Fue a mediados de los ochenta cuando una adolescente rebelde y lectora compulsiva descubría a José Luis Sampedro a través de "La sonrisa etrusca". Sencillamente me cautivó la historia del jubilado que se enamora en el ocaso de su vida.
Con esa novela me enganché a su prosa y fui leyendo puntualmente todas las novelas que editaba ("La vieja sirena", "Real Sitio"...). Pero ninguna me gustó tanto ni la releí tantas veces como esa primera.
Y cuando, hace algunos años, pude visitar en Roma el Museo Nacional Etrusco de Villa Giulia, cerca del monte Parioli, lo primero que hice fue buscar el Sarcófago de los esposos, tan parecido al que se conserva en el Louvre.
Photo by Angelo Piccolella |
En él podemos ver a una pareja sonriente, feliz, sin el dramatismo con el que en la mayor parte de las ocasiones se representa a la muerte. La actitud relajada, los semblantes tranquilos... Todo transmite belleza y serenidad.
He buscado el libro. Y voy a releerlo una vez más.
Y espero que Sampedro se encuentre en el lugar que merece. Como mínimo en el corazón de todos los que le leímos y admiramos por su lucidez, por su honestidad y por su profunda humanidad. Hasta los últimos días de su vida estuvo defendiendo unas ideas que le llevaron a identificarse con el movimiento del 15-M y a escribir el prólogo a ¡Indignaos!, escrito por otro joven nonagenario, Stéphane Hessel, para "alentar a la indignación juvenil a través de la no-violencia y conseguir un efecto contagio por todo el mundo".