viernes, 31 de mayo de 2013

La última copa

Hoy nos ha pasado algo muy curioso. 

Después de cenar con unos amigos hemos ido a tomar unas copas. Nosotros estábamos a lo nuestro cuando, de repente,  se ha hecho un silencio y todos nos hemos quedado mirando a un chaval de poco más de veinte años, bastante borracho, que contaba que tenía guardada la sábana con la prueba de la sangre de su mujer. El chico no se ha percatado del silencio que se hacía a su alrededor y ha seguido vanagloriándose de que su mujer no sale nunca de casa, que él nunca hace nada porque para eso está ella ...

Nosotros nos mirábamos y no dábamos crédito, pero él seguía, que la chica era de padre gitano y por eso estaba tan bien educada, que a su hija de pocos meses la iba a criar igual...

Yo me quedé mirando sin comprender nada. Hay cosas que sencillamente no me entran en la cabeza. Se supone que estamos en España, un país europeo, del primer mundo, en pleno siglo XXI ...

Y lo peor: todos callados y el muchacho creciéndose cada vez más, orgulloso de si mismo, encantado de haberse conocido y dándonos a todos una clase magistral de cómo hacer que una mujer se crea una mierda, un ser inferior y, al mismo tiempo una privilegiada por haber encontrado al hombre de su vida, al que cada día debe dar gracias por dignarse a mirar a alguien tan poquita cosa  como lo es ella ...

La camarera ya estaba hasta las narices de borrachos, niñatos y grupitos de última hora, así que ha cortado por lo sano. Ha mandado al chaval a su casa y a los demás nos ha comunicado que, o apurábamos, o no nos marchábamos sin terminar. Y para dar mayor verosimilitud a sus palabras, ha apagado todas las luces menos las de emergencia.

El chico, ya a la puerta se volvió para decirnos: "Ahora no me critiquéis, ¿eh?".

He vuelto a casa pensando que esta sociedad se está yendo a la mierda a pasos agigantados ...

viernes, 17 de mayo de 2013

“Con una moneda compré un pan, para tener con qué vivir, y con la otra una rosa, para tener por qué vivir”

En un artículo suyo, Rosa Montero escribe sobre un cuento árabe tradicional. Describe cómo un mercader  entró en la ciudad un día de mercado y le dio a un mendigo dos monedas. Horas más tarde volvieron a cruzarse y el primero preguntó al segundo qué había hecho con su dinero. El hombre contestó: “Con una moneda compré un pan, para tener con qué vivir, y con la otra una rosa, para tener por qué vivir”.

Este relato me ha vuelto muchas veces a la cabeza en los últimos tiempos. La más reciente cuando leía en un periódico que en colegios de Grecia entidades benéficas tenían que dar de comer a los niños, porque había muchos que se desmayaban de hambre en las clases o que dedicaban los recreos a rebuscar en la basura los restos de los bocadillos de los pequeños más afortunados. Y poco después la misma noticia, pero esta vez en Andalucía. Muy cerca.

Me parece tan duro, tan injusto. No sólo se está quitando el pan a la gente, sino todas las ilusiones. Y, por si ésto fuera poco, se nos priva también de todos esos "privilegios" que creíamos tan normales que ni los apreciábamos. Que ilusos, creer que es un derecho la educación, o la sanidad, o la justicia gratuitas y al alcance de todos. Ahora nos enteramos que no, que lo bueno hay que pagarlo y que si no puedes... mala suerte.

No hemos empezado a apreciar lo que teníamos hasta que han amenazado con quitárnoslo. Saben que con la sanidad y la educación, y con pocos escrúpulos, se puede hacer negocio. Dinero. Privatizando. Asfixiando lo público. Desprestigiándolo. Vilipendiándolo.

Volviendo a la situación de Grecia (una bola de cristal para ver nuestro futuro), hasta el año pasado los alumnos tenían los libros de texto gratis. Pero eso fue una de las primeras cosas que desaparecieron con la crisis. Primero se sustituyeron por fotocopias o disquetes. Después...


La sanidad nunca fue como la nuestra. Allí funcionaba la cultura del "fakelaki", el sobrecito, el soborno que se da al médico, al policía, al funcionario en general si quieres que "lo tuyo" vaya para adelante. Pero ahora ni con eso. Las farmacias no dan medicamentos si estos no se pagan y los hospitales tampoco. Poca gente se ha parado a pensar el precio que tiene, por ejemplo un tratamiento contra el cáncer  Muy pocas familias normales estarían en posición de asumirlo. Y ante eso, ¿qué puede hacer una persona? ¿dejarse morir o hipotecar a la familia de por vida y sin ninguna garantía de curación?. Porque el cáncer se cura, pero no siempre... 


¿Es el fin del estado del bienestar?¿La ley del más fuerte?¿Volvemos a las cavernas?.

Dicen que hay que recortar. Lo más fácil: educación y sanidad. La cultura. La justicia. Está en nuestras manos permitirlo o luchar por ello. Hundirnos en la miseria humana y moral o salir a flote y nadar, aunque sea contracorriente. Ser un país del primer mundo o del tercero.

Necesitamos el pan y la rosa.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Blancanieves

En cartelera en los cines de Atenas. Y no es la primera película española que veo allí. Ni mucho menos.


viernes, 10 de mayo de 2013

La rabia

Creo que la rabia es un sentimiento que no valoramos suficientemente. Tiene la fuerza de la inmediatez, de la ceguera. Hace que no pensemos en las consecuencias de nuestros actos y que nos atrevamos a hacer cosas que en una situación normal no seríamos capaces. Puede confundirse con la valentía por lo que tiene de temeraria, pero nada más lejos. La valentía nace de una reflexión interior, de comerse el miedo, apretar los dientes y tirar para adelante. Sin embargo la rabia no reflexiona, no piensa, no mide las consecuencias. Simplemente actúa. Y eso es lo que la hace más fuerte y poderosa, lo que le da su verdadera dimensión.


Es fácil que uno termine arrepintiéndose de lo que ha hecho en un instante, pero también es fácil que, de no hacer las cosas en ese preciso momento, no hubiese sido capaz de hacerlo nunca.
Personalmente prefiero actuar calmada y con las cosas bien pensadas, pero en determinadas ocasiones la rabia me ha dado una fuerza que nunca hubiera tenido en circunstancias normales o en frío. 
Por último creo que la rabia es la fuerza de los débiles. Convendría tenerlo en cuenta.

sábado, 4 de mayo de 2013

Atenas: Grafitis y batucada

Pasear una mañana soleada de invierno por el centro de Atenas es un regalo para los sentidos. No hay muchos turistas y la temperatura puede ser muy agradable. Mi recorrido suele ser siempre parecido, con las pequeñas variantes que se dan al perderte, intencionadamente, por las callejuelas de Plaka, Monastiraki o Anafiótica.


Siempre encuentro rincones nuevos, joyas ocultas, casa antiguas que se caen a trozos por el abandono y que me hacen soñar con tener suficiente dinero para comprarlas, restaurarlas y tener allí un maravilloso lugar en el que vivir.


Me da mucha pena el estado de abandono que se observa por los viejos barrios de Atenas. Y a esto se han unido en los últimos tiempos los grafiteros. Que conste que no estoy en contra de ellos, pero hay que saber el cómo y el dónde. Porque hay auténticas obras de arte y auténticos atentados contra el patrimonio. Y yo nunca había visto tantos grafitis como últimamente. Será un efecto más de la crisis.


Otra cosa que no había visto nunca en Atenas es una batucada. En plena plaza de Monastiraki. Ya desde Pandrosou se podían escuchar los tambores. Seguí a mis oídos y los encontré allí, tocando, bailando, animando al montón de gente que se congregaba en los alrededores.
La batucada es música de percusión cuyo origen primero estaría en las culturas africanas pero a la que a veces se le considera una derivación de la samba y que nació en Brasil. El director marca también los pasos de las coreografías que siguen los tamboristas y en muchos casos llevan bailarines. Consiguen contagiar su alegría y su energía y eso es algo de lo que estamos muy necesitados.


La primera vez que vi una batucada fue en París, en los alrededores del Canal de Saint Martin. Y ya me enganchó. Luego he tenido la suerte de tener en mi ciudad a La Torcida, que participan en talleres, fiestas ... allí dónde se necesite un poco de animación.
Por eso me ha alegrado mucho encontrar un grupo en Atenas. Si en algún sitio se necesita ahora animar un poco a la gente es allí. Y si conseguimos olvidar por unos momentos la realidad y los problemas, pues genial.
Así que esta mañana ha sido diferente. Y quiero pensar que no será la última vez que los vea por allí.