viernes, 6 de julio de 2012

Islandia: El círculo de oro

Empezamos el día desayunando en una panadería enfrente de nuestro apartamento, justo al otro lado de la calle. Aparte de gran variedad de panes tenían pastelería dulce y salada y unas mesas para desayunar allí mismo. Tomamos un buen café con un cruasán y nos llevamos para comer durante la jornada unos bocadillitos con distintos rellenos salados.


Y salimos de Reikiavik rumbo al Triángulo de oro, así llamado porque comprende las, posiblemente, tres atracciones más famosas de Islandia: el parque de Thingvellir, el área geotérmica de Geysir y la catarata Gullfoss.


La primera parada, a unos cuarenta kilómetros, es en Thingvellir, situado en la orilla norte del lago Thingvallavatn y sede del primer parlamento islandés, el Alpingi, el más antiguo del mundo, fundado en el año 930. Aquí dictaban sus leyes y castigaban a los infractores.
Actualmente se puede visitar el Drekkkingarhylur (poza del ahogamiento) en el río, dónde las mujeres adúlteras eran ahogadas. A los hombres se les cortaba la cabeza.

También en este lugar fue proclamada la independencia de Islandia en 1944. Hasta entonces era parte de la corona danesa.


Además de su importancia histórica está la geográfica, ya que en aquí se juntan las placas continentales de Eurasia y América y su separación se puede ver claramente en la falla de Almannagjá.

El rio Oxará atraviesa el parque y forma una cascada en Almannagjá llamada ÖxarárfossEl camino hasta la cascada es un agradable paseo que baja por un sendero encajado entre las paredes de la falla desde un aparcamiento en la carretera que rodea el parque. 


Continuamos carretera hacia el área de Geysir, situado en el valle de Haukadalur. El gran Geysir, cuyo chorro alcanzaba los ochenta metros, está inactivo pero el Strokkur tiene una frecuencia de unos cinco minutos y alcanza los veinte metros de altura. Hay que tener cuidado con la dirección del viento porque si te colocas mal puedes darte una ducha calentita... 


Es curioso observarle. Se ve el agua en ebullición y de repente forma como una enorme pompa y se dispara hacia el cielo. La explicación del fenómeno es la siguiente:
"El funcionamiento del géiser  es provocado por el contacto de las aguas superficiales que, filtrándose y penetrando en la tierra, llegar a ponerse en contacto con las rocas fuertemente calentadas por el magma que en muchos lugares de Islandia no se encuentra muy profundo.


El líquido así sobrecalentado vuelve a la superficie por convección y, a través de uno o varios conductos, alimenta el pozo o cañón del géiser. el agua que asoma en la superficie está mas o menos fría, pero por debajo, presiona el agua caliente con una temperatura superior a los 100ºC, a los que herviría si se encontrara al aire libre y al nivel del mar. La temperatura sigue subiendo hasta que se produce por fin la ebullición, en cuyo momento las burbujas de vapor suben por el conducto final. En ese momento tiene lugar el asombroso espectáculo que apenas dura unas décimas de segundo."


Además la zona está llena de pequeños surtidores y depósitos de aguas sulfurosas de colores fuertes y brillantes que no parecen sino salidos de la paleta de un pintor: azules, naranjas, verdosos, amarillos... es una verdadera maravilla para la vista (aunque no tanto para el olfato) y parece formar parte de otro planeta.


La última etapa del día quedaba cerca. A pocos kilómetros se encuentra, formada por el cauce del río Hvitá, la que es probablemente la catarata más famosa de Islandia: Gullfoss.
En el siglo XX se quiso aprovechar su gran caudal de agua para generar energía hidroeléctrica, pero finalmente la oposición popular hizo que la cascada fuera protegida.


Su nombre en islandés quiere decir cascada de oro, por los fenómenos de refracción de la luz que se producen al chocar sus aguas contra el fondo y salir pulverizadas.
También es posible ver, en días soleados,   el arco iris cruzando sus orillas.
Pero a nosotros nos tocó un día lluvioso y plomizo, con lo cual ni oro ni arco iris. Eso si, es impresionante el caudal y la altura que tiene. A una distancia considerable ya te mojaba.


Para terminar y gracias al GPS hemos podido localizar la granja de caballos dónde teníamos alquilada una cabaña de madera para pasar la noche.
La verdad es que me he quedado con las ganas de salir a dar un paseo a caballo, me ha dado mucha envidia cuando he visto a la gente pasar por la ventana.
Pero hay un importante problema: nunca he montado a caballo, y la verdad es que no me gustaría tener que volver a a casa con algún hueso roto y antes casi de empezar las vacaciones. Así que otra vez será.


La cabaña era una monada, estaba impecable,  bien equipada y tenía unas vistas preciosas a un valle por dónde pastaban ovejas y caballos. Todo muy tranquilo y bucólico. Desde luego, un sitio ideal para hacer una cura contra el estrés.
Pasamos un rato tomando un café en la terraza, en una mesa rodeada de bancos de madera. Relax total tas un día intenso.
Cuando ya entrábamos apareció la dueña con la maleta perdida, que al parecer acababan de mandar desde el aeropuerto. Y en buen estado, lo cual es de agradecer teniendo en cuenta cómo ha quedado la mía (para tirarla a la basura, con que aguante la vuelta... con un canto en los dientes).


El desayuno no estaba incluido, pero decidimos arriesgarnos. Eran doce euros y esperaba que nos pusieran algo típico y que estuviera bueno... Pero resultó un fiasco. Había cuatro cosas, muy poca variedad y menos cantidad. Y para colmo, cuando me fui a la máquina y me puse un café, llegó el dueño todo acelerado para indicarme que éso no estaba incluido en el precio, que en la mesa había un termo con café americano, o sea, el aguacastañas habitual.
Si lo llego a saber desayunamos en la cabaña, al fin y al cabo teníamos café, leche, pan para hacer tostadas... La próxima vez no me engañan. ;)

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