viernes, 18 de julio de 2014

Vancouver


Salimos temprano de Sun Peaks porque nos esperaban algo más de cuatrocientos kilómetros hasta Vancouver y queríamos llegar a mediodía. De todas formas hemos hecho dos o tres paradas para estirar las piernas o tomar un café.


Las paradas han sido en restaurantes de carretera, menos una en un pueblo llamado Hope, con una calle principal y poco más, pero con una cafetería, Blue Moose, en la que nos hemos tomado un estupendo capuchino que nos ha sabido a gloria después del café aguado al que nos tienen acostumbrados en los desayunos. Además había un parque enfrente para descansar un poco de la carretera.


También había una oficina bancaria a la que hemos ido pensando en cambiar moneda. Después de esperar un buen rato, la chica que nos ha atendido nos ha dicho que lo sentía mucho, pero que sólo cambiaban dólares americanos a dólares canadienses, no euros. Me ha parecido raro pero qué le vamos a hacer. Ya cambiaremos en Vancouver. Lo curioso es que la chica me ha dicho que le gustaba  mucho mi pulsera. Le he dado las gracias y he salido riendo pero contando calderilla para poder pagar el café.


A la entrada de Vancouver había un buen atasco, sobre todo en los alrededores de Granville, donde hemos parado y pasado un par de horas explorando sus tiendecitas, el mercado, la fábrica de cemento...


Granville Island fue una zona industrial y como recuerdo de ello permanece una ancrónica fábrica de cemento. Eso si, yo nunca había visto unas hormigoneras tan bonitas, sobre todo la que estaba pintada como si fuera una enorme fresa.


Ahora la zona acoge un puerto deportivo en False Creek, un colorido mercado público, galerías de arte, talleres de artesanos, teatros...


Hay, además, un montón de artistas callejeros como músicos, malabaristas, magos o actores. Pero aquí no puede actuar cualquiera, sino que hay que tener una licencia.


Aunque hay actuaciones todo el año, es en la temporada estival cuando son más numerosas, sobre todo por la llegada de turistas.


Luego hemos seguido hacia el Chinatown que no me ha gustado nada, a pesar de que el barrio fuese declarado Zona Histórica en 1970 y que se supone que muchos edificios han sido restaurados. Yo esperaba algo más exótico, limpio y colorido, y de eso nada.


Y los jardines Dr. Sun Yat-Sen Chinese Garden, una recreación a tamaño natural de un jardín de la dinastía Ming, ya estaban cerrados cuando hemos querido ir.


Stanley Park es uno de los mayores parques urbanos de Norteamérica, sólo comparable al Central Park de New York. Tiene 404 hectáreas que fueron en su  origen territorio de indios Musqueam y Squamish.


Las vistas del puerto son magníficas y además cuenta con playas, bosques con senderos para perderse, un acuario, una zona con totems...


Nuestro hotel está situado en el downtown, muy cerca del BC Place Stadium. Está bien pero hemos tenido el mismo problema que en todos los sitios. No entiendo porqué ponen un sólo botecito de champú, un único albornoz, unas únicas zapatillas...


Después de descansar un poquito en la habitación hemos salido a dar un paseo hasta el puerto y el Gastown, pasando por la Biblioteca,  la Catedral, la estación central de la Canadian Pacific Railway o el puerto.



Junto a la orilla se encuentra el Canada Place, un complejo arquitectónico coronado de velas blancas que alberga un muelle, un hotel y un centro de convenciones.


Gastown es uno de los barrios más antiguos de Vancouver y es denominado así porque creció en torno al salón que en 1867 abrió Gassy Jack Deighton, el cual cuenta con una estatua en Maple Tree Square.


Allí hemos visto cómo funciona el famoso Reloj de Vapor, situado en las esquinas de las calles Water y Cambie. Incluso hemos tenido la oportunidad de escuchar el pitido que emite cada cuarto de hora.


El barrio está lleno de terrazas, tiendas, galerías y mendigos. Además había curiosos edificios en ángulo muy agudo del estilo al Flatiron de Nueva York, como el Triangular Building, que data de 1909.



También hay muchos artistas callejeros, de todas las edades y estilos, tocando en la calle a cambio de unas monedas.


A la vuelta me he liado un poco y nos hemos perdido. Justo en ese momento ha empezado a llover. Para fastidiar un poco más que nada.  Pero ha sido sólo un momento. En seguida nos hemos orientado y hemos podido regresar al hotel.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Menudos fresones vendían en el mercado!
...Te estaba leyendo ahora, a la misma hora que marcaba ese reloj...
:-)