No pudimos reservar entradas para los Uffizi y la Galería de la Academia por Internet. Estaban agotadas. Así que no nos quedó más remedio que madrugar y aparecer en la puerta de la Galleria dell'Academia a las 8:15, su hora de apertura.
Curiosamente había más cola en la zona de los que ya habían adquirido el billete que en la de los que teníamos que pasar por taquilla. No hubo ningún problema y pronto pudimos estar ante una de las obras cumbres de Miguel Ángel Buonaroti: el David, estratégicamente colocado en una sala abovedada. Y que estaba vacía. Un lujazo. Pero en la misma sala estaban los impresionantes cuatro esclavos inacabados de la tumba del Papa Julio II y la Piedad de Palestrina (de la que se tienen serias dudas de que su autor fuera Miguel Angel).
El museo posee además una gran colección de pintura renacentista, retablos, dipticos o trípticos de pintores muy conocidos como Giotto, Uccello, Ghirlandaio, del Sarto, Botticelli... Y otros no tanto. La muestra se completa con una colección de instrumentos musicales, la Guipsoteca Bartolini, la Sala del Coloso con el modelo de yeso del Rapto de las Sabinas de Giambologna...
Cuando salimos estaba lloviendo un montón. Menos mal que teníamos un pequeño paraguas plegable. La entrada para ver el Duomo, el Baptisterio, el Campanille, la Cúpula y el Museo dell'Opera del Duomo se compraba en la taquilla o en las máquinas que estaban situadas en un portal frente al baptisterio. Pero había que confirmar hora para subir al Campanille y a la Cúpula.
Así que empezamos por ver el Baptisterio que era el primero que abría. No había apenas gente. Fuera el día estaba gris y plomizo, seguía lloviendo fuerte, pero el interior estaba bañado en una suave luz dorada, reflejo de los mosaicos que cubren el interior de su cúpula octogonal y que representan el Juicio Final.
El edificio se levantó en el siglo V, por tanto es el más antiguo del conjunto. Muchos de sus mármoles tienen su origen en antiguos edificios de la época romana y sus columnas se cree que proceden del foro de Florencia, situado en lo que hoy es la plaza de la República. Sus puertas son una maravilla (las originales en el Museo dell'Opera) realizadas por Pisano y Ghiberti en bronce dorado.
El exterior del Baptisterio está revestido de mármol blanco de Carrara y verde de Prato y serviría de modelo a los edificios religiosos de la región de la Toscana.
Nos dieron hora para las diez y media para subir los 463 escalones (92 metros) que te llevan hasta lo alto de la majestuosa cúpula de Brunelleschi. El arquitecto se inspiró en la del Panteón de Roma y hoy es todavía la más grande del mundo en su género.
Primero se pasa por un corredor que hay en el interior de la cúpula y que permite ver de cerquita los frescos que pintó Vasari, aunque no todos son suyos: a su muerte varios pintores los continuaron, con resultados desiguales.
Primero se pasa por un corredor que hay en el interior de la cúpula y que permite ver de cerquita los frescos que pintó Vasari, aunque no todos son suyos: a su muerte varios pintores los continuaron, con resultados desiguales.
El premio cuando se llega a la parte de arriba son unas vistas excepcionales de la ciudad de Florencia, hoy un poquito peores porque el día estaba lluvioso y con algo de neblina. Y así, viendo de frente el Campanile pudimos darnos cuenta de que efectivamente era algo más bajo, 82 metros, o sea, diez menos que la cúpula.
Teníamos hora para subir a él a las doce, así que aprovechamos para ver la catedral por dentro, sobria y oscura, y la cripta, dónde se encuentran la única tumba que hay en la catedral, que corresponde a Brunelleschi, y los restos de la antigua colegiata de Santa Reparata.
Y de nuevo a subir escaleras. Esta vez 414. Lo bueno es que en el Campanile se pueden ir haciendo paradas en cada uno de los pisos que corresponden a los esbeltos ventanales góticos. Desde arriba las vistas son muy parecidas a las de la cúpula.
Prácticamente la única diferencia es que desde aquí se ve muy bien el baptisterio y la misma cúpula. Y una vez que terminamos de subir y bajar escaleras nos dirigimos a la parte posterior del Duomo. Allí, en un antiguo edificio que fue utilizado como taller y donde el mismo Miguel Ángel esculpió el David, con un interior recientemente acondicionado y modernizado, está el Museo dell'Opera del Duomo.
Aquí se encuentran las famosas Puertas de la Gloria de Ghiberti, la Magdalena Penitente de Donatello, el Altar de Plata de San Juan y la que es probablemente la estrella del museo: La Piedad Bandini, de Miguel Ángel, destruida a martillazos por el mismo artista en un arrebato y conservada, según la leyenda, gracias a su criado.
Cruzamos de nuevo por la plaza del Duomo y paseamos hacia la Plaza de la Señoría, la Galería de los Uffizi y el Ponte Vecchio.
Barajamos la posibilidad de entrar en los Uffizi, pero las colas y el cansancio nos disuadieron. Es una pena, pero otra vez será. De todas formas no soy partidaria de ver más de un museo al día: me empacho de arte y ya no lo aprecio igual. Es preferible tomárselo en pequeñas dosis para disfrutarlo de verdad.
Barajamos la posibilidad de entrar en los Uffizi, pero las colas y el cansancio nos disuadieron. Es una pena, pero otra vez será. De todas formas no soy partidaria de ver más de un museo al día: me empacho de arte y ya no lo aprecio igual. Es preferible tomárselo en pequeñas dosis para disfrutarlo de verdad.
Comimos y entramos en el interior de la Iglesia de la Santa Croce, una de las más bonitas de Florencia y Panteón de Hombres Ilustres. Destacan sobre todo las capillas Bardi y Peruzzi, decoradas con frescos de Giotto. También trabajaron aquí Brunelleschi (la capilla Pazzi) o Donatello.
En esta iglesia están enterrados muchos florentinos célebres, por ejemplo encontramos las tumbas de Miguel Ángel, Ghiberti, Galileo o Maquiavelo. Además tiene dos claustros, el pequeño da entrada a la capilla Pazzi y el segundo, atribuído a Brunelleschi, es cuadrado, de piedra y con grandes arcos de medio punto.
Al salir dimos un paseo por el mercadillo navideño instalado en la gran plaza y decidimos que ya era hora de dirigirnos a la estación de Santa María Novella a coger el tren que nos llevaría de vuelta a Roma.
Al salir dimos un paseo por el mercadillo navideño instalado en la gran plaza y decidimos que ya era hora de dirigirnos a la estación de Santa María Novella a coger el tren que nos llevaría de vuelta a Roma.
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