Hoy el día ha amanecido obscuro y sin lluvia pero como ya sabíamos lo que nos esperaba hemos puesto en marcha el Plan B. Que normalmente quiere decir cambiar los paseos y visitas al aire libre por museos.
Bueno, ha sido un plan B un poco a medias porque hoy, aunque llovía, tampoco era exagerado, aunque el viento era fuerte y se te metía la humedad y el frío hasta los huesos.
Bueno, ha sido un plan B un poco a medias porque hoy, aunque llovía, tampoco era exagerado, aunque el viento era fuerte y se te metía la humedad y el frío hasta los huesos.
Empezamos volviendo al Barrio Rojo y, por cierto, parece que aquí las chicas empiezan muy pronto a trabajar, porque ya estaban en sus escaparates.
Hemos tardado en encontrar el Musem Ons' Lieve Heer op Solder, donde se encuentra la Amstelkring o Iglesia Clandestina.
La zona está en obras y tampoco está muy bien indicada. Se trata de la mansión de un rico comerciante católico que desafió la prohibición de practicar el catolicismo construyendo una iglesia dentro de su casa.
Ocupa los tres últimos pisos y es una monada. Además se visitan diversas estancias de la casa del mercader, pero por desgracia el museo está en obras de renovación y hay algunas habitaciones que no se enseñan. A pesar de todo es una pequeña joya y desde luego constituye toda una sorpresa.
Después hemos ido dando otro corto paseo hasta la plaza Nieuwmark, que hoy estaba llena de puestos de un mercadillo de frutas y verduras, quesos, flores, dulces y tartas artesanales.
En un lado de la plaza está la Torre Waag, en la que hoy hay una cafetería, pero que originalmente fue una puerta de la antigua muralla de la ciudad, aunque con posterioridad se utilizó como Casa de Pesos (de ahí su nombre), anatómico, parque de bomberos, museo...
A partir de aquí la lluvia ya no nos ha dado tregua, así que primeramente hemos ido al Magna Plaza, un bonito centro comercial de estilo neogótico edificado en el siglo XIX que tiene tres pisos con tiendas de moda y regalos.
Después hemos estado dudando qué era lo mejor y nos hemos decidido por ir a ver la Casa de Ana Frank. No sé si era lo más indicado, lo que sí que es cierto es que da la impresión de que todo el mundo ha tenido la misma idea, ya que hemos estado haciendo cola más de dos horas bajo la lluvia y el viento.
No recordaba haber pasado tanto frío desde hace mucho tiempo. Al final no me respondían ni las piernas para andar cuando teníamos la suerte de que se moviera un poco la fila. Los labios amoratados, la nariz goteando y los ojos llorosos. Un cuadro, vamos, y eso que me había preparado a conciencia con botas de agua, un buen anorak para la lluvia y un gorro de lana. Lo dicho, hecha un cuadro.
Mientras estábamos haciendo cola me he acercado al cercano Homomonument, dedicado a los homosexuales. Pero no es nada de otro mundo, de hecho no es más que una plataforma de mármol que tenía encima unas flores.
No sé si la Casa de Ana Frank merece la pena. Supongo que depende de cada uno. No está mal pero si no te has leído el libro creo que no tiene mucho sentido. Las habitaciones están desnudas, sin muebles y no se puede hacer fotos a nada. De todas maneras hay algunos detalles que te tocan la fibra.
Al término de la visita hemos pasado un buen rato en la cafetería del museo tomando unos cafés y unos chocolates calentitos para reponernos y entrar en calor. Y de paso contemplábamos sin ninguna envidia como la gente hacía cola hora tras hora, sin que la longitud de la la misma disminuyera en ningún momento. Y los barcos turísticos que surcan el Prinsengracht parando para que la gente hiciera sus fotos del lugar.
Cada vez hacía más viento y llovía más fuerte, pero en algún momento teníamos que volver al hotel. El día había sido largo y el cansancio ya hacía mella. Así que hoy hemos llegado más temprano. Así cenamos antes y sin prisas.
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