jueves, 8 de junio de 2017

Rias Altas: Playas y puertos escondidos.

Hoy vamos a ir a algunos sitios que nos quedaron pendientes en nuestra visita anterior a las Rías Altas. Quizá no tan espectaculares como los Acantilados de Herbeira, el Banco más Bonito del Mundo o el Cabo Ortegal, pero no podíamos dejar pasar la ocasión.


Aunque amaneció despejado después se ha ido cubriendo y aunque no ha llegado a llover, no hemos vuelto a ver el sol. Una pena porque las fotografías hubieran ganado mucho con mejor luz.


Primero hemos parado en la ábrica de cerámica de Sargadelos, fundada en 1806 por Antonio Raimundo Ibáñez, nombrado Marqués de Sargadelos por Carlos III.




Después siguiendo la línea de la costa, y aunque pensábamos ir directamente a Estaca de Bares, nos acercamos a la Playa de Xilloi en O Vicedo. Preciosa, en forma de concha, con fina arena blanca, resguardada y de casi un kilómetro de longitud.





Dejamos atrás O Vicedo y sus playas y llegamos al Puerto de Estaca de Bares, el más antiguo de Galicia, que algunos remontan a los fenicios (siglo VII aC) pero que seguramente es de origen romano. Tranquilo, con calles estrechas y empinadas, algún restaurante y playitas tranquilas.




Desde el puerto, por una carreterita que sale a la derecha, condujimos hasta el Faro de Estaca de Bares. Pero el día seguía revuelto y ni las vistas ni el faro eran de perder la cabeza. Una pena porque Estaca de Bares es el punto más septentrional de España, entre la pequeña Ría de O Barqueiro y la de Ortigueira, y marca la frontera entre el Mar Cantábrico y el Océano Atlántico.





Bajamos hasta el Porto do Barqueiro, conocido como el Cudillero gallego, y cuyo nombre viene del barquero que atravesaba la ría antes de la construcción del puente metálico en 1901. Paramos en una terraza a comer unas raciones. Enormes. Una de navajas y otra de pulpo a la gallega con una cañas y un café.




Dimos una  vuelta por el puerto, tan bonito con sus casas de fachadas  de colores, y volvimos hacia O Vicedo, dejando a un lado la gran playa de Arealonga. Atravesamos el pueblo, dejamos atrás el puerto y subimos hacia la Playa de Caolin.




Esta indicada con un cartel pequeño en rojo. Bajamos por un sendero entre vegetación y arbolado y nos quedamos casi sin habla al descubrir una pequeña playa de aguas entre turquesa y esmeralda y finísima arena blanca. Por algo su nombre.





A mi me recordó a algunas que vimos en Costa Rica, en el P. N. Manuel Antonio. Un lugar increíblemente bonito y tranquilo, que en la parte de arriba tiene las ruinas de piedra rodeadas de vegetación de una antigua fábrica.



Después pensábamos ir a O Fuciño do Porco, en la Punta Socastro, donde han hecho una bonita ruta. Pero después de llegar hasta la Playa de San Román, otra preciosa playa de más de un kilómetro de arena fina, vimos que no había donde dejar el coche. Deben estar acondicionado los accesos, porque había obras. Además no es un recorrido circular y como el día estaba así, nos desanimamos. Una buena escusa para volver.


Pasamos por Viveiro pero no paramos porque ya lo conocíamos y queríamos ir a Burela, a la Lonja, a ver la subasta de pescado.




Se puede entrar  por una puerta verde que tiene un interruptor a la derecha para subirla y ver la gran cantidad de pescados y mariscos que se subastan. Pone que prohibido entrar a personas ajenas y todo eso, pero a nosotros nos aseguraron que no había ningún problema.  



Después cenamos allí mismo, en el restaurante a Lonxa. Genial. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me flipa me flipa me flipa Galicia. Esa zona costera es de las más bonitas, es la que más me gusta porque no está muy explotada.
Galicia la llevo siempre en el corazón.
Neutrina :-)*

Cdeiscar dijo...

Estoy completamente de acuerdo contigo. Aquí el turismo masificado no ha llegado y eso se nota. No ha perdido la autenticidad ni la tranquilidad y al mismo tiempo es todo tan bonito...