viernes, 9 de junio de 2017

Montaña asturiana: Taramundi y Santa Eulalia de Oscos

Pasamos de la playa a la montaña y de la bruma al sol. El camino desde la costa a Taramundi, en la montaña asturiana, es para hacerlo con tranquilidad, disfrutando del entorno y de las vistas. No hemos podido remediar hacer alguna parada en la carretera para disfrutar del paisaje. Como por ejemplo, en Bres, una parroquia del concejo de Taramundi, en el Valle de Turía, que a su vez forma parte de la Reserva de la Biosfera del Eo.



En Taramundi dimos una vuelta por el pueblo y bajamos al Museo de los Molinos. Allí nos pasó algo muy gracioso. Paramos al lado de una terraza en la que había sentados dos señores mayores y un chico. Decidimos parar y tomar un café antes de entrar al molino. Dimos los buenos días y nos respondieron alegremente: ¡Buenos días! ¡Pasen, pasen! Y pasamos. Y nos metimos en la cocina. Y luego en el comedor. Para darnos cuenta finalmente (por la cara de susto de unas señoras) de que era una casa privada y el jodío abuelo nos había tomado el pelo y estaba partiéndose de la risa. Que bueno.




El Museo de los Molinos de Mazonovo esta entretenido y el chaval que esta allí es un crack. La visita comienza con un audiovisual cortito y luego el paseo por las instalaciones y el exterior . Podremos ver molinos manuales e hidráulicos, y ya en el exterior, molinos asiáticos de percusión, brasileños y la cascada artificial.




A la vuelta seguimos viendo ingenios más modernos, destacando una enorme noria. En total hay 18 molinos: 7 manuales, 6 hidráulicos, 3 para niños y dos especiales.





Seguimos a Santa Eulalia de Oscos, un municipio que a pesar de que la parroquia en los años cincuenta del siglo XX llegó a casi 2000 habitantes, hoy ronda los 150.  Es una zona habitada desde antiguo. Aquí ya había castros antes de la conquista de los romanos que se dedicaron aquí a la minería (oro y hierro).



Obtuvo el premio Pueblo Ejemplar en 2016 y la verdad es que está muy cuidado. Entramos a comer a un hostal restaurante situado en una casona con unas buenas vistas del valle. Pedimos el menú del día. Bueno, barato y en cantidades industriales. Y el personal encantador.



Un paseo por el pueblo y de vuelta. Como delante nuestro iban una autocaravana y un camión cargado de troncos, nos hemos desviado a una área de descanso y nos hemos tumbado bajo un roble enorme a dormir la siesta, con el acompañamiento del sonido del viento entre las hojas y los trinos de los pájaros. Un paraíso.




De vuelta había neblina en el mirador Puerto de la Garganta. Ya habíamos parado a la ida por lo espectacular de sus vistas y a la vuelta nos sorprendió con un paisaje totalmente diferente.



Paramos en Vegadeo en una pastelería y compramos algo para cenar. Bordeamos la ría de Ribadeo y entramos en la autovía. Cuando pasamos frente al desvío de la Playa de las Catedrales no hemos podido remediarlo y hemos vuelto a parar. Un paseo por la parte de arriba del acantilado antes de volver.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué ilusión me hace visitarte
:-)*
Neutrina

Cdeiscar dijo...

Gracias!
Espero ponerme las pilas esta semana, se me está acumulando el trabajo... ;)