sábado, 1 de julio de 2017

Vietnam: Hoi An

Anoche llegamos a Hoi An. Es una pequeña ciudad con bastante historia que se encuentra a unos treinta kilómetros de Danang, la cuarta ciudad del país a cuyo aeropuerto llegamos desde Hanoi.
El hotel es estupendo pese a ser de cuatro estrellas. Nada que envidiar a uno de cinco y además está a pocos metros del centro histórico.





Por eso no hemos madrugado mucho y hemos pasado la mañana paseando por sus calles, admirando las antiguas casas de los comerciantes, los templos y mercados. Hoy es una ciudad muy turística, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1999 por ser un ejemplo de cómo eran los puertos comerciales del sudeste asiático de los siglos XV al XIX, cuando se asentaron aquí muchos extranjeros que comerciaban con especias y trajeron influencias de su arte y culturas.




El casco antiguo está muy bien conservado gracias a que no sufrió muchos daños durante la guerra y a que está prohibido, tanto alterar los edificios históricos, como el tráfico en sus calles principales. La gente se desplaza en bicicleta o en moto. No se ven coches, ni aparcados ni circulando y eso hace que parezca que aquí se ha detenido el tiempo.





La gente, especialmente las mujeres viste de una manera muy tradicional y conservan oficios y artesanías de siglos atrás.




Probablemente el símbolo de la ciudad y su estampa más típica sea el Puente Japonés, Chùa Câù, del siglo XVI y que unía las comunidades de comerciantes japoneses y chinos. Está construido con piedra y madera, con las paredes pintadas de rojo y cerámica decorando las tejas. Es un lugar típico para las fotos de novios y en su interior  hay un templo. Las entradas están protegidas por los guardianes, las imágenes de unos perros a un lado y monos al otro.






Desde el Puente Japonés nos adentramos en la calle Trân Phú, la más importante de Hoi An, que llega hasta el mercado. Pero primero vamos por Bach Dang hasta la zona del puerto y por Nguyen Thai Hoc hasta la casa de Tan Ky.




Esta casa es un buen ejemplo de cómo eran las casas de los mercaderes. La familia que vive en ella desde hace muchas generaciones se la compró a un mercader chino. Las casas de los mercaderes están muy bien conservadas. Su estructura se repite: se entra por la tienda, en la parte delantera. Después se pasa a una sala de estar y al patio que proporciona luz y separa la parte privada, con los dormitorios y la cocina. Hay marcas en la pared de inundaciones, algunas de las cuales casi cubrieron por entero la planta baja de la casa.




Seguimos paseando por el casco antiguo de Hoi An y llegamos a la calle Trân Phú, llena de tiendas, cafés y gente, tanto local como turistas.



Además de las antiguas casa de mercaderes se conservan en el centro de la ciudad lo que podríamos confundir con templos pero que en realidad son pabellones de asambleas. En Hoi An hay cinco, pero nosotros sólo vimos dos, el Chino y el de Fujian, probablemente los más importantes.


En el número 62 de la calle está Trung Hoa, el Pabellón de Asambleas Chino, uno de los más antiguos y donde se reunían los comerciantes chinos. En la actualidad hay una escuela, Truong le Nguia, donde enseñan el idioma de sus antepasados. Tiene un bonito patio con plantas flanqueado por dos edificios azules enmarcando el edificio principal que está al fondo.





La Sala de Asambleas Fujian es la más famosa y fue construida en el siglo XVII para servir de lugar de reunión a los chinos de Fujian. Situado en el número 46 de la calle Tram Phu,  está dedicado a la diosa Thien Hau, protectora de los marineros. Tiene una puerta monumental muy adornada y jardines y fuentes decoran su interior.




Llaman la atención una fuente de cerámica que representa a un dragón y el incienso en forma de espirales que cuelgan del techo de toda la sala principal. También hay un santuario dedicado a la diosa de la fertilidad al que acuden a rezar las parejas que desean hijos.




Uno de los lugares que más me gustan en los viajes son los mercados populares, cuanto menos turísticos, mejor. Me parecen los mejores lugares para observar a los locales y sus costumbres e incluso fotografiarlos. Pero Hoi An es una ciudad muy turística y la calle Trân Phú, más.




Aun así el Mercado de Hoi An conserva bastante de su esencia original y hay infinidad de puestos en los que los locales hacen su compra diaria. Frutas, verduras, huevos, arroz, pescados... también se pueden encontrar artesanía y recuerdos. y, como siempre, es indispensable regatear un ratito. Con paciencia y una sonrisa, claro.




Hemos vuelto paseando al lado del río y parado un rato en un taller de seda y confección de ropa. Aquí es típico encargarte la ropa, eliges tela, te toman las medidas y por la noche ya lo tienes en el hotel.




Y a comer en el jardín de un restaurante típico. Hacía bastante calor, pero he tenido la suerte de tener un ventilador al lado. Tras la comida, siesta en el hotel. Lo necesitaba después de lo poco que dormí anoche. Me he despertado como nueva y hemos decidido salir a conocer la playa de Hoi An.



Queda un poco lejos del centro, pero el hotel dispone de transporte gratuito y playa privada en la zona de Cua dai. Así que se daba la paradoja de que a la derecha estaba lleno de gente y en nuestra zona, vacío. Sólo había barcos en forma de cesta de bambú llamados Thuyen Thung.




Fueron inventados para evitar los impuestos con que los franceses gravaban, entre otras cosas, a las embarcaciones, ya que los "thung" o cestas redondas no eran considerados barcos. Se hacen con finas tiras de bambú entretejidas hasta formar un gran cesto redondo que se impermeabiliza aplicando unas cuantas capas de "chai", un material impermeable de origen vegetal.




Volvimos a Hoi An y salimos a ver la ciudad por la noche, con todos los farolillos de colores encendidos iluminando las calles. Pasamos de nuevo el Puente Japonés y nos adentramos por la calle Trân Phú. Compré unos coloridos bolsos típicos después de regatear un rato y salimos al paseo junto al río.



En las aceras había muchas mujeres vendiendo lamparitas de papel que se dejaban flotando en el río. Compramos una y vimos cómo se alejaba despacio con la corriente... Pasamos por un puente muy iluminado a la isla An Hoi, con montones de restaurantes y locales que llenan de color la orilla del canal y allí cenamos.

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