Tras tomar un desayuno típico japonés con sopa, arroz y cositas que no recuerdo el nombre, pero sin café ni bollería o tostadas, salimos pitando porque no teníamos todo el día, ya que esa tarde partíamos para Hiroshima.
Un día frío y soleado, ideal para estar recorriendo la ciudad. Volvimos a coger autobuses para desplazarnos y, tal vez porque era más temprano, no estaban tan llenísimos como el día antes.
Nuestro destino era uno de los templos más conocidos de Japón, el icónico Kinkaku-ji que fue inmortalizado por Yukio Mishima en su novela El Pabellón de Oro, basada en un hecho real: el incendio del templo en 1950 por un monje que enloqueció y que no pudo soportar la belleza del edificio, que se reconstruiría pocos años más tarde.
El edificio original databa de 1397 y era una villa de descanso del shogun que posteriormente fue transformada en templo. Consta de tres plantas, con las dos últimas recubiertas de pan de oro y está ubicado en medio de unos espectaculares jardines, al lado de un lago denominado Kyoko-chi, el espejo de agua. El porqué de este nombre es evidente viendo las fotografías.
No muy lejos, el Ryoan-ji, "el templo del dragón tranquilo y pacífico", es un templo construido a finales del siglo XV dentro del cual existe uno de los jardines de rocas o karesansui, un tipo de jardín zen japonés, más famosos del mundo. Su creador no explicó su significado ni el porqué de su belleza. Es un jardín rectangular situado frente al edificio principal que utiliza arena rastrillada, musgo y un total de quince rocas dispuestas en tres grupos, en cada uno de los cuales destaca una piedra mayor que las demás. Además las rocas están dispuestas de modo que, cuando se mira el jardín desde cualquier ángulo, sólo catorce de las rocas son visibles al mismo tiempo.
El Castillo de Nijo fue mandado construir por el primero de los shogunes Tokugawa, Ieyasu, en 1601 y en 1940 se abrió al público.
Está rodeado de fosos y murallas y se accede al interior del recinto a través de varias puertas, algunas realmente espectaculares por su decoración. En el interior se encuentran el Palacio Ninomaru, el Palacio Honmaru y varios jardines.
El Palacio Ninomaru está construido en madera de ciprés y una de las cosas que más me sorprendieron fueron los "suelos de ruiseñor". Para evitar que alguien pudiera acercarse en silencio y poner en peligro la vida del shogun o del resto de los habitantes del castillo, los suelos están colocados de manera que, por muy cuidadoso que se sea, emiten suaves chirridos cuando alguien camina sobre ellos.
El Palacio Honmaru es mucho más pequeño, ¡poco más de 1500 metros! y sus habitaciones están conectadas a través de patios y corredores.
El castillo tiene varios jardines y zonas arboladas (algunos cerezos ya estaban en flor), pero el más antiguo es el Jardín Ninomaru, que cuenta con un gran estanque y tres islas, la de la Eterna Felicidad, la de la Cigüeña y la de la Tortuga.
Dejamos el Castillo de Nijo ya para ir a la estación de Kioto. Allí comimos en un restaurante italiano, que la comida japonesa está ben pero tampoco hay que abusar, y cogimos el Shinkansen que nos dejaría en Hiroshima ya de noche. Allí cogimos un taxi hasta el hotel, muy cerca de la "zona cero".
Nuestro destino era uno de los templos más conocidos de Japón, el icónico Kinkaku-ji que fue inmortalizado por Yukio Mishima en su novela El Pabellón de Oro, basada en un hecho real: el incendio del templo en 1950 por un monje que enloqueció y que no pudo soportar la belleza del edificio, que se reconstruiría pocos años más tarde.
El edificio original databa de 1397 y era una villa de descanso del shogun que posteriormente fue transformada en templo. Consta de tres plantas, con las dos últimas recubiertas de pan de oro y está ubicado en medio de unos espectaculares jardines, al lado de un lago denominado Kyoko-chi, el espejo de agua. El porqué de este nombre es evidente viendo las fotografías.
No muy lejos, el Ryoan-ji, "el templo del dragón tranquilo y pacífico", es un templo construido a finales del siglo XV dentro del cual existe uno de los jardines de rocas o karesansui, un tipo de jardín zen japonés, más famosos del mundo. Su creador no explicó su significado ni el porqué de su belleza. Es un jardín rectangular situado frente al edificio principal que utiliza arena rastrillada, musgo y un total de quince rocas dispuestas en tres grupos, en cada uno de los cuales destaca una piedra mayor que las demás. Además las rocas están dispuestas de modo que, cuando se mira el jardín desde cualquier ángulo, sólo catorce de las rocas son visibles al mismo tiempo.
Está rodeado de fosos y murallas y se accede al interior del recinto a través de varias puertas, algunas realmente espectaculares por su decoración. En el interior se encuentran el Palacio Ninomaru, el Palacio Honmaru y varios jardines.
El Palacio Ninomaru está construido en madera de ciprés y una de las cosas que más me sorprendieron fueron los "suelos de ruiseñor". Para evitar que alguien pudiera acercarse en silencio y poner en peligro la vida del shogun o del resto de los habitantes del castillo, los suelos están colocados de manera que, por muy cuidadoso que se sea, emiten suaves chirridos cuando alguien camina sobre ellos.
El Palacio Honmaru es mucho más pequeño, ¡poco más de 1500 metros! y sus habitaciones están conectadas a través de patios y corredores.
El castillo tiene varios jardines y zonas arboladas (algunos cerezos ya estaban en flor), pero el más antiguo es el Jardín Ninomaru, que cuenta con un gran estanque y tres islas, la de la Eterna Felicidad, la de la Cigüeña y la de la Tortuga.
Dejamos el Castillo de Nijo ya para ir a la estación de Kioto. Allí comimos en un restaurante italiano, que la comida japonesa está ben pero tampoco hay que abusar, y cogimos el Shinkansen que nos dejaría en Hiroshima ya de noche. Allí cogimos un taxi hasta el hotel, muy cerca de la "zona cero".