Según pasábamos por tierras de Jaén, camino de Ronda, el paisaje era precioso, con la carretera pasando entre suaves colinas cubiertas por olivares y, al fondo, las cumbres de Sierra Nevada totalmente blancas y brillantes por el sol.
Hemos llegado a Ronda de noche, después de hacernos casi 800 kilometros en medio de un temporal de nieve y frío. Tras buscar aparcamiento y dejar las maletas en la habitación, salimos a darnos un paseo nocturno por Ronda. El tiempo sigue sin acompañar y, aunque no hace tanto frío como en el norte, está cayendo un fino aguanieve.
Aun así llegamos hasta el famoso Puente Nuevo, que une la ciudad nueva con la vieja, de calles estrechas y empedradas que parece que no ha cambiado durante siglos. Y es que no hay nadie en la calle, parece mentira en una ciudad tan turística, y es una maravilla.
Desde la Plaza de María Auxiliadora baja un paseo que tras unas cuántas rampas deja ver unas preciosas vistas de Ronda, el Puente Nuevo y el Tajo por donde baja el río Guadalevín formando pequeñas cascadas y saltando entre las piedras. Casi se oye más que se ve.
Pasamos ante el Palacio de Mondragón y seguimos hasta la Iglesia de Santa María la Mayor y la Plaza de la Duquesa de Parcent con el Ayuntamiento.
Pasamos por la calle hasta la placita de Abul Beka, donde encontramos el Alminar de San Sebastián y seguimos por delante del Museo Lara hasta llegar otra vez al Tajo. A la derecha el convento de Santo Domingo y el mirador de Aldehuela.
Hemos cenado algo y a descansar, que mañana queremos ver muchas cosas...
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