lunes, 6 de febrero de 2012

Jordania: Aqaba

A primera hora de la mañana, y tras un buen desayuno en el Hillawi Camp junto a un amable beduino, fue a buscarnos el chófer y nos dirigimos hacia Aqaba.

Después del frío que pasamos en el desierto pasamos a la calidez del Mar Rojo. Allí la gente estaba bañándose en la playa, pero ¡vestidos!.


Evidentemente no se trataba de una playa en la que abundasen los occidentales y menos las occidentales. Vamos, que hubiese sido un numerito ponerse el biquini para darse un baño con lo que había por allí. Vete a saber lo que podría pasar.
Los turistas extranjeros se encuentran en los numerosos hoteles y resorts de lujo que hay en las afueras de la ciudad y sobre todo hacia el sur.


Aunque el enclave es muy antiguo y ya se citaba en la Biblia, (por allí han pasado, entre otros, nabateos, griegos, romanos, mamelucos, otomanos...) y se pueden visitar las ruinas de la antigua cuidad de Ayla y el Fuerte Mameluco, realmente hoy en día es una ciudad que por lo que destaca es por sus fondos marinos,  como meta para buceadores o por ser zona franca libre de impuestos. Y no hay que olvidar que es el sitio favorito para pasar sus vacaciones de los jordanos del norte del país, más frío, como el caso de Amman.


Además es el único puerto marítimo de Jordania, justo enfrente de la península del Sinaí egipcia y al lado de la cuidad israelí de Eilat, por un lado y de la frontera con Arabia Saudí, de otro.


Dimos un paseo por el centro, paseamos por su mercado, por la playa, por el Fuerte Mameluco junto al cual se encuentra la bandera más grande de Jordania. El fuerte fue construido por Qansah El-Ghouri, uno de los últimos sultanes mamelucos.
La fortaleza está abierta todos los días y la entrada es gratuita.

También visitamos las ruinas de Ayla.
Estaban bastante abandonadas, sin vigilancia, con la verja abierta e incluso con basura en algunos rincones...

Aún así me gustaron, aunque me pareciera un poco triste su estado de abandono. Supongo que hay países que tienen tanto patrimonio que no saben ni qué hacer con él, pero me da un poco de pena que la gente no aprecie su historia, su cultura... en fin.

Y después una ensalada y un refresco en una terraza, contemplando el ir y venir de la gente, la mezcla de coches de lujo, camellos, carricoches para turistas tirados por caballos...

Sobre todo me hizo mucha gracia un niño que no tendría más de cuatro o cinco años y que paseaba por la acera, delante de nuestra terraza, todo derecho encima de su camello.
Su padre lo vigilaba de cerca, pero el niño parecía que no hubiera hecho otra cosa en toda su (corta) vida.
Era monísimo y no pude por menos que fotografiarlo una de las veces que pasó cerca. Parecía que había salido de una de las aventuras de Simbad, el célebre aventurero de Las mil y una noches que también pasó por Aqaba.

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