sábado, 14 de mayo de 2016

Costa Rica: Parque Nacional Tortuguero

Dormir una noche en la selva puede ser complicado si no se toman algunas precauciones. La primera y más importante es tener unos tapones para los oídos. La gama de sonidos que se escuchan es impresionante: pájaros, monos, el golpear de la lluvia que cae sin parar, el del oleaje del mar rompiendo en la orilla... tampoco hay que olvidar a los vecinos humanos.



Importante también traer un antimosquitos de esos de enchufe por si las mosquiteras no son suficientes. Porque no hay cristales en las ventanas, únicamente contraventanas de madera. Y no dejar nada de comida fuera y sin cerrar bien o descubrirás demasiado tarde que junto con las galletitas saladas te has comido unas diminutas hormigas que se habían apuntado al festín.



Dicho esto es fantástico despertar con un concierto de trinos y gritos de miles de aves y el golpeteo de la lluvia y el rumor del mar... a las cinco de la mañana. No hace falta más tecnología. Y no puedo olvidar a nuestros vecinos, los monos aulladores. Menudo escándalo preparan.



Para entrar en el parque hay que pagar 15 dólares por persona. Nosotros hemos cometido el error de cambiar los euros a colones, con lo cual nos van a cobrar la comisión dos veces. Pero parece ser que aquí en todos los sitios turísticos lo que funciona es el dólar americano. Y es importante embadurnarse bien de crema con protección alta, porque las excursiones por los canales son en barcos sin cubrir y, si hay sol, pega muy fuerte.



El Parque Nacional Tortuguero es uno de los  más conocidos de Costa Rica. Nació en 1975 y cuenta con 19.000 hectáreas terrestres y algo más de 52.000 marinas. Está situado en el Caribe, en la provincia de Limón, y aparte de ser un santuario para las tortugas, sobre todo para las verdes, cuenta con una gran biodiversidad que hace que sea el tercer parque más visitado del país.



Cuando hemos salido había un sol espléndido. Primero pasamos por el puesto de los guardias del parque a por el permiso y luego ya nos adentramos en el área protegida. Los canales van estrechándose y la vegetación es cada vez más tupida. Hay veces que las ramas de los árboles se juntan sobre nuestras cabezas formando una especie de túnel verde.



Cientos de especies vegetales se disputan el espacio y los rayos de sol. Y dan cobijo a todo tipo de animales, desde el mítico y escurridizo jaguar, que por supuesto no hemos visto, hasta un sin número de aves, reptiles, anfibios o insectos.



Y de estos si que hemos visto algunos. A mi, no se porqué, me ha hecho ilusión ver un caimán, pero no han faltado las tortugas, tucanes, basiliscos, iguanas y otros que no recuerdo el nombre.


Cuando no llevábamos ni dos horas ha empezado a llover. Visto y no visto. No da tiempo ni a que abras el paraguas y ya estás calado. Como si te tiraran encima el agua a cubos. Nos han dejado unos ponchos impermeables del hotel, muy buenos para estos casos, pero aún así el agua que me mojaba la cara chorreaba bajo la barbilla y me calaba la camiseta.


Hemos llegado al muelle del hotel hechos una sopa pero nos han recibido con unos tés y unas galletas, además de los enormes paraguas del hotel. Desde luego el personal es de lo más amable y educado que he visto.



Cuando ha dejado de llover hemos ido a la playa. Ya se que no puedo bañarme pero tampoco tengo mucho interés y es tan bonita... Tiene que ser impresionante cuando dentro de unas semanas empiezan a llegar cientos de tortugas a desovar a la playa. Y cuando salen las tortuguitas... me encantaría verlo.



Por la tarde ha vuelto a llover y muy fuerte. Hemos estado en el porche de la cabaña en las mecedoras, y en la recepción y el restaurante durante la cena pillando el wifi. A ver si la lluvia nos da un respiro en los próximos días.

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