martes, 28 de enero de 2014

Fez

Ya estamos en el hotel y aún no son las cinco de la tarde. Para esto nos han estado metiendo prisa todo el día.
Han venido a buscarnos a las ocho de la mañana para subir a un castillo, el Borj del Sur, que está en una colina con unas magníficas vistas sobre Fez antiguo. 


Se podía ver la mezquita más famosa de la ciudad, la Karaouine, que fue fundada como madraza en el año 859 por dos mujeres procedentes de la cuidad tunecina de Kairuan. Se la considera la universidad más antigua en funcionamiento.


Nuestro guía nos ha presentado a otro guía local que, no se porqué, iba a ser el que fuera con los españoles. Así que nos hemos dividido en dos grupos.


Nos han llevado a una cooperativa de cerámica y artesanía del barro blanco típico de Fez. Como de costumbre en estos casos nos explican un poco el proceso y después a la tienda.


Y como de costumbre yo he pasado bastante de comprar aquí. A la salida había muchos más vendedores con carteras de cuero, instrumentos musicales, muñecos...


El plato fuerte del día era la medina de Fez. Pero el guía que teníamos era un jeta al que lo único que interesaba era meternos en las tiendas en las que él llevaba comisión. Así que el patrón ha sido el siguiente: muy pocas explicaciones, muy pocas visitas y muchas tiendas de alfombras, de cuero... estaba claro que eso era lo que le interesaba, que compráramos.


Hemos pasado por un lugar dónde se amontonaba una lana que olía fatal y nos ha contado que esto era así porque era "lana muerta", lo que quiere decir que no procedía del esquilado de las ovejas, sino de las pieles que se curten. Y que la usan para rellenar colchones. Pues con esa peste...


Como de pasada y con prisa nos ha llevado a la famosa fuente Nejjarine. Espléndida, antigua y adornada con mosaico zellij de loza esmaltado de Fez. El nombre procede del lugar donde está situada, el barrio de los carpinteros, Nejja.


El Museo Nejjarine de artesanía en madera está ubicado al lado de la fuente, en un antiguo fondac de tres plantas. Construido en el siglo XVIII, era un lugar que proporcionaba comida, descanso y cobijo a los comerciantes que llegaban a la ciudad.


Su restauración, que costó cerca de 25 millones dirhams, formó parte del programa de conservación al que se sometió la medina.



















En la tienda de cuero a la que nos ha llevado el guía después hemos subido a la terraza para ver el trabajo de los curtidores de cuero. El olor era casi insoportable y eso que hacía frío y estamos en enero.


Esto en agosto tiene que ser horroroso. Al bajar a la tienda he estado mirando una mochila de tamaño medio en piel de camello bastante áspera. Me han pedido 90 euros. Casi me echo a reír en su cara.


Muy pesado, el vendedor me ha preguntado cuánto le ofrecía. La verdad es que me no me gustaba mucho: parecía demasiado basta y el cuero tenía un olor muy fuerte. Al final, para quitármelo de encima, le he dicho que 20 euros con la esperanza de que pasara de mí, como efectivamente ha hecho. Por el precio que él me pedía me compro una muchísimo mejor en España y no tengo que ir cargada.


Con las alfombras igual. Con la disculpa de visitar un palacio de la medina nos hemos tenido que tragar la explicación y la exposición de modelos. Cuando les ha quedado claro que ninguno íbamos a comprar nada, se han olvidado de nosotros.


Por suerte hemos visitado la madraza el-Attarine o de los especieros. Es una de las madrazas mejor conservadas y más bellas de Marruecos. El sultán benimerín Abu Said construyó esta obra de arte entre 1323 y 1325 con un patio interior magníficamente decorado con alicatado zellij y una fuente de abluciones.



En el piso superior se ven las ventanas con puertecillas de madera labrada de las habitaciones de los estudiantes. Los muros están cubiertos de suras y motivos florales esculpidos en la madera o el yeso. La fuente y sus columnas de mármol están adornadas con azulejos.


A todo esto el guía cada vez estaba más cabreado porque, no sólo no comprábamos en las tiendas a las que él nos llevaba, sino que mirábamos en otras y además los chicos se perdieron un rato por su cuenta. 


Yo no sé si realmente se pensaba que éramos tontos, porque no cejaba en su empeño y además nos metía prisa si nos parábamos en lugares "no oficiales". 


Al final hemos pasado de él completamente y se ha pillado un buen cabreo. Nos ha preguntado si íbamos a comer en el restaurante con los italianos y al decirle que no, qué íbamos a volver a la medina, se ha enfadado más todavía y nos ha hecho dar mil vueltas por callejuelas sin ningún interés para perdernos y que pensáramos que era imposible ir solos. 


Al llegar a la puerta del restaurante nos ha dicho que quedábamos allí a las dos y media, aproximadamente hora y media para que comieran los italianos. Sabíamos que iban a tardar bastante más porque todavía no habían llegado, pero para qué íbamos a discutir...


Los chicos han hablado con un muchacho que estaba en la calle y se ha ofrecido a llevarnos de nuevo a la zona de los curtidores por una propina. Iba por delante de nosotros y con mucho cuidado porque están prohibidos los guías ilegales y la policía los puede detener.


Nos ha enseñado madrazas, mezquitas y casas que no habíamos visto y, aunque algunas presentaban un estado de conservación que daba pena, era fácil imaginar cómo habían sido en sus tiempos de esplendor.


También hemos visto cómo los curtidores lavan las pieles en el río, todo muy poco higiénico pero real como la vida misma, no la versión azucarada que pretendían que conociéramos.


Asimismo nos ha conducido hasta talleres de tejedores, de los de verdad, no de los que posan para los turistas, y hemos podido descubrir in situ las duras condiciones de trabajo que soportan.



Nos ha dado un montón de vueltas y hemos conocido muchos rincones nuevos. No se cuantos kilómetros hemos podido hacer, pero ha sido una visita intensa y a buen ritmo. Desde luego, ha merecido la pena.


A la hora convenida estábamos en el restaurante pero, como era de preveer, la gente estaba por el segundo plato.



Tres cuartos de hora esperando y a ver el Palacio Real. De nuevo la visita se limita a ver las puertas exteriores de bronce, siete, una por cada día de la semana. 


Con un paseo por el barrio judío y unas explicaciones bastante pobres hemos completado las visitas del día. El barrio judío o Mellah es una de las zonas más tradicionales y antiguas de Fez. Al estar recluídos en la muralla que rodea el palacio, los judíos podían disfrutar de la protección de los sultanes.


Aún se pueden apreciar los detalles que diferenciaban este barrio de los barrios musulmanes, como los balcones exteriores de los edificios.


Total que a primera hora de la tarde ya estábamos en el hotel. De todas formas me he consolado pensando que me venía bien para conectarme a skipe y para hacer limpieza de fotos, pero me he dado cuenta de que he dejado la mochila en el minibús, con la tablet y el cuaderno en el que voy apuntando las cosas para pasarlas al blog. Espero no tener problemas y que mañana siga en su sitio. Bastante faena va a ser no tenerla hoy como para que se pierda. En fin, que todos los días tengo alguna movida.

* La fotografía de la Fuente Nejjarine es de internet.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Menudo zorrón el guia :-)
¡Suerte con la mochila! si no, menuda faena...