viernes, 1 de marzo de 2013

Música Clásica

De pequeña me sentía como un bicho raro cada vez que confesaba que me gustaba la música clásica. Y si además añadía la ópera, aquello ya era el no va más. Y a ciertas edades nos gusta pertenecer al grupo, no ser diferentes, porque eso te puede marginar. 
No es que no escuchara otro tipo de músicas, al contrario, disfruto de casi todos los estilos, pero cada uno tiene su momento. Por ejemplo en el coche siempre llevo música moderna. Pero reconozco que nada es capaz de emocionarme tanto como estar sentada en un teatro disfrutando de una de mis óperas favoritas. Hay veces que, aunque suene un poco ridículo, se me saltan las lágrimas. 
Y nunca he sido mitómana, pero reconozco mi debilidad, desde que tengo memoria, por Tchaikowsky y por María Callas.

El Ermitage desde el río Neva
Recuerdo mi sorpresa hace unos veranos, durante un viaje a San Petersbugo, cuando al visitar el Museo de la Música, situado en el bello Palacio Sheremetiev, en una de las salas descubrí un piano que había pertenecido al compositor. Me quedé mirando intentando imaginármelo mientras componía toda esa música tan bella que me ha acompañado durante tanto tiempo. Después teníamos un pequeño concierto privado. Yo no me hacía muchas ilusiones pensando que sería una de esas cosillas que preparan para los turistas...

Palacio Sheremetiev, San Petersburgo. Museo de la Música
Volví a sorprenderme, en especial cuando le llegó el turno a la soprano. Era sencillamente magnífica. Y estaba cantando allí, a poco más de dos metros de mi silla, casi en exclusiva para mí, porque éramos cinco personas. Y, de verdad, a duras penas pude contener las lágrimas. Fue, desde luego, una tarde inolvidable. Como inolvidable fue aquel concierto una noche de verano, al aire libre, en el atrio de la catedral de Segovia, en el que una orquesta rusa interpretó su Romeo y Julieta, o aquella primera vez que escuché en un teatro El Lago de los Cisnes...

Monasterio de Novodevichy, Moscú. Cuentan que Tchaikovsky  se inspiró en su lago al componer su famoso ballet.
Y de la Callas qué puedo decir. Ella era la ópera. Incluso su vida pudo ser un buen libreto para que Verdi compusiera una de sus obras. Y su Traviata, todas sus heroínas dramáticas. Es curioso, pero una vez entraron a robar en mi casa y, al no encontrar nada de valor más que unos pequeños pendientes de oro, se llevaron unos discos de recopilación de la Callas. La cara de sorpresa del policía cuando me preguntó qué objetos había echado de menos fue un poema.

Y todo esto me ha venido a la cabeza porque, cuando quiero relajarme y olvidarme un poco de todo, enciendo mi mp4, en el que hay, casi exclusivamente, música clásica y ópera. Callas, Domingo, Rachmaninof, Tchaikowsky... Y hoy ha salido éste último, en concreto su Concierto para Violín y Orquesta en Re Mayor Op. 35, interpretado al violín por Isaac Stern.
Ahora ya no me siento rara. Ahora se que soy una privilegiada por poder disfrutar de tanta belleza. 

(Gracias a mi abuelo, al que siempre recordaré leyendo el periódico y con la música clásica como fondo y, por supuesto, a mi madre, digna heredera suya)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Eres una persona exquisita en gustos...
Gracias por dejar que los demás aprendan de ti leyendo tus momentos.

Cdeiscar dijo...

Gracias a ti!