jueves, 30 de enero de 2014

Marrakech

Estamos en Marrakech y ha  amanecido lloviendo,  así que me he calzado las botas y puesto el chubasquero y, después de desayunar, hemos empezado a conocer la ciudad.


Como en Fez, nos han puesto un guía en exclusiva para los españoles. Yo ya estaba un poco harta, pero ha resultado un guía muy bueno, con paciencia cuando nos ponemos hacer fotografías, sabiendo de lo que habla cuando nos enseña los palacios, y muy educado.


Hemos parado en los jardines de la Koutoubia, la mezquita más importante de Marrakesh y contemporánea de la Giralda de Sevilla. Sólo la hemos podido ver por fuera porque nos ha explicado que está prohibido el paso a los extranjeros desde tiempos del protectorado francés.


Después hemos ido a ver el Palacio de Dar Si Said, que ahora es un museo y que fue erigido a finales del siglo XIX por Si Said Ben Moussa, visir de Mulay Abd al-Aziz.


Su decoración es espectacular. El palacio está rodeado de murallas y se compone de un edificio central de dos alturas dispuestas en torno a varios partidos porticados. Algunas partes están un poco estropeadas, sobre todo los suelos, pero parece que están restaurándolo.


Muy cerca está el Palacio Bahía o palacio de La Favorita que también fue construido a finales del siglo XIX.


El el patio principal está adornado de mármol y alicatado zellij y era el que utilizaban las concubinas del visir.


Toda la decoración del palacio es espléndida, hecha con materiales muy valiosos, como mármol de Meknes, cedro del Atlas Medio y azulejos de Tetuán y realizado por los mejores artesanos.


Los artesonados de maderas labradas y pintadas de colores de los techos son sencillamente fabulosos, dignos de un buen dolor de cuello.


Nuestra siguiente parada ha sido la famosa plaza Jemaa el-Fna, centro neurálgico de Marrakesh y emblema de la ciudad. Como conjunto arquitectónico no tiene nada destacado, pero lo más importante es la vida que se respira en ella.


Es un gran espectáculo y un mercado donde se venden plantas medicinales, zumo de naranjas y, al caer el sol, se transforma en un escenario en el que actúan músicos, bailarines, encantadores de serpientes, mujeres que pintan las manos con henna, adivinos, puestos de comida, y todo lo que imaginarse pueda.



Pero, como todavía era pronto, hemos pasado al zoco y deambulado por sus callejuelas. Es mucho más limpio que la medina de Fez y, contrariamente a lo que nos habían dicho, más barato, todo ello sin perder un ápice de colorido y autenticidad.
 

Nuestro guía nos ha contado un montón de cosas, no sólo de lo que veíamos sino de costumbres, religión, leyes, historia...


Nos ha gustado mucho y le hemos dejado una buena propina, aunque también nos a llevado a una herboristería en la que, por supuesto, todo era más caro que en las demás tiendas del zoco.


Tenían remedios para absolutamente todos los problemas imaginables, incluido el mal de ojo para el que hacían mezclas con ingredientes más... curiosos, por decirlo de alguna manera.


Aún así he comprado aceite de argán y pastillas de ámbar y me han regalado un pintalabios en forma de tacita de barro con un aceite coloreado con amapola. Dicen que es típico de las mujeres bereberes.


Hacia las doce de la mañana querían llevarnos al hotel para comer, porque había gente que tenía contratada una cena folklórica esta noche y cambiaba la media pensión de cena a comida.


Pero los españoles hemos hablado con nuestro guía y hemos conseguido que nos llevarán primero a ver las Tumbas Sadíes. Son mausoleos en un jardín que simboliza el paraíso de Alá.



Constituyen uno de los más refinados ejemplos de la arquitectura islámica marroquí. Muy ornamentadas y lujosas, fueron construidas desde finales del siglo XVI al siglo XVIII.
En el jardín se pueden ver tumbas decoradas con mosaicos donde están enterrados los sirvientes y guerreros de la dinastía.


Hacia las dos de la tarde hemos ido al hotel a comer y descansar un ratito hasta las tres y media. Pensaban ir directamente a la plaza de de Jemaa el-Fna pero yo me había mirado el itinerario y nos faltaba de ver la Menara.


Han tenido que darme la razón y nos han llevado allí en primer lugar. Es un jardín de olivos y frutales en cuyo centro hay excavada una enorme alberca del siglo XII para almacenar agua. Tiene un pabellón de cubierta piramidal con tejas verdes que era utilizado por los sultanes para sus aventuras amorosas.

 
La pena es que el día estaba nublado y el agua revuelta, así que ni se podía ver el reflejo del pabellón en el estanque ni el telón de fondo de las montañas del Atlas nevadas, una de las imágenes más típicas de Marrakech.


Y después hacia la medina. Nos esperaba la gran plaza y todo su bullicio. Por la tarde el ambiente va cambiando paulatinamente, van desapareciendo los puestos y los tenderetes de por la mañana para dar paso a sitios de comidas, pequeños restaurantes al aire libre.



Las mejores vistas se obtienen desde una terraza en lo alto de un café y desde allí y con el zoom de la cámara se puede captar sin interferencias la vida de abajo.



Los chicos querían volver al zoco de compras y allí hemos pasado las siguientes horas, perdiéndonos por las callejuelas y con algún pequeño incidente pero, en general, sin problemas.


Lo mejor es dejarse llevar. Las tiendas están agrupadas por gremios y muchos tienen allí mismo los talleres y puedes ver como trabajan los artesanos en directo. Lo malo son los espontáneos que quieren llevarte a algún sitio y luego pretenden que les pagues. Ha habido una pequeña bronca pero cuando les hemos amenazado con llamar a la policía se ha acabado la cuestión.


En las compras hemos regateado como campeones, sobre todo los chicos que me han ayudado a comprar una mochila de piel y tela por 16 euros mediante el método de a mi se me antoja y mi marido me dice que ni hablar de gastar más dinero. Nos hemos reído mucho.


Al anochecer cerraban muchos puestos y las callejuelas tenían un aspecto bastante siniestro, pero no ha habido problemas. Cuando de nuevo hemos desembocado en la plaza ésta tenía más vida que nunca. Con la noche está mucho más animada si cabe.


Hay muchos puestos de comida rápida, restaurantes que han montado al anochecer, charlatanes, vendedores de afrodisiacos ... Cualquier cosa, incluso las más estrambóticas se puede encontrar aquí. Los chicos se han animado con una ración de caracoles, pero a mi me dan bastante asquito.  Es que los bichos...


Como habíamos dicho al autobús que no nos esperaran porque se iban muy pronto para llevar a los de la cena espectáculo y nosotros queríamos aprovechar más el tiempo, hemos vuelto al hotel andando. Un paseo de unos cuarenta minutos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo más es el color...

Jim Wanderlust dijo...

Me encantan todas las fotos, pero, como no podía ser de otra manera, especialmente las que muestran a personas, sus expresiones, sus miradas, sus rostros... Que delicia. :-)

Cdeiscar dijo...

Muchas gracias Sr. Wanderlust. Lo cierto es que últimamente cada vez me interesa más la gente.
Curioso porque a mi siempre me gustaron las fotos sin "estorbos". Creo que estoy empezando a darme cuenta de que hay vida, mucha vida, más allá de paisajes y monumentos.
Pero sigo odiando los típicos posados de turistas... ;)