miércoles, 11 de julio de 2012

Islandia: Hacia el oeste

Hoy salimos desde Akureyri hacia el suroeste, a Bogarnes. Tras desayunar tranquilamente en la cocina de nuestro apartamento hemos paseado un rato por el centro de la ciudad y hemos salido hacia el sur atravesando profundos valles entre montañas por cuyo fondo discurrían ríos o descansaban lagos. 


Todo es más verde y se ven más granjas que en días anteriores, aunque siguen estando muy dispersas, y pequeños centros de población con poco más que una iglesia, una gasolinera con supermercado y cafetería y cuatro casitas. Y, claro está, caballos y ovejas. Muchos.


Hemos hecho una parada para repostar, tanto el coche como nosotros, en Blonduós, pequeño pueblo con menos de mil habitantes en la desembocadura del Blanda. Tiene un museo textil, pero estaba cerrado.
Carretera adelante, hoy solamente encontramos unos kilómetros de tierra, sin asfaltar. Y en obras. Con un poco de suerte pronto estará terminado. Parece mentira que ésta sea la Ring Road, la carretera 1 de los mapas.


Así, tras cruzar la parte oeste del país de norte a sur y poco antes de llegar a Bogarnes, salimos por un desvío al valle Hvitá, hacia la aldea de Reykholt. En este lugar vivió y fue asesinado el poeta y guerrero Snorri Sturluson. Unos quince kilómetros más adelante hemos llegado a las cascadas de Hraunfossar y Barnafoss. 


Hraunfossar en realidad son una serie de cascadas que brotan de una pared de lava porosa y cuya agua procede del glaciar Langjökull. O sea, que aquí no hay río, parece que el agua sale de la nada.


Aguas arriba de Hraunfossar se encuentra Barnafoss. Su nombre, la cascada de los niños, se debe a una leyenda que cuenta que unos niños de una granja cercana perdieron sus vidas aquí cuando intentaban cruzar la cascada por un puente natural de piedra que estaba situado por encima del torrente. Después del accidente la madre de los niños destruyó el puente.



Además de las cascadas y torrentes hay numerosas pozas de aguas claras. Es un bonito lugar para parar un rato paseando y empapándose de la belleza de estas tierras del norte de Europa. Y cómo hoy el día es más tranquilo (ya veremos mañana), hemos aprovechado para disfrutar del sol que brillaba como si en tierras más meridionales estuviésemos. Y de las temperaturas, que han pasado de los 20ºC, cosa bastante inusual aquí. Es el efecto "botas de goma". Lo malo es que hoy se me estaban recalentando los pies...


A la vuelta hemos comido algo de la tienda de la gasolinera de Reykholt y nos hemos sentado a disfrutar del sol en la terraza que había fuera de ésta. 
Tras el descanso hemos conducido hacia Bogarnes, un pueblo que no llega a los dos mil habitantes situado en una península en el fiordo de Borgarfjördur. Es de las pocas poblaciones de la costa islandesa que no se dedica a la pesca, sino a la industria y el comercio. 


Bogarnes tiene un pequeño museo local, pero lo más importante es que es el punto de partida para visitar la península de Snaelfellsnes, nuestro próximo destino. Pero eso será mañana.
Hoy tras llegar al hostal y dejar las maletas en una habitación que parece un zulo (da a un paredón de piedra y no tiene más que unos ventanucos en la parte de arriba) hemos salido a pasear por el pueblo.


Mañana tenemos el desayuno incluido y después, y siempre con mis botas puestas, saldremos hacia el oeste.

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