Hoy es el penúltimo día que estamos en Rumanía y el tiempo se me ha pasado volando. Esta noche ya dormiremos en Bucarest, pero antes nos quedan un par de platos fuertes.
A unos 30 km de Brasov está el Castillo de Bran, una fortaleza del siglo XIV. Aunque hemos llegado poco antes de las nueve de la mañana, la hora de apertura, ya había colas frente a la taquilla.
Se le conoce como el castillo de Drácula, pero en realidad no está documentado que Vlad Dracul viviera aquí, como mucho alguna temporada de paso.
El castillo está construido sobre un promontorio rocoso y está lleno de escaleras empinadas y estrechas, pasadizos y hasta una escalera secreta que comunicaba directamente la primera y la tercera planta.
El interior conserva muebles, enseres y trajes, principalmente la época de la Reina María, que pasaba aquí temporadas sobre todo en verano.
En la primera planta están su dormitorio, la sala gótica y el salón grande, mientras que en la tercera planta se encuentra el dormitorio del Rey Ferdinand, un comedor, un salón...
Continuamos por carretera cruzando los Cárpatos a lo largo del Valle del Prahova, atravesando las ciudades de Predeal y Busteni, dónde hemos encontrado largas colas de coches que salían de la capital para pasar el fin de semana en las montañas.
Tras superar el atasco llegamos a Sinaia, fuera de Transilvania, en la región de Valaquia. Comimos en un restaurante un menú compuesto de sopa de faisán, estofado de ciervo y helado.
En 1866 el rey Carol I decidió que éste era el lugar idóneo para construirse un palacio para residir en verano y así surgieron el Castillo Palacio de Peles, un balneario, hoteles de lujo como el Palace y un casino.
El Palacio de Peles está construido en la ladera de una colina boscosa en estilo alpino y me recuerda a algunos castillos bárbaros.
En el interior destaca sobre todo el trabajo de la madera que cubre las paredes en la mayor parte de las habitaciones.
Desde la entrada, donde nos dieron unas calzas para hacer la visita, se accede a través de una gran escalera al vestíbulo, después a la Sala de Armas, el estudio de Carol I, la preciosa biblioteca, la sala del Consejo, la sala de literatura con vidrieras y muebles de madera de teca, el salón Florentino, la sala veneciana, el saloncito turco... Incluso hay un pequeño teatro.
Mientras estábamos dentro cayó una espectacular tromba de agua, pero tan repentinamente como vino se fue y a la salida ya volvía a lucir el sol.
Mientras estábamos dentro cayó una espectacular tromba de agua, pero tan repentinamente como vino se fue y a la salida ya volvía a lucir el sol.
Dimos un pequeño paseo por los jardines y volvimos a ponernos en ruta. Nuestro destino ya era Bucarest.
Nada más llegar fuimos al hotel a dejar las maletas y darnos una ducha, antes de cenar. Teníamos una reserva en el restaurante Caru cu bere, uno de los más famosos de la ciudad, situado en la planta baja, abovedada y decorada con pinturas mosaicos, vidrieras y paneles tallados, de un edificio neogótico de la calle Stavropóleos.
Fue fundado en el siglo XIX por una familia procedente de Transilvania cómo cervecería. Tomamos primero una ensalada con zanahoria, remolacha, pimiento y pollo llamada Salata cu piept de pui y luego codillo, con polenta, chucrut, rabanitos picantes rallados y guindillas.
De postre una especie de donuts con crema cuajada y mermelada por encima llamados "papanas". Muy ricos pero contundentes, más tras la cena que habíamos tomado.
De postre una especie de donuts con crema cuajada y mermelada por encima llamados "papanas". Muy ricos pero contundentes, más tras la cena que habíamos tomado.
Mientras cenábamos hubo actuaciones, bailes típicos y esas cosas. Demasiado turístico, pero estuvo ameno.
Para finalizar nos fuimos a tomar unas copas en una de las terrazas que había en el Pasajul Macca Villacrosse, una galería comercial decimonónica cubierta que consta de dos ramas en forma de herradura, que se unen bajo una bóveda de cristal amarillo y verde, y cuya entrada está en la calle Victoriei, a la que unen con la calle Lispcani.
El gin tonic fue, probablemente, el peor que he tomado en mi vida. Es la primera vez que me lo sirven sin hielo, ¡y con el calor que hacía!. Pero el lugar era bonito y era nuestra última noche en Rumanía.
3 comentarios:
Al ver la foto del manjar... me ha entrado ganas de encargar un pollo a l'ast per aquest diumenge! :-))))
:-)*
Pues espero que esté tan bueno como estaba el codillo ;)
jjajaaja gracias!
Un besote!
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