viernes, 30 de junio de 2017

Vietnam: Despedida de Ha Long Bay

Hemos madrugado para ver  la salida del sol pero otra vez estaba lloviendo. Cuando hemos subido al restaurante del barco a tomar un café estaban en clase de tai chi.




Yo he tomado dos cafés por despejarme y poco más, con los nervios se me cierra el estómago y me dan hasta ganas de vomitar. Hemos pasado al lado de barcas en las que viven familias. No se si son pescadores o simplemente viven de vender sus baratijas a los turistas.



Poco después nos han llamado por megafonía para ir a ver Hang Thien Cung o cueva del palacio celestial en uno de los islotes. Había que subir bastantes escalones y llovía un montón pero merece la pena.




Esta cueva también tiene su leyenda, pues se dice que era el palacio del Rey Dragón, en el cual celebró su boda con la hermosa May. Invitó a genios, hadas, dragones y dioses cuyas imágenes quedaron en las estalactitas y estalagmitas.



Después había un brunch antes de desembarcar y yo me he tomado otros dos cafés y un bollito. No podía más. Mientras estábamos en el comedor pasamos ante una formación rocosa que es famosa porque sale en los billetes de 200.000 dong.



La tripulación nos ha despedido con una coreografía muy graciosa y hemos desembarcado.
Mientras esperábamos al autobús he hablado de nuevo con la persona de Emergencias Consulares que me atendió ayer y ha sido superamable, lo cual es de agradecer porque yo ya rozaba el histerismo. Y ya a la desesperada, cuando ha llegado el bus he sacado la maleta y de nuevo la he revisado de arriba a abajo. ¡Y ha aparecido! Jamás lo meto en la maleta así que no se que puñetas hacia allí, pero me ha dado una alegría que incluso he dado un abrazo y un beso a una señora que me dijo que se iba a encomendar a San Antonio...


Hemos salido hacia el aeropuerto de Hanoi pero antes paramos en una granja de ostras perlíferas. Interesante pero caro. Supongo que es la típica parada para turistas.


A las dos horas nueva parada en un centro de artesanía en el que trabajan mutilados de guerra y otros. También excesivamente caro. Incluso una bolsa de mango seco me ha costado casi cuatro veces lo que en Filipinas.




Mucho más interesante me ha parecido ver los campos de arroz y a los agricultores vietnamitas plantando sus parcelas. Tiene que ser un trabajo muy duro, ahí metidos en el agua todo el día...



Y algo que ya he visto más veces en Vietnam, entierran a sus muertos en medio de los campos de arroz. Las tumbas salpican el paisaje, a veces agrupadas y a veces solitarias. Que mejor lugar para descansar que aquel en el que has trabajado toda tu vida.. 



Ya en el aeropuerto un cafetito y cogemos un avión hasta Danang, una ciudad moderna y de las más grandes del país. Desde allí, por carretera hasta Hoi An.

jueves, 29 de junio de 2017

Vietnam: Ha Long Bay

La Bahía de Ha Long es imprescindible en un viaje a Vietnam. Forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y según una leyenda se formó cuando una familia de dragones, enviados para ayudar a los vietnamitas contra el invasor chino, lanzaron perlas y trozos de jade al mar que se convirtieron en islotes.



Es la estrella del viaje y sólo espero que no nos ocurra como en El Nido, Filipinas, y se suspenda el crucero por alguna razón. Salimos pronto de Hanói, a las ocho menos veinticinco en autobús y el trayecto de aproximadamente 300 kilómetros dura unas cuatro horas. Pasamos entre arrozales y hemos podido ver cómo los campesinos trabajan sus campos.



Al poco tiempo de subir en el autobús he echado de menos el pasaporte. Estaba segura de que estaba con el resto de la documentación en la mochila. Pero nada. He mirado en el bolso, aunque no suelo llevarlo ahí. Nada. Hemos llamado al hotel para que revisaran la habitación por si se había caído fuera o algo. Nada. Finalmente, en la primera parada he sacado la maleta y buscado dentro, a pesar  de que estaba prácticamente segura de que no. Nunca lo meto en la maleta. Y claro, no estaba.
He llamado a la embajada. Un pasaporte nuevo tarda varios días y un salvoconducto sólo me sirve para salir del país, no para vuelos internos. Y mi avión de regreso a España sale de Ho Chi Min y para llegar tengo dos vuelos internos.



Así que como no podía hacer otra cosa, hemos subido al barco para hacer noche en la Bahía de Ha Long. Y ha empezado a llover. Y luego a diluviar, con unos truenos que para qué. Aun así el panorama desde los ventanales del comedor es espectacular. Navegamos entre las increíbles formaciones kársticas, muchas de ellas con nombres de animales por su forma, a veces pasando por estrechos canales.



Aunque seguía sin parar de llover hemos ido en una barquita a ver Hang Luon, una laguna interior a la que se accede a través de una cueva y que tiene una leyenda que cuenta cómo dos amantes se ahogaron aquí huyendo de los matrimonios concertados por sus familias. Desde entonces las aguas son mágicas y antiguamente sólo miembros de la realeza podían bañarse en ellas. Nos han equipado con chubasquero y salvavidas. Casi ni se podían hacer fotos. Había muchos monos. Se podía ir en kayak, pero lloviendo tanto, como que no apetecía.




Tras eso nos han llevado a una playa con pinta de ser artificial en Titov Island, para que pudiéramos darnos un baño o escalar a lo más alto, pero el caso es que la tormenta arreciaba y sólo unos valientes se han apuntado. Lo mejor de esta isla es subir los 420 escalones hasta su cumbre y disfrutar de unas vistas únicas de la bahía, pero era imposible.



Después de media hora y de improviso, ha dejado de llover y salido el sol, así que hemos subido a la parte de arriba del barco para, por fin, disfrutar del entorno mágico. Y dejar de pensar en el pasaporte.




Pero me resulta imposible. Antes he estado a punto  de ponerme a llorar de impotencia. Curioso contraste entre la belleza del lugar y lo mal que me encuentro yo. En fin...




Como no hay dos sin tres, cuando hemos vuelto a la habitación, estaba inundada. Había una gotera y cuando se lo hemos dicho a uno de los chicos de la tripulación no se le ha ocurrido otra cosa que poner un cuadrado de plástico pegado con cinta adhesiva por los lados, con lo cual el agua se iba embolsando y en cualquier momento podía caer toda de vez. Le he dicho que si de verdad pensaba que nos íbamos a quedar allí toda la noche y que llamara al encargado, que queríamos cambio de habitación. Y así, a las mil y monas en vez de estar descansando estábamos de mudanza. Entre el ruido de los vecinos, el del frigorífico y el del aire acondicionado no había quien parara. Y para colmo dejé los tapones en la maleta, en el bus, ya que embarcamos sólo con la mochila.



Resumiendo, que no he pegado ojo ni con las pastillas para dormir y a las tres de la mañana estaba en pijama sentada junto a recepción a vez si pillaba wifi y buscaba la embajada en google maps. El chaval que estaba de noche me miraba alucinado.
Por fin me he tomado otra pastilla  para dormir.

miércoles, 28 de junio de 2017

Vietnam: Hanoi de día

Hemos madrugado y a las ocho estábamos fuera. Primero hemos ido hasta el lago Tay o Ho Tay, que significa "lago del oeste" y que, con un perímetro de 17 kilómetros, es el mayor de Hanói. Allí hemos visitado la Pagoda Tran Quoc, la más antigua de la ciudad.




Se construyó en el siglo VI, durante el reinado del emperador Lý Nam Đế (desde 544 hasta 548). Originalmente estaba a las orillas del Río Rojo pero fue reubicada en el año 1615 en el islote Kim Ngu, en el lago Ho Tay. Tiene once pisos, tantos como estados budistas existen. En cada piso hay seis puertas custodiadas por estatuas de Amitabha.




En el recinto también adoran a las "Madres". Sus santuarios están en la parte delantera del patio. La Madre verde rige sobre las montañas y los bosques. La Madre blanca, sobre el agua. Y por último, la Madre Roja, sobre el cielo. Son diosas antiguas que han sido adoradas en Vietnam desde antes de Buda.



Desde aquí fuimos hasta el Mausoleo de Ho Chi Minh. Para mí es una visita prescindible. Es unos de los lugares más turísticos de Hanói y hay largas colas para acceder al interior del mausoleo, que alberga la momia del líder vietnamita. 



El gobierno decidió embalsamarlo pese a los deseos del propio Ho Chi Minh que quería ser incinerado. Y así su cadáver esta expuesto, como el de Lénin u otros líderes comunistas. Está prohibido pararse o hacer fotografías de la momia, así que la que he puesto la he sacado de internet.



Muy cerca del enorme mausoleo está el Palacio Presidencial, de la época colonial francesa y en el cual tenía su residencia el Gobernador de Indochina. Ho Chi Minh se negó a vivir en él porque le parecía demasiado ostentoso y se estableció, primero en las habitaciones de los sirvientes, y luego en la llamada Casa Zancuda, una pequeña casa de madera de dos plantas construida sobre pilares.



También muy cerca está la Pagoda del Pilar Único o Chua Mot Cot. Es un pequeño y antiguo templo budista cuya estructura se inspira en una flor de loto en medio de un pequeño lago artificial. La mandó edificar en el siglo XI el Emperador Lý Thái Tông para celebrar el nacimiento de su hijo. Hoy las parejas que desean tener hijos acuden a esta pagoda a llevar sus ofrendas, normalmente frutas, dulces o incienso.



Seguidamente fuimos al Museo de Etnológico de Hanói, un poco anticuado en el interior pero con una buena muestra de casas y construcciones tradicionales de las distintas tribus en el jardín exterior.




Al aire libre nos encontramos con las reproducciones de las viviendas de minorías étnicas que habitan, sobre todo, las tierras altas del norte de Vietnam. Así encontramos un conjunto de cinco casas Cham, una gran Casa Comunal Bahnar, la Casa Ede, la Tumba Giarai...






Es un agradable paseo que nos da una idea de cómo se vive en esas comunidades y que viene bien, sobre todo si, como en nuestro caso, no vamos a poder verlas en sus lugares originales.





Al salir hemos ido a comer a un restaurante situado en una antigua mansión francesa. Comida típica del país: rollitos de dos clases, carne, langostinos rebozados... Después de un buen descanso nos hemos puesto de nuevo en marcha.




Pero mientras esperábamos en la acera a que llegara el coche me he entretenido fotografiando el día a día en las calles de Hanói.





El Templo de la Literatura, Van Mieu, es  lo que más me ha gustado del día. Fue inaugurado en 1070 y sólo seis años después el rey Ly Nhan Tong creó aquí la primera universidad de Vietnam. Al principio era sólo para hijos de la realeza pero posteriormente pudo estudiar aquí todo aquel que acreditó méritos suficientes. Es uno de los orgullos del país e incluso su imagen aparece en los billetes de 100.000 dong.





Se compone de cinco patios a los que se accede atravesando el Gran Pórtico. Se avanza por un pasillo central hasta la Gran Puerta del Medio. En este segundo patio hay dos estanques, uno a cada lado del sendero que sigue recto hasta la puerta llamada Costelación de la Literatura o Khue Van Cac, un elegante pabellón de dos pisos cuya parte superior se adorna con una ventana circular en cada una de sus cuatro paredes, simbolizando al sol.




Pasamos al tercer patio, el Jardín de las Estelas, que tiene en el centro un gran estanque llamado pozo de la Claridad Celestial, ahora cerrado por obras. A los lados unos pabellones albergan tortugas y estelas con los nombres de todos aquellos que alcanzaron el grado de doctores.







A través de la Puerta del Gran Éxito llegamos al cuarto patio, el Patio de los Sabios, que tiene dos pabellones a los lados y de frente la Gran Casa de Ceremonias.





Por los lados, rodeando los pabellones, llegamos al quinto patio, el Khai Thanh, donde se encontraba el sepulcro de los padres de Confucio. Cierra el patio la Sala de Thai Hoc, museo y santuario con dos pisos.



Dejando el Templo de la Literatura vamos al Teatro de Marionetas Acuáticas, el Thang Long, cerca del lago Hoan Kiem, el que vimos ayer. Es un espectáculo muy antiguo en el que se representan leyendas con marionetas de madera lacada, movidas mediante cañas ocultas en el agua. Mientras dura la representación hay unos músicos tocando y unos cantantes hacen los diálogos. Es diferente y me gustó, pero el teatro está diseñado para los vietnamitas. Nosotros no cabíamos y resultaba bastante incómodo para las rodillas.




Por último un paseo en una bicicleta de esas que llevan un carrito delante. Ha estado muy bien el recorrido, pero aunque sea su medio de vida, no puedo evitar sentirme mal... Pasamos por delante de la Catedral de San José, neogótica de finales del siglo XIX y, después de dar una vuelta por las 36 Calles, nos ha llevado hasta el hotel.