Cuando hemos salido diluviaba. Con lo poco que me gusta la lluvia y lo molesta que resulta cuando estás "turisteando". Hemos decidido coger el tranvía. Lo primero que hay que hacer es sacar una ficha de plástico que se llama jetón y que cuesta 4 libras turcas en una máquina que hay en las estaciones. Después se mete en el torno y se pasa. En sólo tres paradas estábamos en la plaza de Sultanahmet.
Hemos caminado rodeando la gran plaza y recordando que fue un hipódromo, del que quedan restos como la spina, los dos obeliscos o la columna serpentina. Pero nunca ha sido escavado por los arqueólogos en su totalidad.
Nos hemos perdido por unas callejuelas que hay detrás de la Mezquita Azul, casitas típicas de madera pintadas de colores y un pequeño bazar, Arasta bazaar, fundado en el siglo XVII y cuyos ingresos ayudaban a financiar el mantenimiento de la cercana Mezquita Azul.
Al ir a la Mezquita Azul nos hemos dado cuenta de que había qué hacer cola. Una hora bajo la lluvia y aquello parecía que no acababa nunca. Casi daba la vuelta al edificio. Por fin, poco antes de las doce, que era la hora de la oración y cerraban la mezquita a los turistas, hemos entrado y lo primero que hemos tenido que hacer es quitarnos los zapatos y cubrirnos la cabeza con un pañuelo.
Impresiona su interior revestido de azulejos de Iznik y las enormes lámparas. Las fotografías no le hacen justicia. En el exterior cuenta con seis alminares, por lo que el sultán fue criticado ya que en aquella época sólo la mezquita de la Meca tenía este número. El sultán lo solucionó donando uno más para ésta última,
Además tiene un gran patio porticado en el que hemos pasado mucho tiempo esperando que parara de llover a lo salvaje.
Qué manera de caer agua, y además con mucho viento, así que mi pobre paraguas se ha dado la vuelta varias veces. Por ahora aguanta, claro que yo calada, menos mal que llevaba un impermeable y botas porque los pantalones chorrean.
Además tiene un gran patio porticado en el que hemos pasado mucho tiempo esperando que parara de llover a lo salvaje.
Qué manera de caer agua, y además con mucho viento, así que mi pobre paraguas se ha dado la vuelta varias veces. Por ahora aguanta, claro que yo calada, menos mal que llevaba un impermeable y botas porque los pantalones chorrean.
Cuando ha parado un poco de llover hemos podido salir hacia Santa Sofía, la gran iglesia bizantina que se encuentra en el otro lado de la plaza Sultanhamet. Como dato curioso, fue la catedral más grande del mundo hasta que se terminó la catedral de Sevilla en 1520.
Y vuelta a hacer cola, aunque esta vez menos tiempo. Debe ser porque aquí había que pagar 30 libras turcas por la entrada.
Aun siendo impresionante me ha decepcionado un poco. Está llena de andamios y su estado de conservación da pena. Humedades, desconchones... está muy deteriorada y cuando ves de cerca los fantásticos mosaicos y los frescos da un poco de pena que no se tomen la molestia de restaurarla.
A la salida hacía un poco de sol. Bien. Pues no, a los dos minutos lluvia otra vez y así un par de horas hasta que el agua nos ha dado un respiro.
Por detrás de Santa Sofía, subiendo por la calle Sogukcesme Sokak, llena de casitas típicas de madera, hemos llegado a la Fuente de Amet III, construcción cuadrangular de estilo rococó turco, que está en la plaza ante la gran puerta del Palacio de Topkapi y el parque Gülhane.
Por suerte en la taquilla de Topkapi apenas había cola. La entrada para el palacio son 30 libras turcas y la del harem hay que comprarla por separado, otras 15 libras turcas. Yo creía que podía sacar las dos juntas en la taquilla pero el chico que la atendía me ha dicho que el harén estaba cerrado, Como era pronto le he preguntado la razón y no le he entendido bien. Al final me ha dicho algo así como que probara en el harén mismo cuando fuéramos a verlo.
Extrañada, he seguido y pasado las imponentes puertas que dan acceso al segundo patio del palacio. En el enorme espacio, a la derecha, está el acceso a las cocinas con unas grandes chimeneas y donde hoy hay exposiciones de vajillas, porcelanas chinas, menaje, armas...
A la izquierda se encuentra el Divan, formado por tres salas contiguas dónde se reunían los visires del Consejo Imperial, y la entrada al harem, un laberinto de patios y estancias dónde residían las esposas y concubinas del sultán.
Pero nosotros hemos pasado al tercer patio, a través de la Puerta de la Felicidad. Lo primero que encontramos es el Salón de Audiencias y las habitaciones en las que se expone el Tesoro: cuatro salas con piezas tan espectaculares como el diamante Cucharero, el tercero más grande del mundo con sus 86 quilates, tronos, puñales, joyas...
Al otro lado del patio, en la Cámara del Consejo, están las que son consideradas las reliquias más sagradas del mundo musulmán: el manto, dos espadas, un diente, una carta y un pelo de la barba de Mahoma, objetos de su hija Fátima y sus sucesores. Hay un hombre cantando continuamente pasajes del Corán y una luz muy tenue.
El cuarto patio tiene pabellones increíbles como el de la Circuncisión, el de Revan, el de Bagdad. el Iftar... También aquí hay un restaurante, el Konyali.
Desde este patio hay unas vistas al Bósforo, al Cuerno de Oro y la Torre Galata muy bonitas.
Por suerte en la taquilla de Topkapi apenas había cola. La entrada para el palacio son 30 libras turcas y la del harem hay que comprarla por separado, otras 15 libras turcas. Yo creía que podía sacar las dos juntas en la taquilla pero el chico que la atendía me ha dicho que el harén estaba cerrado, Como era pronto le he preguntado la razón y no le he entendido bien. Al final me ha dicho algo así como que probara en el harén mismo cuando fuéramos a verlo.
Extrañada, he seguido y pasado las imponentes puertas que dan acceso al segundo patio del palacio. En el enorme espacio, a la derecha, está el acceso a las cocinas con unas grandes chimeneas y donde hoy hay exposiciones de vajillas, porcelanas chinas, menaje, armas...
A la izquierda se encuentra el Divan, formado por tres salas contiguas dónde se reunían los visires del Consejo Imperial, y la entrada al harem, un laberinto de patios y estancias dónde residían las esposas y concubinas del sultán.
Pero nosotros hemos pasado al tercer patio, a través de la Puerta de la Felicidad. Lo primero que encontramos es el Salón de Audiencias y las habitaciones en las que se expone el Tesoro: cuatro salas con piezas tan espectaculares como el diamante Cucharero, el tercero más grande del mundo con sus 86 quilates, tronos, puñales, joyas...
Al otro lado del patio, en la Cámara del Consejo, están las que son consideradas las reliquias más sagradas del mundo musulmán: el manto, dos espadas, un diente, una carta y un pelo de la barba de Mahoma, objetos de su hija Fátima y sus sucesores. Hay un hombre cantando continuamente pasajes del Corán y una luz muy tenue.
El cuarto patio tiene pabellones increíbles como el de la Circuncisión, el de Revan, el de Bagdad. el Iftar... También aquí hay un restaurante, el Konyali.
Desde este patio hay unas vistas al Bósforo, al Cuerno de Oro y la Torre Galata muy bonitas.
De nuevo hemos salido al segundo patio, donde se encuentra el acceso al Harem y una taquilla. Si nos descuidamos un poco no pasamos porque ya casi era la hora del cierre.
El Harem Imperial del Palacio de Topkapi tenía más de 400 habitaciones y era el hogar de la madre, las esposas y las concubinas del sultán. Se accede a él desde el segundo patio, a través de la Puerta de Carros. De ahí se pasaba al Salón de la Fuente de Abluciones donde estaban los eunucos que controlaban el harem y al Patio de los Eunucos, donde éstos tenían sus apartamentos y la escuela imperial. Y al fondo las habitaciones de las Odaliscas, esclavas blancas que eran ofrecidas como regalo al sultán.
Luego se suceden los patios como el de los apartamentos de la Reina Madre, el de las Consortes del sultán y las Concubinas o el de las Favoritas, alrededor de los cuales estaban las habitaciones. Pero sólo podemos ver una pequeñísima parte.
Que por suerte incluye las cámaras privadas de la Reina Madre, de varios sultanes como Murat II, Ahmed I y Ahmed III y los Apartamentos del Príncipe, éstos últimos decorados con azulejos de Iznik, techos de madera pintada, vidrieras de colores...
Casi al final del recorrido llegamos al Patio de las Favoritas, con un jardín y una gran piscina. Las favoritas tenían como misión asegurar la descendencia del sultán y cuando quedaban embarazadas alcanzaban el título de Consortes Reales. La mujer con más poder del harem era la Reina Madre, así que las intrigas y las luchas por llegar a ostentar este estatus debían de ser constantes en un mundo tan cerrado.
Por fin pasamos por el Camino de Oro, un pasillo hacía de eje del harem y comunicaba sus dependencias. Es un corredor sencillo, pintado de blanco y con poca decoración.
Hemos salido muy tarde, ya estaban cerrando. Pensábamos irnos al hotel porque yo estaba con los pies hechos migas. Pero antes paramos en un restaurante turco y pedimos unos kebabs de pollo para llevar y comerlos tranquilamente en la habitación. Estaban buenísimos y el kit para llevar no sólo incluía cubiertos y una servilleta, también una toallita húmeda e incluso palillos mondadientes. Será que aquí se usan.
Lo malo es que al llegar a la parada del tranvía hemos visto cómo se encendía la iluminación nocturna en Santa Sofía y la Mezquita Azul. Un momento de indecisión y vuelta atrás. Las dos edificios estaban espectaculares. Unas fotos a pulso, sin trípode ni nada y vuelta al tranvía que iba hasta la bandera. Casi nos quedamos sin poder bajar en nuestra parada porque nos taponaban la salida.
De camino al hotel hemos hecho unas fotos a la Mezquita de los Tulipanes, en la que había una mujer, que parecía una mendiga, rodeada de docenas de gatos.
De camino al hotel hemos hecho unas fotos a la Mezquita de los Tulipanes, en la que había una mujer, que parecía una mendiga, rodeada de docenas de gatos.
2 comentarios:
parece que haya estado contigo ahí de rutilla...
:-)))
Con el anorak y las botas de agua ;)
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