domingo, 25 de enero de 2015

Japón: Kyoto, primer día.

A Kyoto llegamos en el tren bala. Cuando lo pusieron en funcionamiento en los años sesenta, el Shinkansen era casi ciencia ficción. Ahora, acostumbrados al AVE, no nos damos cuenta de lo que representaban entonces las velocidades que alcanzaban estos trenes. Tuvimos que esperar muchos años para disfrutar de una tecnología similar.

En España y antes de emprender el viaje, habíamos comprado el Japan Rail Pass que, durante un periodo de siete o catorce días, te permite viajar en trenes autobuses y ferries sin límite de kilómetros. 

Tras cerca de cuatro horas de viaje desde Tokio llegamos a la espectacular y futurista Estación de Kyoto, construida en acero, cristal y hormigón e inaugurada en 1997 para conmemorar los doce siglos de la fundación de la ciudad. Tiene quince plantas con todo lo que pueda buscarse: restaurantes, grandes almacenes, tiendas de todo tipo y hasta una oficina de correos. Todo tan moderno que choca frontalmente con el resto de la ciudad, una de las más tradicionales y mejor conservadas de Japón.

Decidimos alojarnos en un tradicional ryokan que estaba a sólo unas pocas calles de la estación. Nos pareció que merecía la pena probar algo tradicional y, no se si por el cansancio, la gripe o un poco por todo, la verdad es que dormí de un tirón toda la noche.

Porque en cuanto dejamos las maletas a buen recaudo empezó la maratón de templos. Bueno no tanto, porque nos movíamos en autobuses urbanos que iban absolutamente llenos y porque tampoco merece la pena empacharse de tal manera que ya no distingues unos de otros.


El primer templo al que llegamos fue Sanjusanjen-do, un templo budista famoso porque está considerado como el edificio de madera más largo de Japón y porque en su interior alberga mil estatuas de la diosa Kannon.


Para acceder al interior había que descalzarse, pero los suelos de madera estaban brillantes e impolutos. Y estaba prohibido hacer fotos dentro, así que he tenido que rebuscar en internet para dar con una imagen.


Camino de Kiyomizu-dera atravesamos un barrio tradicional de casas bajas y calles con montones de cables eléctricos. Nos contaron que los dejaban así por los terremotos. También nos cruzamos con unas geishas que caminaban a toda prisa, víctimas de las cámaras de los turistas.
Las geishas se originaron como profesionales del entretenimiento que usaban sus habilidades en distintas artes japonesas, música, baile, y narración. Son característicos su maquillaje blanco, sus kimonos y peinados.



Comenzaban su entrenamiento en la niñez, pero hoy dia las jóvenes con aspiraciones a geisha comienzan  después de completar los primeros años de secundaria o incluso estudios superiores. Las geishas aún estudian instrumentos tradicionales como el shamisen, el shakuhachi (flauta de bambú), el taiko (tambor), canciones tradicionales, baile japonés clásico, sadō (ceremonia japonesa del té), ikebana (arte floral ), literatura y poesía. 
Kyoto mantiene fuerte la tradición de las geishas y allí se encuentran dos de los más tradicionales distritos de geishas, Gion y Pontochō.


Kiyomizu-dera significa templo del agua pura, y toma su nombre de las cascadas que existen en el complejo y que bajan de las colinas cercanas. En algunas fuentes había gente bebiendo porque se considera que su agua da buena suerte.



Es un recinto enorme que incluye templos, jardines, fuentes, cascadas, bosques o lugares para reponer fuerzas tomando un típico te japonés.



Hay varios edificios en el complejo: la Pagoda (la más alta de Japón), la Puerta de los Dos Reyes con las tradicionales formas de los templos japoneses, la Puerta del Este, la Torre de la Campana, la Cascada del Sonido de las Plumas, que originó la construcción de este complejo, o el Santuario Jishu dedicado a un dios del amor. Éste posee dos "piedras del amor", situadas a seis metros la una de la otra, distancia que los visitantes tienen que recorrer con los ojos cerrados. Si se consigue es un presagio de que esa persona encontrará el amor.

  

Sin embargo el Hon-do es el edificio más representativo y fotografiado de todo el complejo. Está elevado sobre 139 columnas de madera unidas sin clavos y asomado hacia el precipicio, con unas vistas imponentes del valle de Kyoto.


El complejo fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y estuvo en la lista de candidatos a Nuevas Siete Maravillas del Mundo. 

Seguimos adelante y esta vez, además de chicas jóvenes vestidas a la manera tradicional con los kimonos, encontramos unos monjes pidiendo limosna. "Takuhatsu" significa "alzar el tazón" y es una forma de mendicancia budista. Los monjes zen caminan por las calles cantando y la gente al escucharlos ofrece un donativo en su tazón de madera. Forma parte del entrenamiento de los monjes que, además de ayudar a los monasterios que viven de donaciones y obligar al discípulo a ser humilde, ayudan a purificar a la ciudad donde habitan porque, según la filosofía zen, el donante, el mendicante y la propia limosna forman parte de una cadena de equilibrio. Y de esta manera el "Takuhatsu" expresa la relación del mutuo apoyo y la dependencia. Los religiosos brindan consejos y guía espirituales, y los seguidores laicos suministran las necesidades físicas. Esta es una antigua tradición, que se remonta a la época de Buddha.


Y así llegamos al Heian-Jingu, un santuario sintoísta construido en 1895 para celebrar el 1100 aniversario de la creación de Heian Kyo (antiguo Kyoto). Tiene un gran Torii a su entrada y honra a dos emperadores: Kanmu, fundador de la ciudad en 794 y Komei, el último emperador que vivió aquí antes de que, con el emperador Meiji,  la capital se trasladase a Edo, antiguo nombre de Tokio.



El Shin'en consta de cuatro jardines que rodean los edificios del santuario. Por supuesto, jardines japoneses que rodean los edificios principales. Mas de 33.000 metros cuadrados de jardines con paseos, cenadores, estanques... Un lugar de cuento para relajarse y descansar. 



En la calle frente al templo había unos chicos tirando de unos carritos en los que montaban los turistas. A mi me resultó raro ver esto en un país tan adelantado y me explicaron que los chicos suelen ser estudiantes y que de todas formas están orgullosos de conservar esa tradición. No se si será así verdaderamente, pero desde luego era curioso verles con sus atuendos llevando a la gente a toda velocidad.



El último templo que visitamos fue el Ginkaku-ji, el Pabellón de Plata, llamado así porque el shogun Ashikaga Yoshimasa quería recubrir el edificio de plata, de igual manera que su abuelo había recubierto el Kinkaku-yi de oro. 



Lamentablemente el pabellón principal estaba en restauración y recubierto de andamios, por lo que, una vez más, he tirado de internet para encontrar una fotografía. Un motivo más para volver a Japón: ver el templo ya restaurado. Pero pudimos pasear por los jardines zen y por el parque arbolado recubierto de musgo. 



Aun vimos algún otro templo por el camino, pero ya sin parar. Camino del ryokan pasamos por barrios típicos de la ciudad, en especial Gion, puede que el barrio más tradicional, en el que puedes encontrarte con geishas que, al atardecer se dirigen a su trabajo, Además hay muchos restaurantes y casas de té. 



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué contraste de cultura, me encanta!

Cdeiscar dijo...

Es una cultura muy antigua y refinada, hay un respeto y una educación que qué más quisiéramos muchos para nuestros países.