sábado, 4 de febrero de 2012

Jordania: Petra

Y al fin, Petra.

Después de tantos años viendo imágenes y leyendo todo lo que caía en mis manos acerca de la ciudad perdida de los nabateos, tenía miedo de decepcionarme, de haberla idealizado demasiado y encontrarme con la realidad de golpe.

Pero no fue así. Sencillamente es todo lo que había imaginado y más. Y pese a ser un sitio tan turístico conserva esa magia de los lugares casi desconocidos, porque realmente es poco lo que se conoce de sus fundadores, los nabateos, como no sea por fuentes externas como los romanos, griegos o incluso la biblia y porque gran parte de la ciudad se halla aún enterrada en la arena.


El acceso se realiza a través del Siq, un estrecho desfiladero de altísimas y serpenteantes paredes que, tras una corta caminata, desemboca directamente en la fachada de el Khazneh (el Tesoro). Si esta visión ya resulta impactante, conviene no relajarse, por que a partir de ahí todo va encadenado, la calle de las fachadas, el teatro, las tumbas reales... La visita programada dura un día, pero pronto te das cuenta de que se necesitaría mucho más tiempo para conocer sólo lo más importante de esta ciudad.


Pero al menos da tiempo a recorrer la parte más monumental y conocida, pasear por la calle de las fachadas, una gran cantidad de tumbas escavadas en la roca y cerca de las cuales parte la escalera que nos guiaría hasta el altar de los sacrificios. Desgraciadamente había que elegir y esta ascensión quedó para la próxima vez...


Aquí una niña beduina nos enseñó a pintarnos los labios y el colorete con fragmentos de roca rojiza. Las vetas de colores que se encontraban en esta zona eran increíbles porque abarcaban casi todo el espectro cromático, creando dibujos y decoraciones naturales de una belleza espectacular.


Seguidamente se encuentra el teatro, construido por los nabateos en el siglo I ac. con un aforo de unos cuatro mil espectadores y ampliado posteriormente, en época romana, hasta alcanzar un aforo casi el doble que el anterior.










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