sábado, 14 de enero de 2017

Filipinas. Manila Intramuros

Manila es absolutamente caótica y la desigualdad social tremenda que se da en el resto de Filipinas aquí se ve acentuada aún más. Barrios de altos rascacielos y tiendas de lujo rodeados de chabolismo y miseria sin solución de continuidad. Ayer cuando llegamos ya pudimos darnos cuenta de los problemas de tráfico que soporta. Casi cuatro horas para hacer un trayecto que no llegaba a los veinte kilómetros.



Eso sí, amenizado por el descubrimiento de los jeepneys, triciclos (motos con una especie de sidecar) y otros inventos del transporte púbico de Filipinas. Todo en una ciudad de unos 12 millones de habitantes.



Hoy hemos dedicado el día a explorar la Manila más antigua, la zona conocida como Intramuros, cuya edificación ordenó Felipe II planificándola al estilo de las colonias españolas de la época, con una fuerte muralla defensiva y con planos de Herrera. Hemos ido en tren y antes de llegar hemos cruzado por zonas muy pobres en pleno centro de la ciudad.




Antes de entrar, al lado de la muralla nos ha sorprendido un campo de golf y justo allí, un mendigo tirado en el suelo y una niña descalza y malvestida con su cachorrito en brazos.



En Intramuros se puede adivinar como era la vida de los gobernantes españoles en Filipinas. Aunque en la Segunda Guerra Mundial fue bombardeada por los americanos y se perdió gran parte del legado español, aún quedan casas coloniales o reconstrucciones de la arquitectura típica de la época española.



En la calle General Luna están la Iglesia y el Museo de San Agustín. Cuando llegamos había una boda. La iglesia fue fundada en 1571, lo que la convierte en la más antigua del país. Pero su estructura actual data de 1607.



Durante la segunda guerra mundial los japoneses la convirtieron en campo de concentración para cientos de filipinos, muchos de los cuales fueron ejecutados durante la Batalla de Manila. Hoy es la única iglesia que se mantiene en pie en Intramuros de las siete que había.




En su interior se encuentra la tumba de Miguel Lopez de Legazpi, primer gobernador de Filipinas y fundador de Cebú y Manila. Estableció esta última como capital del archipiélago y vivió en ella hasta su muerte en el año 1572, antes de saber que el rey le había nombrado Gobernador Vitalicio y Capitán General de las Filipinas.



Justo al lado, en la misma calle, la Casa Manila es un bonito ejemplo de lo que debían ser las casas de arquitectura colonial española en el siglo XIX. Se trata de una copia de la Casa de San Nicolás, de 1850, mandada construir por Imelda Marcos  en 1980.



Está amueblada con piezas dela época, finales del siglo XIX, y tiene incluso baño con letrinas y unas bañeras de cerámica o terracota, aunque lo que más me ha impresionado han  sido los maravillosos suelos de madera.



Tras comer en un restaurante cercano salimos hacia la Catedral de Manila, dedicada a la Inmaculada Concepción, patrona de Filipinas. Ha sido destruida y reconstruida varias veces, la última en 1958. Fue el propio Legazpi el que decidió su ubicación antes de que llegara a la categoría de catedral. Tras varios terremotos, los bombardeos de los aliados en la Segunda guerra Mundial la dejaron reducida casi a escombros durante la Batalla de Manila.




El Fuerte Santiago es un baluarte de la época de la colonia española que formaba parte de la muralla que protegía la ciudad y que también fue mandado construir por Legazpi. Es uno de los monumentos históricos más importantes del país, testigo del periodo colonial español, del dominio norteamericano y de la ocupación japonesa en la Segunda Guerra Mundial, durante la cual cientos de prisioneros murieron en la llamada Masacre de Manila.



Se encuentra en la desembocadura del río Pasig y desde aquí partía el "Galeón de Manila" hacia Acapulco, en Méjico, comunicando las Filipinas con el resto del Imperio Español.
Hoy su interior alberga un museo dedicado a José Rizal, héroe nacional filipino que fue encarcelado aquí antes de su ejecución en 1876. Unas huellas de bronce incrustadas en el suelo recuerdan sus últimos pasos desde la celda hasta su ejecución.




Saliendo ya de Intramuros encontramos una gran tienda de artesanía y decoración con artículos muy bonitos. De esos que te llevarías todos a casa.
Al llegar al Parque Rizal ya era de noche. Aquí no puedes descuidarte nada, a las seis ya no hay luz, así que nos lo hemos perdido.



La vuelta en el tren ha sido cansada y tediosa. Era casi hora punta y había grandes colas en las taquillas. Menos mal que habíamos comprado unas tarjetas recargables y no teníamos que esperar. 
Cenamos pronto y a descansar, al día siguiente tocaba madrugar.

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