antes hicimos una parada a medio camino en Targu Mures, una ciudad de cerca de 150.000 habitantes, la mitad de ellos magiares, que en el siglo XVI llegó a ser una de las principales ciudades de Rumanía.



Conserva fortificaciones, pero no podíamos estar mucho tiempo, con lo que puestos a elegir le tocó al centro histórico, en concreto la Piata Victoriei, donde se encuentran la Biserica Romano Católica, en el extremo sur, y la Catedral Ortodoxa, del siglo XX, en el norte.



Pero quizá los edificios más importantes son el Palatul Préfecturii, con los tejados de mayólica y el Palatul Culturii, construido en estilo modernista. Aquí tiene su sede de la Orquesta Filarmónica de la ciudad.



Su Sala Central tiene un enorme órgano y cuando entramos había un ensayo de la orquesta con un grupo de música moderna que nos gustó mucho.



Nos quedamos un rato y seguimos la visita por el Salón de los Espejos o Sala Oglinzi que tiene doce vidrieras cuya temática se basa en las leyendas transilvanas. Después dimos un breve paseo por las calles adyacentes, con edificios de estilo húngaro.


Pero posiblemente el plato fuerte del día fuera Sighisoara. La ciudad natal de Vlad Dracul y cuya ciudadela es Patrimonio de la Humanidad.



Se trata de una ciudad medieval de estrechas calles adoquinadas, flanqueadas de palacios y casonas, escaleras, plazuelas y torres. Entramos al recinto por la Torre de los Sastres, o Turnul Croitorilei, llamada así porque era este gremio el encargado de su mantenimiento y defensa.


Hay otras ocho torres hoy día, cada una con nombre de un gremio: zapateros, herreros, estañadores, cordeleros, carniceros...


Seguimos la Strada Zidul Cetatii, que desemboca en la Piata Cetatii, pasando por un pasadizo. En la Piata Muzeului está la casa natal de Vlad Dracul, hoy un restaurante, donde comimos sarmala, un plato compuesto por pimientos rellenos de carne.





Luego, para bajar las migas, subimos a la Turnul cu Ceas o Torre del Reloj, desde la que se obtienen unas impresionantes vistas de la ciudad antigua.



La torre, construida en el siglo XIV, tiene sesenta y cuatro metros de altura y cinco pisos. Pero la subida no es pesada, ya que en los diferentes pisos tiene pequeñas exposiciones en las que podemos ir parando.



Después hemos deambulando sin rumbo por las callejuelas hasta que el calor ha dado paso a una tormenta. Los truenos han empezado a retumbar y el cielo se ha oscurecido, aunque ha llovido poco.



Pero el ambiente ha sido el ideal para despedirnos por todo lo alto de la ciudad natal del vampiro más famoso de la literatura. Sólo ha faltado que fuera de noche.


Yendo hacia Brasov pasamos por delante de la fortaleza de Rupea o Cetatea Rupea, construida en una colina de basalto sobre las ruinas romanas de la ciudad dacia de Ramidava.


A media tarde hemos llegado a Brasov, una ciudad de casi 300 mil habitantes situada en el centro de Rumanía, en las laderas del monte Tampa, en los Cárpatos Meridionales.


El centro histórico está cuidado y hay mucho ambiente. Hay montones de terrazas en la calle peatonal Republicii, donde tomamos un helado de tiramisú buenísimo, y un mercadillo de artesanía en la bella Piata Sfatului, del siglo XVI.



En el lado oeste de la plaza está la Catedral Ortodoxa de la Dormición y ya fuera de la plaza está el edificio más famoso de la ciudad, la Iglesia Negra o Biserica Neagra, qué debe su nombre a que quedó ennegrecida por un incendio en la ciudad en el siglo XVII.



Es un templo gótico de tres naves y es su parte de atrás la que se ve desde la plaza. No muy lejos de allí, en la calle Poarta Schei está la Sinagoga Neóloga, de una curiosa arquitectura neomudéjar.


Brasov fue castigada por Vlad Dracul porque los sajones que la habitaban no le aceptaban, y el día de San Bartolomé en 1459, hizo que 30.000 personas, hombres, mujeres y niños fueran empalados. A continuación organizó un festín en el centro del bosque de empalados.


Para iluminarse, por la noche prendió fuego a la ciudad. Los que no murieron empalados lo hicieron a manos de sus soldados. La ciudad tardó varias generaciones en recuperar su población.

Esto es lo que cuentan, pero a mí me parece una barbaridad y teniendo en cuenta que la historia no la cuentan los perdedores, pues a saber.

Por su puesto no pongo en duda que Vlad Dracul empalara gente, sino que el número me parece desproporcionado, incluso para los estándares de población de nuestra época.
Pero ya se sabe que la historia la escriben los vencedores y la propaganda existe desde muy antiguo.

Nosotros no íbamos a dormir en Brasov sino en la cercana estación de Poiana Brasov, centro de deportes de invierno, el mayor del país, con pistas y bosques salvajes y un montón de hoteles.

Aquí tuvimos que reclamar porque la habitación era vieja e incómoda, para nada correspondía a un 4 estrellas. Las nuevas habitaciones a las que nos cambiaron, reformadas, estaban muy bien, con el único defecto de que el aire acondicionado no funcionaba, porque como hace calor poco días en el año...