sábado, 17 de mayo de 2014

Copenhague, tercer día.


Seguimos con un tiempo fantástico y se nota. Los copenhaguenses abarrotan los parques, las terrazas, incluso las aceras y los puentes. Cualquier sitio al sol y protegido del viento es bueno. Así que están todos como tomates. 


El carril bici tiene más tráfico que el de los coches y no sólo es utilizado por bicicletas sino que también se ven patinetes o chicos con tablas de skate, de todas las edades y con todo tipo de ropa. Ejecutivos, amas de casa con un canastillo para la compra, mamás con el carrito para los niños delante de la bici, minifalderas, deportistas...


Se puede llevar la bici en el metro y, si lo prefieres, en las estaciones hay enormes aparcamientos para bicicletas. Es una cultura totalmente diferente.


Al llegar hoy a Kongens Nytorv había otro mercadillo. Es típico en los fines de semana de la época veraniega. Hemos estado revolviendo un rato hasta que hemos oído música, y resulta que estaba pasando el cambio de guardia de palacio.


Hoy hemos decidido visitar el Castillo de Rosenborg. Lo construyó Christian IV como castillo de recreo entre los años 1606 y 1634 en estilo renacimiento holandés. Los siguientes reyes residieron aquí a menudo, hasta la construcción del Castillo de Frederiksberg en 1710.


Después solamente se ha utilizado en 1794, a causa de un incendio en el palacio de Christiansborg, y durante el ataque de Nelson a Copenhague en 1801.


El castillo es de ladrillo y está rodeado por un foso en el que nadan cisnes y patos. Por dentro tiene estancias amuebladas con piezas de época .


La sala del Tesoro de la Corona está en el sótano y cuenta con espadas, coronas, vajillas y las joyas de la corona. También hay una colección de armas reales, barriles de vino de Rosemborg, objetos de marfil y ámbar.


Sus jardines estaban llenos de gente disfrutando del día de sol. Todo el mundo estaba tirado en la hierba jugando, tomando el sol, corriendo, leyendo...


Justo al lado del castillo está el Jardín Botánico. Su entrada es libre y cuenta con un impresionante invernadero de cristal, la Casa de la Palmera, que por desgracia estaba cerrado debido a unas obras de rehabilitación.


Ocupa diez hectáreas y alberga 25.000 plantas de 13.000 especies distintas y hay muchos bancos con preciosas y coloridas vistas. Además contiene un Museo Botánico y otro de Geología.


Hay lagos con puentes, garzas, patos, tortugas y, como no, está lleno de gente que disfruta del día en la hierba. Es increíble lo que les gusta el sol y la naturaleza a los daneses.


En lo alto de las terrazas de la Casa de las Palmeras había un puesto de bebidas y comida rápida y una terraza para descansar y disfrutar del entorno.


Al salir hemos seguido por la calle Gothersgade hasta los embalses. En uno de los puentes que los cruza hacia el barrio de Norrebro la acera estaba llena de gente... tomando el sol entre paseantes y bicicletas.


Norrebro significa "puente norte" y es un barrio del XIX muy popular para pasear o comprar. Aquí se nota más la inmigración y pueden verse gentes de todas las culturas y con sus atuendos típicos. Y pocos coches y muchas bicicletas.



Pero el colmo, al menos para nuestra mediterránea forma de pensar, ha sido cuando hemos llegado al cementerio de Assistens Kirkegard y allí, entre la vegetación y las antiguas tumbas, los daneses estaban comiendo, jugando, tomando el sol en bañador, paseando al bebé...


Lo habitual que se haría en un cementerio, vamos. En detalles como estos es dónde más me doy cuenta de las diferencias entre los países. En España sería impensable y probablemente estaría incluso castigado. Pero sinceramente prefiero la visión nórdica, mas natural y menos "tenebrosa". Aún así no deja de ser sorprendente estar ante la tumba de Hans Christian Andersen y que al lado haya unas chicas tomando el sol y con unas cervezas.


Este  cementerio data de 1760, cuando se hizo necesario porque los cementerios existentes estaban llenos a causa de varios brotes de peste que mataron a una tercera parte de la población en sólo cincuenta años. Pero hemos visto lápidas con inscripciones recientes, de los años noventa.


Ya de vuelta y tras parar en una terraza para tomar unas cervezas hemos decidido que ya era hora de regresar. Un paseo hasta la estación de metro más cercana y de vuelta al hotel, que tengo los pies hechos fosfatina y estoy muy cansada.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

No me pongo a tomar el sol entre las lápidas ni jarti de vino! :-))
Que buen tiempo tuviste, qué bien!

Cdeiscar dijo...

Esto en un cementerio musulmán costaría como mínimo la lapidacion.