viernes, 14 de agosto de 2015

Rumanía: Targu Mures, Sighisoara y Brasov.

Dejamos Bistrita para conocer Sighisoara, pero antes hicimos una parada a medio camino en Targu Mures, una ciudad de cerca de 150.000 habitantes, la mitad de ellos magiares, que en el siglo XVI llegó a ser una de las principales ciudades de Rumanía.



Conserva fortificaciones, pero no podíamos estar mucho tiempo, con lo que puestos a elegir le tocó al centro histórico, en concreto la Piata Victoriei, donde se encuentran la Biserica Romano Católica, en el extremo sur, y la Catedral Ortodoxa, del siglo XX, en el norte.



Pero quizá los edificios más importantes son el Palatul Préfecturii, con los tejados de mayólica y el Palatul Culturii, construido en estilo modernista. Aquí tiene su sede de la Orquesta Filarmónica de la ciudad.



Su Sala Central tiene un enorme órgano y cuando entramos había un ensayo de la orquesta con un grupo de música moderna que nos gustó mucho.



Nos quedamos un rato y seguimos la visita por el Salón de los Espejos o Sala Oglinzi que tiene doce vidrieras cuya temática se basa en las leyendas transilvanas. Después dimos un breve paseo por las calles adyacentes, con edificios de estilo húngaro.


Pero posiblemente el plato fuerte del día fuera Sighisoara. La ciudad natal de Vlad Dracul y cuya ciudadela es Patrimonio de la Humanidad.



Se trata de una ciudad medieval de estrechas calles adoquinadas, flanqueadas de palacios y casonas, escaleras, plazuelas y torres. Entramos al recinto por la Torre de los Sastres, o Turnul Croitorilei, llamada así porque era este gremio el encargado de su mantenimiento y defensa.


Hay otras ocho torres hoy día, cada una con nombre de un gremio: zapateros, herreros, estañadores, cordeleros, carniceros...


Seguimos la Strada Zidul Cetatii, que desemboca en la Piata Cetatii, pasando por un pasadizo. En la Piata Muzeului está la casa natal de Vlad Dracul, hoy un restaurante, donde comimos sarmala, un plato compuesto por pimientos rellenos de carne.





Luego, para bajar las migas, subimos a la Turnul cu Ceas o Torre del Reloj, desde la que se obtienen unas impresionantes vistas de la ciudad antigua.



La torre, construida en el siglo XIV, tiene sesenta y cuatro metros de altura y cinco pisos. Pero la subida no es pesada, ya que en los diferentes pisos tiene pequeñas exposiciones en las que podemos ir parando.



Después hemos deambulando sin rumbo por las callejuelas hasta que el calor ha dado paso a una tormenta. Los truenos han empezado a retumbar y el cielo se ha oscurecido, aunque ha llovido poco.



Pero el ambiente ha sido el ideal para despedirnos por todo lo alto de la ciudad natal del vampiro más famoso de la literatura. Sólo ha faltado que fuera de noche.


Yendo hacia Brasov pasamos por delante de la fortaleza de Rupea o Cetatea Rupea, construida en una colina de basalto sobre las ruinas romanas de la ciudad dacia de Ramidava.


A media tarde hemos llegado a Brasov, una ciudad de casi 300 mil habitantes situada en el centro de Rumanía, en las laderas del monte Tampa, en los Cárpatos Meridionales.


El centro histórico está cuidado y hay mucho ambiente. Hay montones de terrazas en la calle peatonal Republicii, donde tomamos un helado de tiramisú buenísimo, y un mercadillo de artesanía en la bella Piata Sfatului, del siglo XVI.



En el lado oeste de la plaza está la Catedral Ortodoxa de la Dormición y ya fuera de la plaza está el edificio más famoso de la ciudad, la Iglesia Negra o Biserica Neagra, qué debe su nombre a que quedó ennegrecida por un incendio en la ciudad en el siglo XVII.



Es un templo gótico de tres naves y es su parte de atrás la que se ve desde la plaza. No muy lejos de allí, en la calle Poarta Schei está la Sinagoga Neóloga, de una curiosa arquitectura neomudéjar.


Brasov fue castigada por Vlad Dracul porque los sajones que la habitaban no le aceptaban, y el día de San Bartolomé en 1459, hizo que 30.000 personas, hombres, mujeres y niños fueran empalados. A continuación organizó un festín en el centro del bosque de empalados.


Para iluminarse, por la noche prendió fuego a la ciudad. Los que no murieron empalados lo hicieron a manos de sus soldados. La ciudad tardó varias generaciones en recuperar su población.

Esto es lo que cuentan, pero a mí me parece una barbaridad y teniendo en cuenta que la historia no la cuentan los perdedores, pues a saber.

Por su puesto no pongo en duda que Vlad Dracul empalara gente, sino que el número me parece desproporcionado, incluso para los estándares de población de nuestra época.
Pero ya se sabe que la historia la escriben los vencedores y la propaganda existe desde muy antiguo.

Nosotros no íbamos a dormir en Brasov sino en la cercana estación de Poiana Brasov, centro de deportes de invierno, el mayor del país, con pistas y bosques salvajes y un montón de hoteles.

Aquí tuvimos que reclamar porque la habitación era vieja e incómoda, para nada correspondía a un 4 estrellas. Las nuevas habitaciones a las que nos cambiaron, reformadas, estaban muy bien, con el único defecto de que el aire acondicionado no funcionaba, porque como hace calor poco días en el año...


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