Anoche pasamos la esclusa de Esna y esta mañana desembarcamos en Edfú para ver el famoso templo de Horus, el dios representado por un halcón, de la época ptolomeica.
Está bastante bien conservado, en parte supongo debido a que cayó en el olvido y quedó parcialmente sepultado bajo las arenas.
El poco espacio que quedó libre fue aprovechado como viviendas y así podemos observar los techos ennegrecido a causa del fuego de los hogares y se da la paradoja de que en muchas zonas esté mejor conservada la parte baja, cercana al suelo, que la parte alta y los techos que apenas conservan en un par de lugares la decoración original que solía ser de cielos estrellados.
Aún así conserva fantásticas escenas de la vida cotidiana o religiosas. Y si nos fijamos un poco nos damos cuenta de que los relieves son diferentes a los de los templos de Luxor, no en vano es cientos de años posterior.
Así en vez de las figuras rígidas, encorsetadas y sin movimiento antiguas nos encontramos con más detalles y naturalidad.
Me llamó la atención un gran relieve que de abrazo entre el faraón y la diosa Hathor. Y cerca una pareja cogida de la mano. No se que representará pero me parecieron muy bonitas.
Había muchísimos pájaros, algunos haciendo sus nidos aprovechando los huecos de los relieves. Así que había bastante suciedad. No sé pero quizá fuera fácil de solucionar teniendo un par de halcones en el recinto, y de paso honrarían al dios Horus.
Aparte de todo esto el templo presenta la estructura clásica egipcia: los pilonos, un patio rodeado por columnas en tres de sus cuatro lados, una primera sala hipóstila que conserva su techumbre sustentada sobre columnas y con las paredes profusamente decoradas, una segunda sala hipóstila con doce columnas y varias cámaras, y tras pasar la sala central accedemos al santuario, en torno al cual encontramos diez cámaras de pequeño tamaño pero con una increíble decoración en muy buen estado.
Pero no solo están decoradas todas las paredes del interior, sino también el exterior del templo y todo el muro que lo rodea con textos históricos, religiosos, hechizos y una enumeración de los productos animales y vegetales del país, además de un calendario y un nilómetro.
Al barco volvimos en calesa, la misma que nos había llevado a la ida. Son de esas cosas que hacen para los turistas y que me gustan muy poquito. Los caballos no están bien cuidados y las calesas están descuidadas y sucias. Por ni hablar del estado de los pobres caballos y del olor...
Por la tarde, después de comer durante la travesía y tomar un café en la terraza, llegamos al templo de Sobek, el dios cocodrilo, y Haroeris, con cabeza de halcón en Kom Ombo. Se ve desde lejos, vigilando la orilla del Nilo desde hace miles de años, con la diferencia es que ahora está rodeado de los cruceros que descargan por unos minutos a miles de turistas. Cuando caiga la tarde recuperará su tranquilidad como si el tiempo no hubiera pasado por sus ruinas.
El templo tiene un esquema parecido al de Edfú pero con la característica de que al estar dedicado a dos dioses diferentes está duplicado. Y su estado de conservación, por desgracia nada tiene que ver. Aún así tiene preciosos relieves realmente bien conservados y conserva en la parte de atrás unos muros con representaciones de medicina e instrumentos quirúrgicos.
Tiene un pequeño museo con momias y figuras de cocodrilos.
Desde lo alto del promomontorio del templo contemplamos la puesta de sol sobre la orilla occidental del Nilo.
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