domingo, 5 de febrero de 2012

Jordania: Wadi Rum. "On the sand under the stars"



Eso fue lo que me dijo un jordano en Wadi Rum (on the sand under the stars) y me gustó porque creo que refleja perfectamente lo que sentí en el desierto. 
Es un paisaje que te deja sin palabras, su belleza y sus colores no pueden dejar indiferente a nadie. 
Las excursiones con los beduinos en sus 4x4 están muy bien, pero nada comparable con pasear por las dunas casi en completa soledad a la caída de la tarde. La sensación es tan intensa que llega agobiar un poco.

La soledad es diferente aquí. Porque es una soledad completa, sin paliativos, aunque supiese que el campamento dónde dormiríamos estaba cerca y que allí habría gente, (muy poca por ser temporada baja) al menos unos cuantos beduinos que estaban tumbados junto a sus camellos en una duna, disfrutando del fin del día.


Me dieron un poco de envidia. Desde luego no tienen pinta de estar estresados ni nada por el estilo. Y viven en un lugar muy duro, en un desierto, pero de una belleza apabullante. Me pregunto si serán conscientes de ello, o si tal vez desearían cambiar ésto por la gran cuidad, por los agobios de Ammán, por ejemplo.


De día las temperaturas eran agradables, pero en cuanto el sol desapareció cayeron en picado y pasé bastante frío pese a haber sido precavida y haber llevado un buen forro polar. Pero los beduinos encendieron una fogata en el campamento y las estufas tipo seta dentro de la gran tienda que hacía las veces de comedor.

Y así, contemplando las estrellas y los preparativos de la cena pasamos el resto de la tarde, junto a un grupo de franceses y un par de japonesas, mezclando las charlas y los idiomas como si fuera lo más natural del mundo estar hablando en tres o cuatro idiomas a la vez, todos juntos. Y lo mejor es que nos entendíamos perfectamente (bueno, casi todos hablábamos algo de inglés, yo entendía algo de francés, algunos franceses se defendían en español...)

Además, aunque nuestro guía había marchado hacia Aqaba con el resto del grupo, tuvimos la suerte de ser "adoptadas" por Raid, el guía de los franceses, que estuvo todo el tiempo pendiente de que no nos faltara nada y que incluso nos explicó en que consistían algunos platos de la cena que no conocíamos.


Cuando la cena acabó y tras tomar unos tés de hierbas y algún que otro café al estilo turco, o lo que es lo mismo con todos sus posos que debes dejar en el fondo bebiendo despacio y con cuidado, llegó el momento de la música y el baile. Supongo que si me hubiera tomado un vinito o una cervecita con la cena se me habría quitado la tontería y hubiese salido a bailar con la gente, pero es que así, a palo seco, el temor a hacer el ridículo me puede, qué voy a hacer.

Al tiempo que comenzaba la música se iluminó la montaña que teníamos enfrente con decenas de luces de colores que por el día nos habían pasado desapercibidas y que le daban al entorno un ambiente especial.


Y así llegó el momento de las despedidas. Porque nos enteramos que éramos las únicas personas que se quedaban a dormir en el desierto. El resto de la gente, al igual que el resto de nuestro grupo, pasaría la noche en la cercana Aqaba, en el mar Rojo. Al final les había podido el miedo al frío.

En realidad el mismo miedo tenía yo, que soy muy friolera, pero no hay temperatura baja que se resista a las cinco mantas que llegué a tener antes de entrar en calor y quedarme sólo con tres. Va a ser verdad eso de que el tejido de pelo de cabra con que están confeccionadas las jaimas es muy aislante y evita las temperaturas extremas, ya sea frío o calor.
También había tiendas de lona, pero imagino que las usarían para meses más cálidos o cuando estuviera lleno el campamento. (Menos mal)


A la mañana siguiente un muchacho vino a buscarnos a la hora indicada para que desayunáramos. Y al igual que en la cena lo que comimos fue sencillo y bueno: te, pan pita, huevos, queso... Qué pena me dio cuando llegó el chófer a buscarnos.
Desde luego, este día que pasamos en el desierto de Wadi Rum (el de Laurence de Arabia, y dónde está grabada gran parte de la película, además) es una de las cosas que más me gustó de nuestro viaje a Jordania, algo que no debería perderse nadie, porque quedarse solamente con la visita de un par de horas con los todoterrenos por el desierto es perderse lo mejor, la posibilidad de estar sobre la arena contemplando las estrellas.

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