En nuestro último día en Islandia hemos hecho una de las visitas estrella, una de las atracciones más famosas del país junto con el Triángulo Dorado y el área de Myvatn, la Blue Lagoon (Blaa Iónid).
Se trata de un balneario de aguas procedentes de la cercana planta de energía geotérmica de Svartsengi y se encuentra al lado del aeropuerto y a unos cuarenta kilómetros de Reykiavik.
Lo cierto es que al principio la idea de ir no me volvía loca precisamente, más bien me lo tomé como una especie de obligada visita. Vencida la inicial pereza, la verdad es que es bastante agradable bañarse en sus aguas azul claro, ricas en minerales como el sílice y el azufre y a una temperatura que oscila entre los treinta y pico y cuarenta y pocos grados, cuando fuera no había más de diez o doce. Lo ideal para una friolera como yo, que cuando me ducho lleno de vapor media casa. Además me resultó muy gracioso ver a la gente con las caras embadurnadas de blanco para aprovechar los beneficios de los barros silíceos del lugar. Para mi ya fue demasiado y lo dejé para mejor ocasión.
Tras un par de horas de estar a remojo yo ya me aburría, así que decidimos ir a explorar las instalaciones, la cara tienda de productos cosméticos y recuerdos y el famoso restaurante. Y como este último tenía buena pinta, nos quedamos a comer allí. Tampoco era tan caro y ya nos apetecía hacer una comida un poco más especial.
De vuelta a Reykjavik, y tras un descanso en el apartamento, dimos un paseo por por el casco antiguo de la ciudad, que comprende incluso un lago, el Tjörnin, rodeado de casas de colores, el moderno Radhús o ayuntamiento nuevo, la neogótica Fríkirkjan o Iglesia Libre Luterana construida al modo tradicional de madera y chapa...
Muy cerca del lago está la zona del puerto. Bueno en esta cuidad todo está cerca y se puede ir andando a cualquier sitio.
Aquí se habla mucho del diseño islandés. Bueno, si de ropa hablamos, es un poco peculiar... Recargado... No es precisamente mi estilo, pero hay que reconocer que tiene algo que le diferencia. Lo que, desde luego hay que reconocerles es que tienen mucha marcha, al menos en el verano.
De vuelta a Reykjavik, y tras un descanso en el apartamento, dimos un paseo por por el casco antiguo de la ciudad, que comprende incluso un lago, el Tjörnin, rodeado de casas de colores, el moderno Radhús o ayuntamiento nuevo, la neogótica Fríkirkjan o Iglesia Libre Luterana construida al modo tradicional de madera y chapa...
Muy cerca del lago está la zona del puerto. Bueno en esta cuidad todo está cerca y se puede ir andando a cualquier sitio.
Aquí se habla mucho del diseño islandés. Bueno, si de ropa hablamos, es un poco peculiar... Recargado... No es precisamente mi estilo, pero hay que reconocer que tiene algo que le diferencia. Lo que, desde luego hay que reconocerles es que tienen mucha marcha, al menos en el verano.
Por las coloridas calles del centro encontramos gente bailando, un mercadillo animado por un DJ, bicicletas, turistas... Todo muy animado en la que es una de las capitales europeas más pequeñas.
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