sábado, 7 de diciembre de 2013

Lugares que me dejaron sin aliento 2

Creo que a estas alturas es fácil darse cuenta de mi predilección por las ruinas de antiguas civilizaciones. Qué le voy a hacer. A unos les gusta ir a la playa a embadurnarse de crema y arena y pegarse con el vecino para colocar la sombrilla y a otros nos gustan las piedras.
Así que mis favoritos siempre fueron Egipto, Grecia, Roma, las civilizaciones precolombinas, India ...


Supongo que por eso, y tras ir a Egipto y a Roma, no podía ser de otra forma: tenía que ir a Grecia. Aunque en realidad fue un poco por casualidad. Ese año pensábamos ir a Noruega  pero se torcieron las cosas. Y fue llegar allí y enamorarme del país, que le vamos hacer. Desde entonces he vuelto más de treinta veces, pero esa es otra historia. 

Me resulta muy difícil elegir un solo lugar de Grecia. Están los inevitables como la Acrópolis, Delfos, Meteora, los monasterios del Monte Athos, Epidauro, Micenas... es imposible. Quedará pendiente para otra vez.

Petra, la antigua cuidad de los nabateos en Jordania, era de los sitios que sabía que iba a ir sí o sí. 

No se puede describir con palabras lo que se siente cuando, tras un buen paseo por el desfiladero del Siq, encerrados por paredes verticales y tan estrecho que a veces da la impresión de que se van a juntarse, se divisa la fachada  de El Tesoro. 

Y conste que cuando Spielberg lo hizo famoso por las aventuras de Indiana Jones ya estaba en mi lista. En realidad ni siquiera recuerdo desde cuándo, pero hacía ya mucho tiempo.

Sin embargo Petra no es sólo la fachada de El Khazneh y se necesitaría más de un día para descubrirla. Mucho más. 

Lo malo de estos sitios es que siempre te quedas con ganas de más, con ganas de volver algún día sin más ayuda que un buen mapa, un botellín de agua y unas buenas botas y caminar, patear todos los senderos que encuentres sabiendo que al final siempre te esperará una recompensa, un nuevo descubrimiento, algo en lo que no te habías fijado antes...

Y sentarte en una roca, a la sombra por si acaso, para dejarte llevar por la magia que desprenden las piedras.


Japón era otro de los destinos a los que, tarde o temprano, sabía que iría. Es casi una tradición familiar y poblaba mis fantasías desde que era una niña. Además tenía la suerte de que allí me esperaban con los brazos abiertos y pude pasar dos semanas inolvidables por Tokio, Kioto, Kamakura, Monte Fuji, Parque Nikko, Hakone, Hiroshima y las islas de Mijayima... 
Si tengo que elegir un lugar creo que sería el Kinkaku-ji, el Templo de Oro de Kioto. En realidad es una reconstrucción. El original fue incendiado por un monje loco en 1950 y la historia dio lugar al libro "El Pabellón de Oro" de Mishima. 


Y en Alemania me esperaba el castillo de Neuschwanstein, construído por Luis II, "el Rey Loco" en las montañas de Baviera.
Un castillo de cuento, rodeado de un paisaje de montañas y lagos que nos recuerdan a las historias de príncipes y princesas que poblaron nuestra fantasía en los lejanos años de nuestra infancia. 
Recuerdo la decepción que me llevé cuando llegué, para descubrir que había una niebla tan intensa que no podía sino adivinarse su silueta. Pasamos al interior y cuando volvimos a salir las nubes nos habían dado una tregua. Nos esperaban en el autobús pero no me importó. Corrí hasta el mirador y pude, al fin, sacar algunas fotos. Ésta es una de ellas.

Y hasta aquí por hoy. Seguirá... creo.

2 comentarios:

Jim Wanderlust dijo...

¡Añadidos a mi lista de lugares pendientes! Qué maravillas.

Anónimo dijo...

"Y sentarte en una roca, a la sombra por si acaso, para dejarte llevar por la magia que desprenden las piedras"
Bonita frase, me ha gustado mucho.
Según en la forma en que cada uno mire las cosas, pueden sentirse de una manera muy especial.
Me sentaré para dejarme llevar por la magia que desprenden tus palabras y tus fotografías mientras te leo...