viernes, 2 de agosto de 2013

Camboya: Angkor, al fin.

Hoy nos vamos para Camboya, en concreto a Siem Reap, que es la ciudad que está en la zona arqueológica de Angkor.
Hemos madrugado mucho. Había que embarcar en el primer avión a las siete de la mañana rumbo Bangkok y allí, dos horas más tarde, hacer transbordo hacia Siem Reap. El primer avión era de los grandes, con fila de asientos en el medio. Y me ha tocado precisamente ahí, en el centro de la fila del centro y en la parte de atrás del avión. He respirado hondo y he intentado relajarme. Tanto viaje en avión tiene que servir de algo y total era poco más de una hora. Creo que he pasado la prueba con nota. Al bajar en el aeropuerto de Suvarnabhumi teníamos que ir a Bangkok Airlines a por las tarjetas de embarque. Otras veces te las dan todas juntas al facturar el primer vuelo pero esta vez, no se porqué, no. Para colmo nos han indicado mal y hemos hecho gira turística por el aeropuerto. que es grande y nuevo, pero las distancias son enormes.


Esta vez he conseguido ventanilla y fila cinco. Bien,  pero cuando he visto el avión no me lo podía creer. No sólo era de los pequeños y con hélices sino que además estaba pintado con una decoración tipo "Indiana Jones: aventura en la jungla" alucinante. En fin. Hora y poco y llegada al moderno aeropuerto de Siem Reap.


Me ha sorprendido la arquitectura que tiene, imitando el estilo tradicional de los templos. Lo primero los visados. He contado trece funcionarios en un mostrador, que iban pasándose de uno en uno el pasaporte hasta que llegaba al último, que era el que te llamaba y lo devolvía, con la visa puesta y vente de dólares menos en el bolsillo.

Puerta de Banteai Kdei, la ciudadela de las celdas
Además, cuando me ha llamado el funcionario para devolverme el pasaporte, ni siquiera se ha leído bien mi nombre sino que me ha llamado por el de mi madre. Menos mal que no tenía pérdida y se ha solucionado con una sonrisa.

A la puerta nos esperaba nuestro guía. De nuevo no hay más gente en el grupo que nosotros así que estupendo.
El guía es un chaval de poco más de veinte años que supera su falta de dominio del idioma con gracia y educación. Es todo un showman y además, cuando tiene que explicar, ha demostrado que está preparado. A ver qué tal.

El hotel me ha gustado. Es un cinco estrellas, no sé porqué, porque la verdad es que yo contraté uno de cuatro, pero estupendo. La gente es amable y servicial, siempre con una sonrisa y la habitación está bien, al fin sin moqueta, con un bonito suelo de teka.

Vamos a comer todos los días en el hotel. Hoy ha estado muy bien, aunque ha sido bufet, por lo menos había más variedad, estaba mejor preparado y con unos postres de pecado. Qué peligro. Porque estos últimos días en Tailandia estábamos ya un poco saturados de comer siempre lo mismo.

A las dos hemos quedado para, al fin, conocer Angkor. Me parece mentira poder estar aquí. Era uno de esos sitios que siempre me habían llamado la atención como un imán y ha llegado el momento.

Sras Srang, el estanque de las abluciones
El primer lugar donde hemos parado a sido el Sras Srang, el estanque de las abluciones, en realidad una piscina Real de Jayavarman VII con unas medidas colosales. Tiene unas escaleras y terrazas de arenisca, decoradas con leones y nagas y mide cuatrocientos por ochocientos metros.

Sras Srang, el estanque de las abluciones
Justo enfrente está el Banteai Kdei, la ciudadela de las celdas, un enorme monasterio budista del siglo XII cuya entrada principal está coronada por una enorme cabeza de Buda con cuatro caras, el bodhisattva Avalokiteshvara.

Banteai Kdei, la ciudadela de las celdas
Sus numerosas dependencias tienen decoraciones de relieves de bailarinas sagradas o apsaras. Incluso contaba con una gran sala de danza dónde bailaban para el rey.

Banteai Kdei, la ciudadela de las celdas
No me cansaba de mirar, de fotografiar, era tan increíble... Según íbamos andando descubríamos pilares y dinteles esculpidos, relieves, ruinas de alguna dependencia rodeadas de vegetación y musgos...

Banteai Kdei, la ciudadela de las celdas

Banteai Kdei, la ciudadela de las celdas
Multitud de vendedoras te siguen a todas partes, ofreciéndote sus productos en dólares. Especialmente graciosa era una chica que vendía unos chales. Era un crack, simpática, insistente, igual hablaba en inglés que en español, que la entraba la risa. También había un chico pintando acuarelas y claro le compré una preciosa del Ta Prohm. 

Banteai Kdei, la ciudadela de las celdas
Y precisamente el siguiente templo al que hemos ido ha sido el Ta Prohm. Es gigantesco y en él residían más de doce mil personas dedicadas al culto de las doscientas sesenta divinidades que contenía. Se trata de uno de los más famosos y fotografiados, con las raíces de las gigantescas ceibas abrazando las ruinas.

Ta Prohm
Viéndolo una piensa que así sería como se encontraba toda la ciudad cuando la redescubrieron en el siglo XIX los exploradores franceses.

Ta Prohm
Es inmenso e inolvidable pero está tan lleno de turistas asiáticos haciéndose fotos chorras con la uve de la victoria en sus manos que pierde un poco de su magia. Hay que hacer malabarismos para poder sacar una toma decente.

Ta Prohm
Hasta que te alejas un poco y consigues quedarte sola. Entonces la magia vuelve y sientes toda la fuerza del lugar, majestuoso y magnífico en sus ruinas estranguladas por las raíces.

Ta Prohm
El último templo de esta tarde ha sido el Ta Keo. Es del tipo piramidal, con varios niveles y unas empinadas escaleras. Me recuerda ligeramente a las pirámides mesoamericanas. Está en restauración y nunca fue acabado, por eso no tiene esculturas ni más decoración que la arquitectónica.

Ta Keo
Pero ello no le resta belleza sino todo lo contrario. Se empezó a construir a finales del siglo X y fue ejemplo para muchos de los templos de Angkor.

Hemos vuelto al hotel a las cinco, cansados, empapados en sudor y encantados de lo qué hemos visto. Angkor no decepciona. Todo lo contrario, cuanto más ves, más quieres ver.

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