martes, 13 de diciembre de 2016

Italia: Retorno a Florencia

Hoy hemos hecho una escapada a Florencia desde Roma. Viajamos de buena mañana en un tren rápido desde la estación de Termini hasta la de Santa María Novella, al lado de la iglesia del mismo nombre. Cerca de hora y media, aunque el tren llevaba retraso.



Hemos llegado hacia las once de la mañana y como hacía un espléndido día soleado de invierno, hemos paseado por la elegante Via de Tornabuoni y el Lungarno degli Acciaiuoli hasta el Ponte Vecchio, como siempre atestado de turistas. Es el puente más antiguo de la ciudad y el único que respetaron los nazis cuando se retiraron de Florencia en la Segunda Guerra Mundial. Los demás fueron dinamitados. Dicen que fue gracias a Hitler, al que le traía buenos recuerdos...



Aunque hace siglos toda clase de negocios se asentaban en las casitas adosadas al puente, a Fernando I no le gustaba el mal olor y la porquería que tiraban al río los carniceros y los curtidores y expulsó a estos gremios sustituyéndolos por los joyeros, mucho más finos. Y además aprovechó para subirles el alquiler, por lo que muchos ampliaron el espacio disponible con voladizos sobre el puente. Hoy es una de las imágenes más conocidas de Florencia y un imán para turistas de todas las nacionalidades imaginables.




Paseando por la orilla del Arno llegamos a una puerta en la antigua muralla en la que se inicia una empinada cuesta que luego se transforma en escalinata y desemboca en el Piazzale Michelangelo, uno de los mejores miradores de la ciudad, especialmente a mediodía o por la mañana.




Seguimos subiendo por un bonito paseo (los perezosos pueden acercarse en autobús) hasta la Abadía de San Miniato al Monte. A pesar de su precioso interior románico y de que la entrada es gratuita, algo muy raro es una ciudad que vive del turismo, había poca gente.




Se construyó en el lugar donde, según la leyenda, tenía su cueva el ermitaño Miniato, que fue decapitado en el siglo III. Además se puede visitar un curioso cementerio, el Cimitero delle Porte Sante, de mediados del siglo XIX y en el que descansan personajes ilustres de Florencia como Carlo Lorencini, el autor de Pinocho.




Comimos allí cerca, con unas preciosas vistas y bajamos hasta la orilla sur del Arno, hacia el Ponte Vecchio, para ir hacia el Palacio Pitti




El Palazzo Pitti es seguramente el mayor de la ciudad, tanto que el banquero que le dio el nombre y que pretendía rivalizar con los Médicis, se arruinó con su construcción y finalmente fueron los Médicis los que se lo quedaron. Ironías del destino.



Ahora el Palacio alberga unos cuantos museos y los jardines Bóboli, los mejores de Florencia. La entrada, solo al palacio, tiene un precio de 13€. Los jardines se pagan aparte. En el primer piso del palacio, en el ala izquierda, está la Gallería Palatina. Contiene obras maestras de Rafael, Rubens, Correggio o Tiziano que cuelgan de las paredes de las salas. Incluso podemos ver algún Velázquez. Entre las esculturas destaca la Venus Itálica de Cánova en la Sala di Venere. La Sala di Bagno está decorada con ninfas de estuco y nereidas de mármol y fue diseñada para Napoleón.



A continuación están los Appartamenti Reali, las habitaciones que usaban los Médici y los posteriores moradores del palacio. Además hay otros cuatro museos más en el Palacio Pitti: el Museo degli Argenti o de la plata, el Museo delle Porcellane, la Gallería d'Arte Moderna, que contiene obras italianas neoclásicas y románticas desde el siglo XVIII hasta la primera guerra mundial y finalmente, la Gallería del Costume.



De vuelta al hotel pasamos de nuevo por el Ponte Vechio y de nuevo hicimos fotos, esta vez con los suaves colores del atardecer.


Una corta caminata entre palacios renacentistas nos llevó al hotel donde descansamos un rato antes de salir a cenar.



Por la noche nos acercamos a la plaza de la catedral, il Duomo. Tan impresionante como la recordaba, la iluminación nocturna la hace aún  más especial.


Paseamos tranquilamente por los alrededores y seguimos hasta la Piazza della Signoría, otro de los lugares mágicos de la ciudad con el Palazzo Vecchio, la Loggia dei Lancieri y sus bellas esculturas, la fuente de Neptuno...


Y como no, la estatua del David de Miguel Ángel, que aunque sea una reproducción (el original se exhibe el la Galleria dell'Accademia) no deja de llamar la atención.


A pesar de que hacía bastante frío todo estaba lleno de gente, los locales haciendo sus compras de Navidad y los turistas... Bueno, cada uno hacia lo que podía. Pasamos por los Uffizi.


Fuimos a cenar a un restaurante cerca de la Basílica di Santa Croce, pero nos daban hora y media de espera y nos pareció muy tarde. Mientras pensábamos que hacer llegamos al colorido mercadillo navideño de la plaza de la Santa Croce y terminamos en un puesto de comida alemana. Y con el hambre que ya teníamos...



Volvimos al hotel ya con temperaturas muy bajas, pero antes nos tomamos un buen capuchino con un trozo de tiramisú en una famosa cafetería de la Piazza del Duomo, Scudieri. No fue precisamente barato, pero valió la pena.

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