Hoy ha cambiado el tiempo. Al despertar he visto que el cielo estaba cubierto y a medio día ha empezado a llover. Menos mal que ya lo habíamos previsto y no ha habido problemas porque por la mañana hemos estado en Christianshavn y por la tarde a la Galería Nacional (Kunstmuseum).
Christianshavn es una isla. Desde la parada del metro nos hemos dirigido hasta el puente que la une con Slotsholmen porque estábamos oyendo jaleo, gritos y música.
Había un montón de gente corriendo por las calles. Supongo que sería una carrera popular. El evento estaba amenizado por un grupo de músicos que eran una mezcla entre batucada y chicas bailando samba. Pelín hortera para mi gusto.
Hemos vuelto hacia atrás y dado un paseo entre los muelles y los canales con barcos - casa. No sé si esta zona es menos turística o es que el día estaba revuelto, pero las calles estaban muy tranquilas.
Christianshavn es uno de los barrios más interesantes de la ciudad y el que mejor refleja el aspecto que tenía Copenhague antes del incendio de 1728. Fue creado en 1639 por Christian IV para convertir la ciudad en el centro naval y económico de la zona.
Al fondo se distinguía la inconfundible silueta en espiral de la torre de la Iglesia del Salvador. Y ha sido como un imán.
Hemos subido los cuatrocientos escalones que tiene, unos doscientos cincuenta por dentro y los últimos ciento cincuenta por el exterior, sólo protegidos por una barandilla dorada.
Era mejor no pensarlo porque el vértigo era muy fuerte, sobre todo al llegar arriba, dónde los escalones eran tan estrechos que al cruzarte con alguien casi no había sitio y, lo peor, notar que la torre se movía por el viento.
Al fondo se distinguía la inconfundible silueta en espiral de la torre de la Iglesia del Salvador. Y ha sido como un imán.
Hemos subido los cuatrocientos escalones que tiene, unos doscientos cincuenta por dentro y los últimos ciento cincuenta por el exterior, sólo protegidos por una barandilla dorada.
Era mejor no pensarlo porque el vértigo era muy fuerte, sobre todo al llegar arriba, dónde los escalones eran tan estrechos que al cruzarte con alguien casi no había sitio y, lo peor, notar que la torre se movía por el viento.
Unas pocas fotos con las preciosas vistas que había desde arriba y he bajado a toda prisa porque ya no aguantaba más. Pero reconozco que merece la pena. Además estas cosas ya me las tomo como un reto: tengo que ser capaz de hacerlo y punto.
Justo al llegar abajo ha comenzado a llover, así que nos hemos entretenido viendo la Iglesia por dentro. Luego hemos llegado hasta los Bastiones pero no estaba el día para pasear más, así que hemos tomado el metro y dos estaciones más tarde hemos bajado para llegar a la Galería Nacional bordeando el Jardín Botánico.
Al entrar ya diluviaba, pero tiene una cafetería en la parte nueva con enormes ventanales de vidrio que se abren al parque de Oster Anlaeg y a su lago. La escena era preciosa, aunque el día estaba muy oscuro.
Hemos tomado algo y nos hemos entretenido unas horas con las colecciones de arte internacional del Renacimiento en adelante, arte danés y arte moderno del XX.
La colección original, en su origen colección privada del rey, se expuso por primera vez en público en el año 1822 en el Palacio Christiansborg. Afortunadamente se salvó del incendio de 1884 y dos años más tarde se trasladaba a su actual ubicación.
No es que sea un museo comparable a otros grandes europeos pero merece la pena y además es gratis, así que con lo que llovía era la mejor opción para pasar nuestra última tarde en Copenhague.
La colección original, en su origen colección privada del rey, se expuso por primera vez en público en el año 1822 en el Palacio Christiansborg. Afortunadamente se salvó del incendio de 1884 y dos años más tarde se trasladaba a su actual ubicación.
No es que sea un museo comparable a otros grandes europeos pero merece la pena y además es gratis, así que con lo que llovía era la mejor opción para pasar nuestra última tarde en Copenhague.