martes, 10 de julio de 2012

Islandia: El norte y las botas de agua

Vamos a empezar con lo de las botas de agua. La historia viene de atrás, de una Semana Santa en Galicia en que no dejó de llover. Bueno, en realidad solamente dejaba de llover cuando yo me calzaba mis botas de goma. Vale, pues con no quitármelas arreglado. Pues no, porque me hacían daño si las llevaba mucho tiempo puestas.


Y así quedaron las cosas hasta que decidimos venir a Islandia y me compré unas nuevas botas "todoterreno", con unas buenas estrías en la suela a prueba de resbalones. Y ha vuelto a pasar. Desde que me las puse en la mañana ayer no ha vuelto a llover y hace un sol espléndido. Así que mucho me temo que esta vez no hay excusa, porque son realmente cómodas...


El día tocaba relajado después de la paliza de ayer, así que desayunamos con calma y partimos hacia Godafoss, la cascada de los dioses, una de las más espectaculares de Islandia. Está formada por las aguas del rio Skjálfandafljot al precipitarse desde una altura de doce metros y en formando un semicírculo de unos treinta metros de ancho.


Su nombre alude a una leyenda. Hacia el año mil Torgeir Ljosvetningagodi declaró el cristianismo como religión oficial del país y, según cuentan las sagas, antes de regresar al Alpingi, lanzó la estatuas de madera de los dioses a la cascada. No obstante, permitió a los islandeses que siguieran practicando sus costumbres y sus cultos en privado.


Tras pasar buena parte de la mañana en Godafoss volvimos sobre nuestros pasos y, poco antes de llegar a Akureyri, nos desviamos por una carretera que termina en el pueblecito de Grenivik tras recorrer buena parte del largo fiordo de Eyjafjördur. 


La carretera va bordeando el fiordo encajada entre las montañas y el mar, asomándose a unos paisajes de cuento, pequeñas granjas, praderas y nieves perpetuas, dónde caballos y ovejas tienen su particular paraíso.


Así llegamos hasta Laufás, un museo al aire libre instalado en una antigua granja- rectoría del s. XIX. Está formado por varias casitas típicas de turba, con tejados a dos aguas cubiertos por la hierba y una pequeña iglesia de madera que conserva un púlpito del s. XVII. 


Viendo estas casas no puedo evitar acordarme de La Comarca, de El señor de los anillos. Al fin y al cabo Tolkien se inspiró en la mitología nórdica, en sus historias de trolls, elfos, enanos... Muchos de los paisajes de su libro pueden verse aquí. Montañas, glaciares, desiertos, praderas... La película se filmó en Nueva Zelanda, pero si su director hubiera nacido por aquí... quién sabe.


La carretera terminaba en Grenivik, un pueblecito de pescadores que se encuentra por debajo de una montaña, Kaldbakur, de 1167m, a la cual hay diversas rutas de senderismo.  


Por lo demás el pueblo no tiene gran cosa, una bonita iglesia rodeada del camposanto, casitas de colores, caballos, un puerto pesquero...


Me gustó especialmente una casa situada al borde del agua, con su barca de madera y sus pescados secando al sol. Me recordó mucho otras imágenes en el norte de Noruega, en Laponia, de un lugar en el que paramos a comer y que se llamaba... (Veinte minutos buscando en el mapa)... Repvag.


Desandamos el camino recorrido por la misma carretera hasta el cruce con la Ring Road y pusimos rumbo a Akureyri. 


La tarde pasó tranquilamente, paseando por la zona más antigua y el puerto, viendo tiendas y tomando algún café. 


Me gustó especialmente una gran librería, llena de gente hojeando los libros, leyendo el periódico, conectados en los ordenadores. Nunca había visto algo así en España y me encantó. Cómo me gustaría tener cerca un lugar así, en el que puedes incluso tomate un café mientras decides qué libro comprar...


Y como se puede ver por las fotos, hizo sol todo el día y tuvimos unas temperaturas muy agradables para la latitud. Claro, que yo no me quité las botas de goma, e incluso ¡me probé unas más altas en un outlet local! Todo sea por no tener una climatología adversa...





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