domingo, 13 de julio de 2014

Calgary: vaqueros, indios y petróleo

Tras de un día entero de viaje, contando autobús, espera en el aeropuerto, transbordo en Ámsterdam, de nuevo una espera de tres horas y finalmente vuelo a Calgary, después de más de treinta horas sin dormir, creo que voy a caer en la cama en coma.


Hemos llegado al aeropuerto de Calgary a las 13,30 hora local. Allí había un montón de jubilados vestidos de vaqueros ayudando y dando la bienvenida a los viajeros.


Hemos perdido bastante tiempo en el aeropuerto. Primero se han puesto bastante pesados los de inmigración y las maletas han tardado. Además el guía se ha entretenido un montón, hasta las tres y pico no hemos salido hacia el hotel y el buen hombre ha seguido enrollándose con todo. 


Por fin hemos podido llegar a la habitación, que más que habitación es un apartamento con dos dormitorios, salón, cocina y baño. Hemos tenido la tentación de quedarnos a descansar, pero eso supondría no conocer Calgary, porque mañana temprano salimos para las Rocosas. 


Así que de perdidos al río. Hemos salido a conocer la ciudad porque además hoy era el último día de la Stampede,  un festival que se celebra hacia mediados de julio durante diez días y que es el rodeo al aire libre más importante del mundo. 


Aparte del rodeo sobre toros y caballos hay carreras de carretas, degustaciones de comida, conciertos, concursos y un montón de actividades más.
Pero como hemos decidido ir andando primero hemos recorrido el downtown, donde está el hotel rodeado de rascacielos de vidrio y cristal que reflejan el poderío económico basado en el petróleo que tiene esta ciudad. 


Los modernos edificios se hallan unidos entre sí por un moderno entramado de pasarelas a quince metros de altitud llamado skywalk qué tiene una longitud total de dieciocho kilómetros y permite recorrer toda la zona sin bajar a la calle, lo cual tiene su ventaja con las temperaturas de hasta 40º bajo cero que se registran aquí en invierno. Tanto es el frío que los coches tienen un enchufe en la zona del radiador para poder descongelarlos en los meses más duros.


Enseguida alcanzamos la Stephen Avenue, una calle peatonal llena de tiendas, bares y restaurantes que habían hecho suya los visitantes de la Stanpede y que conserva bastantes edificios históricos de hacia el año 1900.


Los hombres que veíamos en las terrazas iban vestidos con vaqueros de la marca Wrangler, botas y sombrero de cowboy. Las chicas llevaban vestiditos cortos o minifaldas, las botas y el sombrero. 


Muy cerca estaba la Calgary Tower, una torre de 190 metros de altura que abrió al público en 1968. Cuenta con un restaurante giratorio y un mirador panorámico en el último piso. La entrada costaba 18$, pero las vistas de vértigo lo valían. 


Además finalmente me atreví a pisar en una zona del mirador que tiene el suelo de cristal transparente y que permite ver la calle a través de él. Es como si estuvieras en el aire.


Desde allí nos dirigimos al parque de la Stampede. Para entrar en el recinto había que pagar entrada, 16$, pero ha merecido la pena.


Al principio hemos encontrado atracciones de feria, casetas de comida rápida y todo lo típico en estos casos, que me recordaba las ferias que tenemos por los pueblos y ciudades españoles.


Después el ambiente iba cambiando. Hay una zona al final del recinto donde los indios, que hoy en día viven en reservas a todo lo largo y ancho del país, recreaban sus antiguas tradiciones.


Caminaban vestidos con sus mas vistosas galas, llenas de colorido, adornos y plumas o estaban sentados charlando a la entrada de los típicos tipis que todos recordamos de la pelis de indios y vaqueros que veíamos de pequeños.


Además habia varios recintos dónde se celebraban carreras o pruebas de habilidad de muy diversa índole. Nosotros estuvimos un rato sentados viendo como unos tiros de caballos arrastraban pesos cada vez mayores. Y era muy entretenido.


Cuando salimos estábamos tan metidos en ambiente que ¡casi nos compramos un sombrero de vaquero!


Pero a pocos pasos de allí se estaba formando un gran alboroto. Una banda de música, buenísima, estaba interpretando algunas canciones muy conocidas. Unas eran de las de toda la vida y otras más modernas, como "Happy".


Y finalmente en una escalinata estaba la Calgary Stampede Showband, un montón de músicos y bailarines, que eran niños en su mayor parte, realizando vistosas coreografías. Divertidísimo. Una señora comentó que los niños ensayan duramente los bailes durante todo el año para estar bien preparados cuando llega el momento. 


Hemos regresado arrastrando los pies y en estado semivegetativo pero ha merecido la pena. Me ha gustado mucho Calgary, su ambiente y su mezcla de edificios ultramodernos y tradiciones ya centenarias.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

...Entre tanto estilo vaquero, pensé que iba a salir JR!! jijiji

Menudo cansancio tuviste!

Cdeiscar dijo...

Pero mereció la pena.
Siempre hay tiempo para descansar pero hay cosas que si las dejas pasar nunca vuelven.

Unknown dijo...

Si alguna vez voy a Calgary, ya se a qué torre no me voy a subir... ;-)

Cdeiscar dijo...

Pues no ha sido el peor sitio... Ha habido un puente colgante... Bueno ya lo contaré ;)