sábado, 23 de marzo de 2013

Mérida (Emérita Augusta)

Desperté con las primeras luces pero me quedé remoloneando en la cama hasta las nueve. Me da muchísima pereza tener que levantarme los días de lluvia. No me gusta tener que salir a mojarme. Y eso que iba bien preparada con chubasquero, botas de agua, paraguas... Pero esa luz tan triste, y el frío, y la humedad... Nada, que soy de secano y necesito sol para recargar baterías.


Decidimos empezar por el Anfiteatro y el Teatro. Y acertamos, porque fueron los únicos momentos en que vimos el sol y pudimos disfrutar de toda la magia de un lugar que parece que se ha parado en el tiempo. Qué ganas tengo de venir en el Festival de Verano a ver una obra de teatro aquí, tiene que ser algo único.


El anfiteatro se empezó a construir en el siglo VIII a.C. y debió ser enorme. Se calcula que su aforo superaba los quince mil espectadores y en el se representaban los espectáculos más populares entre los romanos: luchas entre gladiadores,  con fieras...
Se conserva solamente la parte más baja del graderío, el resto seguramente sirvió de cantera a los lugareños, como tantos monumentos de la antigüedad.


El teatro está construido aprovechando una ladera y su aforo es bastante menor que el del anfiteatro. Los romanos eran menos aficionados a la escena que los griegos, pero entonces, como ahora, la cultura daba cierto lustre y prestigio del que una ciudad como Emérita Augusta no podía prescindir.


Cuando llegamos no había gente. Los grupos aparecieron más tarde y rompieron la magia con sus gritos, las voces de los guías intentando hacerse oír y sus posados en grupo. Hora de marcharse.


Un ratito andando y llegamos al Circo, mucho menos turístico pero de unas dimensiones colosales y un estado de conservación bastante aceptable. Tenía un aforo de 30.000 espectadores y en él se celebraban las populares carreras de bigas y cuadrigas a las que tan aficionados eran los romanos.


Volviendo en parte sobre nuestros pasos y una vez dejados atrás el Teatro y el Anfiteatro, llegamos a la Casa del Mitreo, ejemplo de mansión romana con sus mosaicos, un aljibe, patios y habitaciones...


Siguiendo un paseo bordeado de árboles llegamos a los Columbarios, con las construcciones funerarias propiedad de dos familias: los Vaconios y los Julios y, algo más alejadas, dos edificaciones con bóveda de medio cañón y hornacinas para guardar las cenizas.


A estas alturas el cansancio ya empezaba a hacer mella en nosotros, pero decidimos que era mejor aprovechar el rato sin lluvia y conocer la Alcazaba, la más antigua de la península, mandada construir por Abderramán II sobre fortificaciones de la época romana y con la misión de proteger el acceso a la ciudad desde el contiguo puente romano y de servir se residencia al gobernador y sus tropas.


Por fuera es imponente, pero el interior decepciona un poco. Lo más destacable eran sus monumentales murallas y puertas y el Aljibe, construido con restos romanos y visigodos y al que se accede de bajando por las escaleras, casi a oscuras, de dos corredores que desembocan en la cisterna, cuyo agua está iluminado y con pececitos naranja. Es de suponer que los peces son un añadido moderno...


También dentro de la Alcazaba había restos de una calzada, de una vivienda y de fortificaciones romanas, así como un un pórtico del siglo XIX, de estilo neogótico con arcos apuntados y que utiliza columnas visigóticas.


El puente romano sobre el Guadiana empieza a los pies de la fortaleza, tiene casi un kilómetro de largo y en su parte central hay una gran isla.


No todo el puente es romano en la actualidad, pero las partes más antiguas se reconocen con facilidad con sólo fijarse un poco, porque las piedras con las que está construido presentan esas formas redondeadas, almohadilladas, tan típicas de la arquitectura romana.


En las cercanías del majestuoso Arco de Trajano, empezó a diluviar. Esta puerta formaba parte el foro provincial y tenía otros dos arcos más pequeños a los lados. Los sillares de granito tenían un revestimiento de mármol.


La Plaza de España data de la época de los Reyes Católicos y servía de plaza de mercado, plaza de toros, lugar de ajusticiamientos... era el centro de la vida pública de la ciudad moderna. Está rodeada de palacios (dos de ellos convertidos en hoteles),  casas nobles y, por supuesto, la catedral.


Llegamos a ella buscando un lugar dónde comer y descansar y, sin pensarlo mucho entramos en una taberna que estaba abarrotada de emeritenses tomando sus vinos, sus cañas y sus pinchos. Se llamaba "el Pestorejo".


Costó trabajo encontrar una mesa, pero cuando lo conseguimos no tuvimos que esperar mucho antes de que apareciera un camarero que volaba entre las mesas y que nos recomendó lo que podíamos comer. Y menos mal que nos avisó de que las raciones eran generosas, que si no... Comimos muy bien y baratísimo, con cafés y todo, dos personas por ¡30€!.


Lo malo es que al salir seguía diluviando y el Templo de Diana (que se conserva en buen estado gracias a que fue incorporado al palacio del Conde de los Corbos) y el Pórtico del Foro Municipal los vimos muy pasados por agua.


Menos mal que habíamos dejado para el final el Museo Romano, allí por lo menos no teníamos que preocuparnos por la lluvia. Lo malo es que nos despistamos con la hora y al final casi nos echaron. Pero es impresionante, tanto por el edificio de Moneo como por los tesoros que alberga.


El último lugar al que pensábamos ir era la Basílica de Santa Eulalia, pero cuando llegamos ya estaba cerrada y el famoso Hornito, en obras. Con lo cual lo que hicimos fue ir a nuestra habitación a tirarnos sobre la cama...
Ya cenaríamos algo rápido allí mismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Extremadura es para mí el olor feliz de la infancia,
La limpieza inconfundible de una forma de hablar que me perteneció,
Y que de algún modo todavía me pertenece.

El susurro perdurable de una legión de antepasados que sobreviven en mí.
La hospitalidad antigua de la gente,
El color de los atardeceres inacabables del verano.

El recuerdo perdido de una patria perdida.
Extremadura es para mí el mundo.

Extremadura, Javier Cercas