A primera hora y antes de salir para el Delta del Mekong hemos ido al War Remnants Museum, el Museo de Vestigios de la Guerra. Que puedo decir. No es el tipo de museos al que voy por iniciativa propia. Me pasó en Hiroshima y ahora me pasa aquí. Es duro, muy duro.
Casi todo son fotografías de los grandes reporteros gráficos que cubrieron la guerra de Vietnam. Que por cierto, no sabía yo que Robert Capa murió aquí en 1954, al pisar una mina mientras cubría la Guerra de Indochina.
Y aunque el museo es partidista tampoco engaña. Aunque falte la parte de los vencidos, hay lo que hay. Quizá una de las salas más duras es la dedicada al agente naranja, pero las demás no se quedan atrás. En fin, que no se si lo recomendaría. Desde luego a personas muy sensibles no, porque van a pasar muy mal rato. Por otro lado no podemos cerrar los ojos a la realidad. Y ésta no es una guerra, son todas.
Casi todo son fotografías de los grandes reporteros gráficos que cubrieron la guerra de Vietnam. Que por cierto, no sabía yo que Robert Capa murió aquí en 1954, al pisar una mina mientras cubría la Guerra de Indochina.
Y aunque el museo es partidista tampoco engaña. Aunque falte la parte de los vencidos, hay lo que hay. Quizá una de las salas más duras es la dedicada al agente naranja, pero las demás no se quedan atrás. En fin, que no se si lo recomendaría. Desde luego a personas muy sensibles no, porque van a pasar muy mal rato. Por otro lado no podemos cerrar los ojos a la realidad. Y ésta no es una guerra, son todas.
Caminando por senderos entre la vegetación y huertos llegamos a una granja de flores en la que la atracción principal eran las grandes boas que tenían en jaulas y que ponían en el cuello a los turistas. No me gustan ese tipo de "atracciones". Me dan pena los animales.
Seguidamente entramos en un lugar en el que nos ofrecieron un té con miel, polen y limón. La finalidad, claro, era vendernos sus productos, desde complementos dietéticos a cosméticos.
Subimos de nuevo al barco hasta Tan Thach y visitamos una fábrica en la que, con métodos tradicionales, hacen caramelos de dulce de coco. Hoy todo ha sido muy tipo turista. A mi lo que más me ha llamado la atención era que mientras las mujeres trabajaban, los hombres estaban por allí tocándose las narices y solamente se levantó uno para demostrarnos como partían los cocos.
Un pequeño paseo con un carro tirado por un caballo. Nada especial. Bastante aburrido. Mucho mejor ha estado el paseo en canoa por uno de los muchos canales cubiertos por la vegetación que recorren las tierras del Delta del Mecong. Que por cierto, son tan fértiles que dan tres cosechas al año.
Finalmente hemos ido a comer a un restaurante típico. En un jardín. No estaba mal pero ni el lugar ni la comida daban para mucho más. Además empezó a llover como sólo llueve en los trópicos. Parece que se abre el cielo en dos y deja caer de golpe todo el agua. Esperaba más del día de hoy.
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